Remembranza 6: Algo de esperanza

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Cuando muera, me pudriré en este cementerio, entre tierra y sangre seca, lo que es ahora esta esfera flotante en el espacio, nadie me llorará, ni me extrañará, casualmente ellos, todos ellos se fueron antes que yo, cada cual a quien yo amé, y cada pérdida diluyó la esperanza, mi esperanza, y aún no logro comprender qué era lo que estaba esperando ¿Acaso salvación?, no la hay en este plano llamado realidad, en ocasiones, sigo sintiéndome demasiado pequeño, añorando lo que nunca conocí, tal vez el mundo comprende por mí, comprende lo que espera, espera a que ya nadie esté aquí.

En aquél agujero, a punto de salir, cuando logré clarificar mi visión, me di cuenta que el sótano de mi casa había sobrevivido, nunca me había dado tanto gusto al ver la caldera, y las herramientas de papá; no sólo había resistido eso, sino también la mitad del primer piso de mi casa, por las pequeñas ventanas que había hacia el exterior, no era posible ver mucho, estaban llenas de polvo, subimos las escaleras a la puerta que conducían a lo que quedaba de mi hogar; en el presente tengo la sensación de nunca haber salido, pues afuera, era exactamente la misma oscuridad, no se cual hubiera sido mi reacción al saber, que en los años venideros, seguiría buscando la salida de toda esta maldita tiniebla, buscando una vida, una luz, la muerte, o lo que venga.

Mamá nos había colocado las máscaras de gas antes de ascender, salimos a la calle, y era difícil ver lo que algún día fue mi vecindario, no quedaba nada de la casa de Colt, me pregunté si él y su familia también habían salido como nosotros, o si seguirían en su agujero, tampoco estaba la casa de los Mills, ni la de los Ross, y entre los escombros, no logré ver si su auto en el que asumí que partirían ellos y su pequeño hijo, se encontraba ahí todavía. Quería ir a buscar, o al menos gritar el nombre de mi mejor amigo, pero dudé si en ese momento y con la máscara puesta, me escucharía.

Caminamos hasta dar con un lugar libre de aire sucio, donde pudiéramos conversar un poco sobre lo que haríamos o pasaría en el exterior, recuerdo que caminamos cerca de cinco calles siguiendo el paso de mi padre, quien con una vara metálica, nos limpiaba el camino de cualquier escombro que pudiera estorbar; no veía ni una vida, ni animales, ni flores, pocos árboles en pie, los postes eléctricos ladeados, con sus cables chamuscados, no había sol y eran las 12 del día, el cielo era como el color de una naranja en proceso de descomposición, demasiado escombro como para caminar rectamente, demasiado borroso.

Y finalmente llegamos a un sitio encerrado que extrañamente seguía en pie, era la peluquería de la señora Molly, especial para niños, donde a Pyper y a mi nos hacían un lindo corte infantil cada cinco meses; entramos, no había rastro de nada ni de nadie, solo un montón de cosas especiales para el cabello, mamá nos advirtió que tuviéramos cuidado, pues podríamos toparnos con algún objeto filoso, había mucha basura, y era muy oscuro; papá pudo abrir la puerta forzando la cerradura, se trataba de una puerta metálica, recuerdo como la señorita Mery, la hija de Molly, decía lo mucho que estaban asustadas por los recientes asaltos en esa calle, así que gracias a esas precauciones, decidieron cambiar sus puertas por unas difíciles de abrir, nos quitamos las máscaras y nos sentamos lejos de algo que pudiera lastimarnos. —¿Dónde estarán las Knox?— se preguntó mi madre —Espero que en un lugar seguro— estaba tratando de controlar su pánico.

­­—¿Dónde está Colt?— pregunté al borde de las lágrimas —Quiero saber si está bien, y también su familia— mi padre me miró sonriendo y se acercó a abrazarme —Colt está bien pequeño "K"— así me llamaba cuando jugábamos a los espías, mi nombre clave era "K", y el suyo era "N", las últimas letras de nuestros nombres —Su padre preparó todo muy bien para que él y su familia sobrevivieran— dijo con un tono más serio —Tal vez ellos salieron antes que nosotros, tal vez nos los topemos— Al decir eso mi padre, me sentí tranquilo, era verdad, Colt era bastante listo, y no solo él, toda su familia lo era, tenia mucha rectitud al educar a sus hijos y los hacía estudiar tiempos prolongados.

—¿A donde iremos John?— lo cuestionó mi madre —¿Qué vamos a hacer?... no podemos vagar sin sentido, debemos saber a dónde nos dirigimos, no habrá nada seguro que nos espere si no sabemos qué...— no había terminado de hablar, y mi padre la interrumpió, con la mirada fría, y hacia el techo, dijo —Vamos a ir con Haraldsson— al decir aquello, nos quedamos mirándolo —Vamos a ir con él y vamos a buscar alguna señal que nos indique un lugar seguro, él tiene esa gran antena, seguramente tiene comunicación con alguien... lo sé, él sólo no se formuló esas teorías conspirativas... por algo construyó ese búnker, y las personas que le creyeron están con él, por algo sigue con vida, él sabe más de esto que yo, así que vamos a ir con él—.

Dicho eso, abrió mi razonamiento, tenía verdad lo que decía mi padre, el tipo Haraldsson parecía de confianza, y dijo que era su compañero de cuarto en la universidad, había un poco de esperanza para nosotros después de todo; pasado un día de descanso, salimos de la peluquería, y nos ubicamos, estábamos a algunas manzanas de la calle Amkie, donde estaba la estación de radio, sin más que decir, nos dirigimos hacia allá.

Cuando ya no estemos aquí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora