Regalos

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-Papá ¿ya nos vamos?

-Ah, deja de quejarte, por eso te dije que te quedaras en casa.

-¡ah!

El pequeño Milo hizo un puchero y se sentó en una de las mesas que había en esa enorme Librerí­a. Llevaban un buen rato ahí­, comprando quien sabe que, aun no entendí­a porque Papá se encontraba en ese lugar, si a él casi no le gustaba leer.

-Ah...¿Cuál será el mejor?...mejo dicho ¿Cuál no ha leí­do? con eso de que es una biblioteca andante.

Jamás veí­a a su padre tan nervioso, por lo general era muy relajado y despreocupado, las únicas veces que se descontrolaba era cuando su papi estaba relacionado, como en esta ocasión. Se acercaba su aniversario, y, como todos los años, Kardia se esforzaba por regalarle un presente magnifico.

-uf...no creo que encuentre algo aquí­.

Los ojos del mayor viajaron de un lado a otro, soltó un suspiro y fue donde su pequeño. Milo ya se había hecho de un par de revistas Mandalas y esperaba a papá para que se las comprara.

-vamos enano, será mejor buscar otra cosa, de seguro ya leyó todos estos libros. Pago las revistas de su hijo y continuaron su camino por las calles del centro. El pequeño iba montado en la espalda de su papá, mirando a todos lados y dando ideas que, a su parecer, eran geniales, aunque Kardia podí­a jurar que a Degel no le agradarí­a una colección de figuritas de acción.

-sabes que, vamos al centro, hay unos puestos de segunda mano, con suerte y encuentre algo antiguo que le guste.

Continuaron su marcha un par de calles más abajo, adentrándose en la parte antigua de la ciudad. Era Sábado y muchas personas salían a vender sus antigüedades. Milo veía impresionado la cantidad de objetos que las personas ofrecí­an. El nene jamás había visto globos terráqueos tan grandes y amarillentos, tantos muñecos hechos de madera con expresiones risueñas pero algo aterradores, ropa graciosa, libros muy viejos y demás cachivaches. Se detuvieron en una pequeña calle. Milo bajo y comenzó a revisar los puestos, claro que sin soltar la mano de su papá, ya habí­a aprendido de su experiencia en el súper y estaba seguro de que encontrar a papá no sería tan fácil, en especial porque este era más despistado y desgraciadamente ahora no contaba con la ayuda de su hermanito, por lo que sería mejor no perderlo de vista.

El pequeño miraba asombrado todos los objetos ahí exhibidos, había una enorme "flor" de metal, la cual se encontraba adherida a una caja de madera y hací­a sonar un extraño circulo negro, un bonito ferrocarril hecho de latas, que si bien no hacia los sonidos ni se iluminaba, estaba muy detallado. Se encontraron con una gran cantidad de máquinas de coser viejas, una vieja mecedora y un par de relojes cucú muy parecidos a los de su abuelito. El nene miraba emocionado todos esos tesoros, jamás imagino que un mercado de segunda fuese tan divertido.

Pasaron un par de horas recorriendo los puestos, al final se detuvieron en una banca y se sentaron a comer un helado.

-ah, aun no sé qué comprar, hay muchas cosas hermosas aquí pero...

-hay muchos libros ahí­, tal vez papi no los tenga.

-mmm, si es posible...pero siempre le regalo libros, no, tiene que ser otra cosa.

Kardia estaba desesperado, este año querí­a lucirse, pero no encontraba nada que lo convenciera.

-¡ya se, ese caballito de madera!

Milo señalaba emocionado la mecedora en forma de equino que se encontraba al otro lado de la calle, Kardia sonrió y desacomodo el cabello de su hijo, era un buen regalo...pero para Mystoria.

Bichos en el país del HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora