VENDIDO - 5 años después

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Él sabía que podía controlarlo. Oh, sí, ciertamente podía. El omega ya sabía que no podía contar con que tendría lo más mínimo de su codicioso padre. Y el beta, Sam, el encargado de atenderlo –a quién él doblegaba con facilidad- había sido estúpido en no darse cuenta antes de que lo ayudó a escapar; en el futuro se limitaría a recordarle que podía deshacerse de él cuándo le diera la gana. Oh, si, ahora Steve haría exactamente lo que le ordenase.


 
Lo miró y sonrió. A él le agradaban esos cabellos rubios, ahora despeinados y brillosos. Estaba desnudo, de rodillas, con los brazos apretados contra el cuerpo y la cabeza inclinada. Seguía agitado, jadeando y temblando al recordar el cinturón de cuero.



 - Has sido muy malo, muchacho – dijo él, y rozó superficialmente el hombro hasta llegar a uno de las marcas rojas, latentes y recientes, pero el no dijo nada, tampoco se movió. Y eso al alfa lo complació. El chico había intentado luchar, huir de el muchísimas veces. Pero ahora solo permanecía donde le ordenasen el tiempo que lo hicieran.



 - Nunca volverás a irte – continuó – Steve, me desagradó lo que hiciste. Has avergonzado a tu padre, cuando huiste y fuiste a contarle mentiras.
El omega seguía sin hablar.
- No, no tendrías que haberlo hecho – agregó, un rato después. Estampó el cinturón cerca de la cadera. Él era esbelto, tenía un cuerpo alto y musculoso. Pero ahora lo veía muy delgado y eso no le agradaba. No le agradaba notar sus costillas, quería que sus omegas tuvieran carne en los huesos -. ¿Cómo quieres que te embarace si pareces un vago huesudo?
No pronunció palabra.
El frunció el entrecejo.
- ¡Mírame, maldito inútil! Estoy cansado de hablar con tu nuca.



 Observó que se le endurecía el cuerpo, levantaba la cabeza y se apartaba unos mechones de la cara. Aunque tenía claros defectos como omega, aún lo atraía. Esos hermosos ojos, azul como el cielo que presenció una vez en las Islas Lacadivas, era un viajero experimentado. Sí, esos ojos lo habían atraído. Generalmente lo miraban con temor, eso era agradable.



 - Mírame Steve, corta esa estupidez –. Algunas veces el muchacho conseguía ocultar el miedo que le tenía y lo miraba fijamente, pero sus ojos en realidad estaban más allá, mucho más allá, más lejos, perdidos. Eso lo enfurecía.



 Miró sus ojos. En ellos no había nada, no vio nada, vacío absoluto en la mirada azul. Ni odio, ni miedo. Prefería que el omega le temiese, pero ya no había porque castigarlo, estaba seguro de que comprendió lo que sería para él y lo que seguiría siendo si el así lo deseaba.



 - Ya has sido castigado por tu pecado. – Le sonrió –. Te autorizo para hablar, Steve. Quiero que me digas todo lo que le dijiste a tu padre, de lo contrario voy a darte una paliza en la sabrosa carne de tus nalgas. Mierda, esta vez apenas te marqué. Creo que soy bondadoso. Hablarás Steve, y dirás toda la verdad o traeré a ese beta para que sienta la caricia del cinturón en su espalda.


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 Steve le creía. Estaba cansado, agotado desde lo más profundo de su ser, ya no daba más. Pero el ardor de los golpes y pulsaciones de dolor que sentía en la espalda, cintura, caderas y muslos, le demostraban que aún estaba vivo. Eso era todo – respiraba, estaba vivo, oía, veía. Y deseaba poder seguir sintiendo, tener razones para reír... al menos en su interior.



 - Me lastimaste demasiado y no podía seguir resistiendo – dijo con voz pausada y palabras calculadas, para que el no pudiera acusarlo de tener mala actitud y volver a golpearlo.



 - ¿Qué esperabas? Te enseñe a excitar a tu alfa, pero confundiste mis órdenes. ¿Esperas que te felicite por dejarme insatisfecho? – Dijo el irritado –, continúa.



 Steve lo vio sentarse, acariciar el cinturón en sus manos y sintió deseos de relajar aunque sea un poco los adoloridos músculos. Se preguntó vagamente porque querría que le contara el encuentro con su padre. Y cuando lo entendió de repente, deseó reír a carcajadas de su propia ingenuidad, era un idiota. El alfa solo quería pavonearse frente a él, obligarlo a decir cuan poderoso era.


 
---


- No puedo soportarlo más – le decía Steve a Sam que aplicaba una toalla húmeda y tibia en los moretones de su espalda.


 - Estos castigos no van a durar mucho más – dijo Sam –, no te muevas.


 - Lo odio. No aguanto más.


 - Entonces tu y yo saldremos apenas puedas caminar – concedió el beta.


 - Sam, quiero irme ahora. – Steve se volvió sin hacer caso al dolor de la espalda y lo miró a la cara.


 - No, aún no. Tenemos que esperar a la noche, que se duerma. Después, nos marchamos. Pero ahora acuéstate para que te pueda poner la crema y no queden marcas.


 - ¿Marcas? Ya estoy marcado y a él le agrada ver las cicatrices que ha dejado en mí. – Se recostó otra vez. Estaba desnudo. Recordó un instante al joven omega que había sido antes y el odio hacía ese chico lo recorrió; tan ingenuo, tan inocente y tan tonto. Le pareció que había estado desnudo y que lo habían golpeado desde el momento en que Joseph, su propio padre, lo obligó a casarse con
Johann Schmidt, un alfa. Y las otras cosas... Tuvo nauseas, pero su estómago estaba vacío. Si se quedaba más tiempo en ese lugar terminaría por rendirse y simplemente cumplir todas las exigencias sexuales a las que quisiera forzarlo.


 Sam le ayudó a preparar una maleta pequeña, solo lo necesario. Salieron sigilosamente de la mansión a la media noche, se alejaron una calle y se montaron a un taxi. Los movimientos hacían que Steve contuviera los quejidos por el dolor que recorría su espalda.
Llegaron a su antigua casa, donde fue su verdadero hogar. No había visto esa casa en cinco largos años. Cerró los ojos y pidió a su mamá en el cielo solo una cosa: que su padre lo ayudara, que lo protegiera.


 El mayordomo que su padre contrató luego de entregarlo le abrió de mala gana y preguntó que hacían ahí.


 - Llama a mi padre, por favor – dijo Steve.


 - Está durmiendo – respondió el viejo.


 - Llámalo de todas maneras.


 Joseph, enojado, se reunió con su hijo en él lo que había sido la sala que Sarah llenó de libros que amaba. Ahora todo polvoriento y descuidado, su padre despreciaba todas esas porquerías.


 - ¿Y bien? – preguntó en un tonó que provocaba la rigidez en la espalda de Steve - ¿Qué mierda haces aquí? Estamos a mitad de la noche. Y vaya, vaya, mi querido Johann no está aquí.


 El omega se apuró a hablar.


 - Lo dejé, abandoné a mi alfa. Es muy cruel, sádico, me maltrata... no es normal. Vine a pedir tu protección, papá. – Miraba los ojos de su padre pidiendo por favor, que tuviera compasión por el al menos una vez en su vida, solo esta vez.


 - Siempre odié este lugar – continuó Joseph, mirando los estantes de los libros –. Y jamás me agradó tu madre, ni su maldito olor.


 Demonios... eso dolía en el corazón de Steve, su mamá, su pobre mamá.


 - ¡Papá, tienes que ayudarme!


 - ¿Todavía no estas preñado?


 Steve palideció y después comenzó a reír sin ganas realmente, una risa áspera.


 - ¿Preñado? ¡Oh, Dios mío, que tonterías dices! – Si bien el en algún momento había fantaseado con tenerlos, fue hace muchos años. Ahora esa idea lo aterraba.


 - Cálmate Steve. De modo que el viejo estúpido ni siquiera pudo hacer eso, ¿eh?


 - ¿Qué quieres decir? – Él movió la cabeza intentando entender, esas palabras habían atraído su atención.


 - Por eso quería casarse contigo – dijo su padre, mientras se acariciaba el mentón –. Ese video viejo jugó sus cartas hace años. Un tipo depravado y perverso. Te conoció, vio tu belleza y juventud extrema y creyó que podrías devolverle la virilidad. ¿Fracasaste?


 - Si – dijo el rubio.


 - Entonces, ¿mi pequeño hijo aún es virgen?


 El omega lo miró, en sus ojos estaba el reflejo de la experiencia, de saber que no debería tenerla y volvió a brotar la risa áspera.


 - ¿Virgen? Papá, que gracioso. Un omega virgen. Hubiera preferido algo tan sencillo como eso a lo que él me hace, a lo que me obliga a hacer – se pausó y enderezó el cuerpo –. Papá, me golpea y abusa de mí. No puedo continuar con él. He vuelto a casa. Tú me protegerás. No dejes que se acerque, ayúdame por favor.


 - Steve, eres muy tonto.


 Steve se puso lentamente de pie y desabrochó su campera hasta sacarla y dejarla caer. Pasó las manos a la camisa, la abrió y se volvió para mostrar su espalda a Joseph. Permitió que la camisa cayera hasta la cintura y bajó un poco la cabeza.
- Esto es lo que él me hace – dijo.
Oyó que su padre contenía la respiración, aún sin decir nada. Sintió sus dedos recorrer uno de los cardenales para después detenerse y pasar a otro. Esperó hasta que los dedos se alejaron, se arregló nuevamente la ropa y se volteó a mirarlo.


 - ¿No dejaras que se acerque a mi otra vez? ¿Me protegerás?


 Joseph le sonrió y después miró los dedos que antes había recorrido la espalda marcada de su hijo.


 - Steve, ve a tu antigua habitación. Nos veremos en la mañana.


 La esperanza se encendió en los ojos del joven.
- ¿Me ayudarás? – Preguntó antes de abrazarlo –. ¡Oh, papá, gracias!


 - Ve a acostarte, Steve – se limitó a repetir.


 A la mañana siguiente, su marido se encontraba en la cocina, comiendo huevos revueltos y tocino. Joseph estaba con él.


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Cuando terminó el relato, Steve miró conexpresión neutra al alfa. El conocía el resto. Esperó.



 - Sí, me hiciste enojar Steve. Por eso te castigué con el cinturón. No toleraréla traición. Has fracasado con tus deberes como omega.
Johann hizo una pausa, y la sonrisa que se pintó en sus labios provocó que el omega temblara de miedo y asco.
- A tu padre le importas una mierda. Te desprecia por ser el fracaso de omega que parió la puta de tu madre. ¿Sabías que el acordó conmigo tu venta? Pague veinte mil dólares para que fueras mi esposo. Y esta vez, tu padre te mantuvo como rehén. Cuando esta mañana llegué a su casa me dijo que podía recuperarte por la suma de cinco mil más. Volvió a venderte. ¿Qué piensas de eso?



En un primer instante no sintió nada. Después sintió como la rabia lo recorría hasta acentuarse profundamente en su pecho, como esta lo dominaba y que perdía el control. Se puso de pie bruscamente y se lanzó contra el viejo, mientras de su garganta brotaban los gritos y escuchaba las maldiciones contra él. Y antes de llegar a tocarlo sintió el puño del hombre descargarse en su mejilla. Cayó al suelo, abatido.
Vio relámpagos brillantes antes de desmayarse.


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Este quedó un poco más largo, iba a subirlo ayer pero no llegué.
Ya tengo el próximo capítulo, así que si veo buen apoyo lo subo mañana por la noche ya. :3
Les agradezco muchísimo y de corazón a los que se molestan en comentar y hacerme saber que les gusta. 
Respecto a este capi... pobre Steve =( lamento que sufra tanto. 

Sin más, nos leemos prontito. Muchos besos!!! 

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