Remembranza 10: Surreal

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De pequeño, uno puede ser muy impresionable, siempre fascinado por el mundo que podría, o puede o ya es, siempre soñando con mejorarlo, ¿qué nos pasa al crecer?, sentir ya no es parte del ser, todas son preocupaciones exteriores, siempre pensando en lo que harás mañana, yendo por la brecha de lo seguro, porque tus metas simplemente están guiadas por tu instinto de supervivencia, Darwin no estaba tan equivocado en su teoría de selección natural, siempre es el más fuerte el que sobresale de entre los demás, no puede haber otra tarea para la vida que tratar de ser el mejor, o al menos esa es la interpretación que yo asumo después de crecer y seguir viviendo en medio de tanto caos, donde solo existe un sentimiento, coraje.

*

Apenas salimos del búnker y las ventiscas sucias ya impedían nuestro paso, y limitaban nuestra visión, sin embargo, nuestros zapatos contenían un mecanismo que nos ayudaban a fijar bien los pies en la tierra; mi madre cargaba en su mochila cangurera a mi hermana que no quiso mirar hacia adelante en todo nuestro camino, mi padre me tomaba de la mano asegurándose que pudiera seguirle el paso, Haraldsson y su equipo iban adelante, además, todos íbamos atados de la cintura por una soga muy resistente que tenía la finalidad de mantenernos juntos hasta el final del camino; era muy difícil ver, pero se alcanzaban a distinguir la ruinas, los escombros de entre todo el aire percudido y el cielo café grisáceo.

La primera noche, procuramos encontrar un buen techo o algo que se le pareciera, que nos permitiese descansar un poco, dimos con las ruinas de un viejo almacén de una tienda de conveniencia, las puertas estaban dañadas, pero Haraldsson y mi padre consiguieron improvisar unas con pedazos de pared y otros muebles para que el viento no se metiera, todo era un desastre, mercancía en el suelo, anaqueles hechos trizas, algunos otros sobrevivientes, aparatos destruidos, pero al menos el techo había resistido.

Acostado en el espacio que mi madre había adaptado para mi hermana y para mi, me quedaba dormido con la mirada perdida en la oscuridad del rincón de aquel sitio, pensando en todo lo que había dejado atrás, mi escuela, mis compañeros, mi casa, mis juguetes, mis libros, mi mejor amigo, en ese momento, mis lágrimas brotaban ante la angustia del futuro incierto y mi fortaleza obligada, tenía sueños, pero todos eran oscuros y despertaba con un nudo en mi garganta y la ansiedad el cien por ciento, nada podía calmarme, mi madre se desvanecía abrazándome hasta que pudiera calmarme y mi padre me acariciaba el cabello hasta que volviera a dormir, mis ataques se hicieron mas constantes desde la primera vez en nuestro búnker. Cuidaban que Pyper no se enterara de mi estado, era muy pequeña, y no querían perturbar la imagen que ella tenía de mi, pues yo era su hermano mayor y ella se sentía protegida conmigo.

Pasó una semana, y la mitad del camino había sido recorrido hasta el momento sin ningún inconveniente; yo solo trataba de avanzar sin que nada me privara de aquello, ignoraba mis sentimientos, no se como lo hacía, pero tenía un precio, mi ansiedad se incrementaba por las noches impidiéndome dormir, llorando hasta el cansancio, viendo como mi madre ponía su rostro de angustia, y mi padre de impotencia; me percataba de cómo Haraldsson y los demás veían mi debilidad, de igual manera sentía que ya no tenía nada qué perder.

Iniciamos el recorrido de la segunda semana, y las cosas comenzaron a tornarse un poco turbulentas, pues los vientos habían empeorado haciéndonos perder un poco el paso y la ubicación, habían cosas que nos impedían continuar, incluyendo mi frágil estado, mi padre tuvo que cargarme al final, estaba exhausto de luchar con mi interior, la situación me estaba afectando más de lo normal, todo mi mundo estaba revuelto, no podía encontrar estabilidad en algo; algunas personas seguro se preguntarán cómo se puede estar tan triste desde muy joven, algunas otras serán capaces de comprender y entender, aquellas quienes sufrieron una perdida significativa en el mundo que creían perfecto hasta ese momento, y que después ya no fue nunca igual, aquellas que de adultos visualizan aquella pérdida como la caída de un pilar que sostenía una fuerte estructura, aquellos lastimados en el interior desde muy temprana edad.

Decidimos parar y descansar debajo de las ruinas de lo que fue una casa, con la esperanza de que no nos aplastara esa noche; mis padres estaban muy cansados, acortamos las provisiones para que nos alcanzaran hasta el final del viaje, donde la supuesta población subterránea estaría. Pyper se veía triste, ya estaba comenzando a comprender que nada sería igual, era una niña muy inteligente para sus tres años, pronto cumpliría cuatro, muy en el fondo deseaba poder siquiera llegar al siguiente día.

Cuando el ambiente se volvió a calmar, salimos de la casa que milagrosamente no cayó sobre nosotros y continuamos; al menos había ganado un poco de fuerza para ser capaz de caminar siquiera un tramo y así fue hasta que mi padre se percató que tenía que jalarme con la soga para mantenerme de pie, y optó por levantarme del suelo para viajar en sus hombros. Mi viaje fue desgastante y sensitivamente infinito, no pude darme cuenta del momento en que habíamos parado, sólo alcancé a escuchar la voz emocionada de Haraldsson gritando: "¡Llegamos equipo!", una pequeña sonrisa se escapó de mi débil espíritu para después desvanecerme.

Desperté en un catre y no veía nada mas que la incandescencia de unas bombillas de luz que iluminaban un gran espacio que parecía ser un hueco en la tierra, escuchaba voces, ruidos de cubiertos, llanto de niños, alaridos desesperados de heridos, canciones de cuna de madres a sus hijos, todo al mismo tiempo, sentí que una mano tomaba y acariciaba la mía, era mi madre, transmitiéndome tranquilidad, aquella que hace mucho tiempo no sentía, que parecía ahora no tener sentido y al mismo tiempo, abordaba todo el sentido de la vida en una sola sensación, así se siente revivir quizá, fue como volver de la muerte.

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⏰ Última actualización: Jun 06, 2018 ⏰

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