Remembranza 9: Contacto

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La humanidad, un cuento, un mito, una raza, un recuerdo, un veneno. Es la definición actual, aprobada por la última persona que recorre este vacío inmenso y oscuro, yo, Erick Myers, o lo que queda de mí, el nombre que me fue dado, escogido por mi madre Imogen y mi padre John, nombres que quedaron en una esquina de mis memorias, por el solo hecho de que duelen, y el dolor, es completamente innecesario cuando se tiene bastante de ello, tanto, que hasta se vuelve ridículo. Es solo algo que quizá solo yo comprenda, ¿qué pueden esperar de un hombre que ya no recuerda cuanto tiempo lleva solo?, simplemente lo terrenal se desvanece, los niveles de conciencia se distorsionan, hasta el punto en que ya no entiendes qué o quien eres, qué haces aquí, o por qué demonios naciste.

Cada paso es en vano, ¿por qué... por qué sigo teniendo esperanza?, ¿por qué la revivo?... la había perdido ya hace bastante tiempo, y aun así mi alma está llena de añoranza, es simplemente un chiste. Todo aquello que amé un día, ya no está, no queda nada, es lo que este mundo es, nada, ni verdes paisajes, ni bellas playas, ni fines de semana en el parque, ni cumpleaños, ni navidades, ni mejores amigos, la preciosa música... ni todo aquello que creímos importante para sentirnos plenos, con una vida realizada, con recuerdos hermosos... nada... que vida tan efímera, y yo aquí aun de pie.

*

Llevábamos ya varios días en el búnker de Haraldsson, me había enseñado mucho, técnicas de caza y supervivencia mediante videos que tenía guardados en su pendrive, y todo lo aprendido en su forzada niñez scout en Noruega, liderados por su padre, su equipo, "Las cobras", sus historias captaban todo mi interés, era un hombre verdaderamente interesante, hubiera deseado conocer a esa voz del radio antes; al parecer, mi padre estaba feliz de que él hubiera podido conocernos, y compartirnos tantas cosas, por mi parte estaré agradecido siempre por todas sus atenciones y enseñanzas.

Mientras cenábamos una noche, me enteré de por qué a mi padre le apodaban "Mayitas" en la universidad, Haraldsson y él recordaban sus días de estudiantes—¡Maldita sea Mayitas de haber sabido que todo este desastre ocurriría me hubiera reído mas fuerte aquel día!— gritó con toda la nostalgia del mundo, —Perdona la broma de aquél día— continuó, —De verdad tuve que golpear y amenazar a bastantes para que te dejaran de llamar Mayitas, cómo deseo que ese puñado de idiotas te vean, les darías miedo, estás ahora más alto y en forma que yo, los años te sentaron de maravilla- le dijo a mi padre—, él sonreía, pero no podía soportar su risa, la cual, llevaba tiempo sin escuchar.

—Todos eran unos pesados conmigo en la escuela— comenzó a contar sorpresivamente —Era el típico nerd, por eso siempre era la presa... fue un día después de clases, cuando tres vándalos universitarios, sí, vándalos, extraño... pero así fue la situación... me jugaron una broma bastante pesada, por la única razón de que ese día, había recibido la visita de mi madre... supongo que ellos extrañaban a la suya, por eso no guardo rencor, ni siquiera por el hecho del apodo... se aprovecharon de mi nula fuerza, y me pusieron unas medias en la cabeza, cubriendo mi cara también, el motivo de que no pudiera librarme fácilmente de ellas, eso sucedió en los comedores, y tuve que recorrer todo el campus de esa manera, hasta que Haraldsson, quien había sido mi amigo desde siempre, me ayudó a quitarme esa cosa de encima, buscó a los abusadores y los puso en su lugar—.

—Todo por quien me ayudaba a aprobar las materias para mantener esa beca de futbol— le respondió su mejor amigo ­—Era lo menos que podía hacer por ti viejo, aunque no puedo negar que fue bastante gracioso—.

—¡Eres el único que me sigue llamando en secreto de esa manera!— gritó mi padre entre risas. El tiempo se fue amenamente, era la conversación mas agradable que había tenido en la vida, además de las que sostenía con Colt, por supuesto; no dejaba de pensar nunca en mi mejor amigo.

De pronto un sonido proveniente de las computadoras de nuestro anfitrión, nos sorprendió, me recordó al que hacía la consola cuando un amigo se conectaba a jugar; el sonido transmitía urgencia, y Haraldsson no dudó ni un minuto en revisar.

La sorpresa en nuestros rostros se hizo presente cuando el mencionó las palabras "mensaje del exterior", —Amigos, hemos recibido un mensaje del exterior—, de inmediato sus compañeros se pusieron de pie para revisar con él lo que estaba pasando, —En efecto, es un mensaje de los estados del sur, están vivos, y anuncian la formación de pequeñas colonias bajo tierra— dijo Musme; nosotros estábamos pasmados, ¿Cómo que pequeñas colonias bajo tierra? —¡¿Cómo que pequeñas colonias bajo tierra?!— Haraldsson tuvo el mismo pensamiento —¿Saben el tiempo que lleva preparar eso?, ¡Significa que los del sur sabían lo que pasaría!... de verdad no lo puedo creer, qué indignación hombre—.

Ante las palabras del hombre del radio no sabía cómo rayos reaccionar, no podía con tantos secretos, se sentía como volver a nacer cada día, salvo que los descubrimientos, en su mayoría se tornaban negativos, las expresiones en los rostros de mis padres eran de asombro, pero en mí solo había confusión, y mi mirada se dirigía a Pyper, por alguna razón, me llenaba de paz, la inocencia, y la paz que descansaba en su rostro, no era algo de lo que podría expresarme con palabras certeras a los ocho, como hoy creo hacerlo.

De inmediato Haraldsson se dispuso a identificar la ubicación, las computadoras me recordaban a la cabina de un avión, suponía que era una tecnología superior, ya que no era fácil tener comunicación o recibir una señal de vida con teléfonos celulares, se habían preocupado más por la resolución de las fotos que por la cobertura de señal, el teléfono de papá funcionaba, pero no era de utilidad más que como linterna, pero la batería se agotaba.

—Parece que no están muy lejos de aquí, será un camino relativamente corto, eso si decidimos salir, ¿qué dicen mis amigos?— Todos se miraron entre sí, aunque era fácil interpretar que todos queríamos ir.

—Francis, iré donde a donde mi familia pueda estar mejor— le dijo mi padre —confío en ti, y en que nos conducirás a salvo hacia allá—. Eso despertó en mi una especie de emoción, no quería sentirme más inútil e impotente —Papá, yo también cuidaré de mi familia— mi padre me miró con los ojos cristalizados y me levantó entre sus brazos —No esperaba menos de mi hijo, eres realmente valiente Erick, gracias por resistir—.

A pesar de que me sentí conmovido, me mantuve firme ante las palabras de mi padre, no podía hacer más que eso, y quería ser fuerte, por mi hermana que ni idea tenía de lo que pasaba. Así pues, mi familia estaba dispuesta a seguir a Haraldsson a los estados del sur en busca de una vida.

Musme, Jaime y Gary no tenían opción, habíamos conversado con ellos también y escuchado sus historias, no sabían nada de su familia, pero tampoco los habían visto en años, habían sido demasiado juzgados por quienes más querían, y era algo que los mantenía unidos siguiendo a Haraldsson, los veía como una extraña unidad, pero los admiraba por no haberse dado por vencidos nunca respecto a lo que creían.

Fue así como emprendimos un viaje dos días después, ocupamos un día para acomodar nuestras provisiones y lo que llevaríamos, serían dos semanas de camino a pie, Jaime Brenan quien era un experto matemático, había calculado la distancia a recorrer cada día, nada corta, pero teníamos que hacerlo si queríamos llegar en el tiempo estimado antes de que se nos terminaran las provisiones, me sentía lleno de esperanza y miedo, lleno de duda y desesperación, y la tristeza bien guardada en una esquina, encontrar a Colt era mi motivación, aunque algo en el fondo me decía, que no lo volvería a ver, sin embargo partí junto con aquel grupo, deseando que cada paso valiera la pena.

Cuando ya no estemos aquí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora