~III~

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Capítulo III

Día 155

Deslizo mis manos por el tejido nada absorbentes del traje enterizo que llevo puesto para tratar de quitar el sudor de mis palmas, no debería estar tan nerviosa, ¿y qué si Neon decide no creerme? No es como si me estuvieran sometiendo a un juicio o algo por el estilo, no, en este lugar son más de condenar sin avisar, ya me pasó una vez, a lo grande, el caso es que pese a que soy más que consciente de eso, quiero que me crea, necesito desesperadamente que todo salga bien, porque sí, es posible que me esté haciendo muchas ilusiones al respecto, pero ¿cómo no hacerlo cuando él es la única maldita persona que está vagamente relacionada con mi pasado? ¿Qué puede entenderme cuándo hablo e incluso responder de vuelta? Necesito un aliado aquí dentro, o al menos una jodida cara que sea vagamente amigable, sobre todo cuando Neon parece hablar al menos un idioma de los que habla el resto en este lugar y tiene más información sobre este sitio.

Una bandeja cae suavemente en la mesa frente a mí, es seguida de Neon tomando siento junto a esta, hay una sonrisa algo maniaca estirando sus labios y otra temblorosa en los míos como respuesta, hace tanto que no sonrío que parece que he olvidado como hacerlo de la forma correcta o quizás estoy demasiado nerviosa para lograrlo, es muy posible que sean ambas cosas.

— ¿Qué pasa pequeña astronauta? — saluda con burla el pelinegro.

— ¿No habíamos establecido ya que no eras mucho mayor que yo? — bufo, removiendo mi comida sin mucho apetito, entre que es demasiado insípida y los nervios han hecho mi estomago un nudo no tengo precisamente ganas de ingerirla.

— Puede — murmura evasivo, revisando el contenido de su bandeja sin perder su sonrisa, una gran hazaña ya que como siempre nuestras comidas están por un conjunto de pastas pegajosas y barritas nutritivas, ligeramente diferentes según el sitio de procedencia, su bandeja es idéntica a la mía — Así que... astronauta.

— Mira sé cómo suena, pero es la verdad.

Y como está esperando una historia, le cuento una versión resumida y menos lacrimógena de los hechos, sobre como todo comenzó con un simple folleto publicitario que mi hermana estampó en mi escritorio, como ambas pensábamos lo mismo sobre ello; que era tan irreal y maravilloso que parecía falso. Anunciaba un concurso televisivo destinado a jóvenes desde los dieciocho años a los veintitrés, con un total de cincuenta participantes y un solo premio, compuesto por un montón de pruebas físicas, psicológicas, de inteligencia, resistencia, habilidad... durante un total de seis meses de intensa preparación durante los cuales los participantes irían disminuyendo hasta solo quedar un finalista, todo ello fue retrasmitido globalmente mientras el ganador se preparaba otros dos meses tras los cuales se determinaría si era apto o no para viajar al espacio, a tiempo para emitir el despegue en directo tras el ultimo capitulo de su victoria como ultimo concursante en el programa.

Yo cumplía totalmente el perfil que buscaban, era mi sueño salir al espacio, y esa era una oportunidad que se presentaba una sola vez en la vida, eso mismo pensaron miles de personas de todas partes del mundo, así que fue toda una sorpresa ser una de las elegidas.

El concurso avanzó rápido y la gente su fue marchando a casa, hasta que solo quedamos tres. El día que se anunció el ganador fue la retransmisión más seguida de todo el programa, gané, aunque dado los resultados, más bien perdí a lo grande, como fuera, fui al espacio cumpliendo mi sueño al hacerlo, el problema vino cuando la lluvia de meteoritos no pasó exactamente por donde habían previsto, la nave se averío imposibilitándome el volver a la Tierra y dijeron que no había nada que pudieran hacer para ayudarme, además, había firmado un acuerdo en el que los exculpaba de cualquier desastre que me ocurriera, incluida la muerte, así que sí, me dejaron a mi suerte, incluso pude ver en directo como retrasmitían la noticia de mi desafortunado accidente y por tanto inminente muerte, no mucho después el oxígeno se agotó, perdí la consciencia y me desperté aquí, en una celda.

AyrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora