Fantasma

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    - Sam, ¿dónde escuchaste eso?

- En la tienda, la señora Betty Ross lo vio y me dijo que no estaba solo.

- Joseph – dijo Steve lentamente, ahora tenso y con sus ojos muy abiertos.

- Si, en efecto. Armin Zola estaba con ese maldito de tu padre. No entiendo por qué. ¿Qué podría querer Joseph de él? No creo que tenga dinero.

- No lo sé, creí que Armin había regresado a su hogar luego del funeral de su padre.

- Quizás sí lo hizo y ahora está aquí otra vez, la basura siempre vuelve. – Sam levantó la mirada y vio la sonrisa en el omega – Una sonrisa. Genial Steve, deberías sonreír más ahora que Schmidt murió deberías salir más, ir a fiestas, conocer gente...

Steve lo detuvo levantando su mano.
- Todavía no. Saldré cuando esté preparado para hacerlo.

Sam pensó: "¿Cuándo será eso?"- pensó Sam; Steve había sufrido tanto en las manos de ese monstruo-, "¿qué lo retiene ahora en esta mansión como si aún fuera un prisionero?"

Steve miraba la remera blanca con corte en V que portaba, junto a los pantalones azul oscuro y los zapatos negros. No era el atuendo que usaría un omega que perdió a su pareja, normalmente estos vestían de negro -si es que llegaban a sobrevivir el dolor-. Sus ropas eran de celebración. Miró a Sam, ahora no tenía a nadie más, su único acompañante y única manada. Sin alfas. Sam era el único que se preocupaba por él, aún no podía encontrar a Bucky. Él le dijo que cuando volviera se uniría a Natasha, la chica de la que llevaba enamorado desde adolescente, mas este no volvió y nadie sabía nada de él.
Se puso de pie y se dirigió hacia uno de los grandes ventanales que permitían ver el prado del frente de la mansión. No era terriblemente rico, pero al menos podía hacer lo que le gustaba y aún más importante... era libre. Hace unas semanas, Sam le decía que viajara, que se alejara un poco, que conociera otros lugares. Pero él se limitó a mirarlo. No, él no podría ir a ningún lado. Todavía no. Tenía demasiado miedo. Y tenía tanta vergüenza. Si la gente miraba sus ojos vería la verdad. Él no podía afrontar la situación.
Tampoco podía afrontar a los alfas y el modo en que ellos lo observarían y el tratarían.

Miró a Sam e intentó sonreír.
- Creo que iré a dar un paseo.

- Llévate al cuidador

- Si, iré con Clint – dijo Steve, pero su decisión se debía a que tenía miedo de estar solo. Incluso en la propiedad Schmidt. Temía a su padre, aunque era tonto hacerlo. Pero así lo sentía, y ahora estaba Armin. Estaba cansado de vivir con miedo. ¿Por qué eso no había cambiado con la muerte de Johann? ¿Por qué aún se sentía perseguido? Por dios, ¿qué podía hacerle Joseph? ¿O Armin? ¿Mostrarse desagradables? Eso no era nada, absolutamente nada, y aun así el miedo persistía y lo paralizaba.

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Cuando Clint terminó de preparar el auto le abrió la puerta a Steve para que entrara.

- Señor, permítame que traiga a Dodge y saldremos.


Clint era un beta, un poco más bajo que él, pero fuerte y con músculos y puntería suficientes para protegerlo, había sido un amigo de su madre hace muchos años y cuando regresó de viaje él lo contrató para que cuidara la casa y a él. Steve había despedido a todos los sirvientes de Johann inmediatamente después de su muerte. Eran fieles a su marido, no a Steve.

Cuando Steve salía a pasear inevitablemente seguía la dirección contraria que llevaba a su antiguo hogar, la casa de sus padres. ¿Armin estaba con Joseph? Y si así fuera, ¿por qué? Steve se estremeció al recordar la actitud de Armin poco después de la muerte de su padre.

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El funeral había concluido, se había leído el testamento y Steve había enfrentado a Armin en la sala. Siempre que lo veía se veía a él mismo, de rodillas ante él, los puños con fuerza en el piso, recibiéndolo en su boca...

- Te marcharas en la mañana – le dijo.

- Steve, quiero que vuelvas a complacerme – dijo Armin con voz pausada –. Nunca llegué a tenerte, como me prometió mi padre. Esta noche, no, ahora mismo, vamos a la habitación.

Steve lo miró fijamente. Él no podía hacerle nada, no podía obligarlo. Schmidt
estaba muerto. Ahora nadie podía obligarlo.

- Contigo no iría ni siquiera a la tumba.

Armin parecía desconcertado.
- ¿Por qué? Yo no soy mi padre. Tú ya me complaciste, y yo te he visto. Ahora quiero tenerte bajo mi cuerpo. Quiero penetrarte y marcarte. Anudarte. Te agradará. Mi padre me dijo que te encantaba que te tocaran y atendieran. Te deseo, Steve. Quiero que nos enlacemos y estés siempre conmigo. Después de un tiempo prudente podremos casarnos.

Steve le hizo una seña a Barton que estaba en la puerta. Cuando Clint estuvo a su lado dijo: - Por favor, dile a Sam que prepare el equipaje del señor Armin Zola y asegúrate de que esté fuera de mi propiedad en el plazo de una hora.

- Muy bien, Señor.

Armin solo esperó a que Clint saliera de la sala y después gritó: - ¡No! ¡No puedes hacer esto! Esta es mi casa... mi padre quiso que yo estuviera aquí. Te deseo, Steve.

Era demasiado. ¿Pensaba que Steve se había enamorado de el después de aquella noche horrible en que Schmidt lo había obligado a...? Negó con la cabeza.

- Escúchame, Armin. Me repugnas, y no quiero volver a tenerte cerca. Tu padre me obligó a hacer esas cosas. Yo no quería. ¿Entiendes? No quiero volver a verte.

- Solo estás pensando en lo que es correcto. Que hayas estado casado con mi padre no significa que ahora no puedas estar conmigo.

Steve quería matarlo. Pero como omega poseía más tranquilidad que cualquier beta o alfa. Así que con serenidad dijo: - Te irás. Ahora.

- ¡Te tendré, Steve! Mi padre dijo que podía tenerte. ¡Me lo prometió!

- ¡Tu padre está muerto! ¡Muerto y enterrado!

Armin Zola le dirigió una última mirada y salió de la habitación.

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Esa era otra razón por la que temía reincorporarse a la sociedad, suponía Steve. Armin había creído que a él le había gustado realizar ese acto tan desagradable. Esperaba que el omega deseara continuar haciéndolo. ¿Se trataba de algo que el dejaba ver, en su olor, en su postura, en su mirada? ¿Quizá se lo había dicho a otros? Soltó un ruido quebrado, entendió que ese gemido de terror había salido de su garganta. Necesitaba calmarse. Habían pasado muchos meses, y él era libre, totalmente libre.

- ¿A dónde quiere ir, Señor?

La voz de Clint lo hizo reaccionar.
- No lo sé. ¿Alguna sugerencia?

Barton le dirigió una mirada sincera antes de responder.
- Si. A la casa de la serpiente.

Steve se quedó inmóvil un momento.
- ¿Quién sería la serpiente?

- Una muy sinvergüenza, si me disculpa las formas de hablar de él.

- Joseph – dijo Steve.

Steve jamás le dijo una palabra a Clint de su padre. ¿Cómo se enteró de su existencia? Pensó en ello. Steve había sido un cobarde, un lamentable cobarde, y esa actitud se había prolongado por un año después de la muerte de Schmidt. Se había atribuido la culpa y creía que era el responsable de todo lo que había pasado. Quizá, solo quizá, podría exorcizar algunos demonios.

- Bien – dijo Steve abrochando su cinturón –. Vayamos a explorar. Veamos si Armin Zola está viviendo con Joseph Rogers.

Clint se frotó las manos.
- La pequeña rata –. Ante eso Steve se echó a reír, una risa pura y sincera, pero en el fondo aún sentía temor.

Cuando llegaron a su antiguo hogar Steve observó todo con detalle, esperando el sentimiento de añoranza que siempre lo abrazaba al ver esa casa, pero esta vez no sintió nada. El lugar parecía descuidado, como si a sus ocupantes no les importara la apariencia del lugar.

- Señor Steve – saludó el mayordomo al abrir la puerta-. ¿Quiere ver al Señor?

- ¿Por qué no? – dijo Steve y antes de entrar se volvió hacia Clint –, debo hacer esto solo. Pero quédate en las ventanas que dan a la sala. Iré a esa habitación.

- Por supuesto, Señor –. Clint lo vio entrar, con los hombros firmes y el mentón en alto, pero aún tenso. "Pobre", pensó, "pero él necesita esto, afrontar a su condenado padre". Había estado demasiado tiempo encerrado en sí mismo. Tenía que volver a la vida, lidiar con sus temores. Recordó un momento, un año atrás, estaba en un bar y un hombre no dejaba de insultar y demostrar su desprecio por el nuevo dueño de la mansión Schmidt, no fue difícil que le diera información. Al día siguiente Clint se presentó ante el hijo de su antigua amiga Sarah y este lo empleó enseguida.
Cuando se dirigió a la ventana para vigilarlo no dejó de darle fuerzas a través de un pensamiento: "No pierdas la cabeza, muchacho".

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Joseph escuchó sorprendido a su mayordomo diciéndole que su hijo estaba de visita. Frunció el entrecejo. Había estado formulando ideas para poder acercarse a él, pues las veces que había ido a la casa no le permitieron la entrada y ahora, meses después... era extraño que estuviera aquí. Mejor dejarlo esperar un poco también como castigo, mientras tanto repasó lo que quería decirle. Por un tiempo no tocaría el tema de Armin. Igualmente, comenzaba a dudar de su utilidad, era desagradable.

Joseph entro lentamente a la sala.
- Mi querido hijo, que bien se te ve – le sonrió.

Steve sintió que el cuerpo se le tensaba, palidecía y sus manos comenzaban a transpirar.
- Hola, Joseph. – Steve se tranquilizó al escuchar la serenidad de su propia voz -. A ti se te ve bien también. Por supuesto, no hay motivo que impida que tengas buen aspecto, ¿verdad?

- Que alegría verte después de tanto tiempo.

- Si, supongo que así es. – Steve recorrió la mirada por el lugar –. A mi madre le gustaba tomar el té en esta sala. Por las noches siempre preparaba un té de hierbas dulces y a veces compartíamos un chocolate –. Aún podía verse sentado frente a su mamá tan sonriente y dulce

- Si, si, tu momento encantado. Bien, eso ya no importa, ¿verdad? Steve, hace mucho quería verte. Estaba muy preocupado por ti.

- Creo que me sentaré – dijo Steve, y ocupó un extremo del sillón. Dirigió la mirada a la ventana y pudo ver a Clint ahí, inmóvil.

- Como decía, estaba preocupado por ti – afirmó Joseph con voz fría. El tonto omega parecía distinto ahora –. Steve, parece que no me crees, eres mi hijo.

- Eso es discutible, Joseph – pensó que con las actitudes de su "padre", este distaba mucho de la idea que tenía de uno.

- Steve, me tienes solo a mí.

Steve miró atentamente a Joseph. Si, era necesario exorcizar el fantasma.
- Joseph, Schmidt me dijo lo que hiciste. No tienes por qué seguir con el papel de padre amoroso. Sé que me vendiste. Schmidt dijo que pagó veinte mil dólares por mí, y cinco mil más la vez que vine a pedirte que me protegieras. Dijo que lo obligaste a pagar el rescate.

Joseph palideció y sus manos se hicieron puños.
- ¡Eso es mentira! Dios, ¿creíste la palabra de ese viejo depravado? Steve, te juro que no es cierto.

- Yo creo que es cierto – dijo Steve.

- Escucha, Steve. Ese día tuve que permitirle que te llevase. ¡No tenía opción! Es... era... tu alfa, tu dueño y al ser tu marido tenía la ley de su parte. Me amenazó. Dijo que me dejaría en la quiebra.

Steve no le creyó, no podía hacerlo. Se levantó lentamente.
- Lamento muchísimo tener tu sangre – dijo, y caminó hacia la puerta.

- ¡Steve! ¡Espera! Esa mañana el me prometió que nunca volvería a golpearte. ¡Lo prometió! Yo lo obligue. Le dije lo que pensaba de él y juró que no volvería a hacerlo.
Steve no respondió y continuó caminando.
- Detente, no puedes marcharte –. Steve sintió los dedos largos de su padre cerrarse en torno a su brazo. Tuvo un momento de miedo horrible y paralizador, y después se auto-impuso calmarse. No temería, nunca más. Pero al instante comprendió que no era cierto; se preguntó si temería el resto de su vida.
- Escúchame, Steve. No conoces la verdad. Schmidt tenía información que condenaría a mi padre, un alfa respetable. No podía permitir que arruinara su reputación de líder de la manada. Me había jurado que me entregaría la información después de casarse contigo, pero me mintió. Volvió a usarla cuando viniste aquí. ¡Yo no tenía alternativa!

- Suéltame, Joseph.
Joseph obedeció y Steve dijo en voz baja: - Tu padre está muerto. En ese momento ya estaba muerto. Y yo no. Te preocupaste más por la reputación de un alfa muerto que por la de tu propio hijo omega. Eres despreciable, Joseph. Vine aquí a decírtelo.

Joseph retrocedió.
- Steve, por favor, debes entender.

- Vine aquí para exorcizar un fantasma. Ya lo hice.

- Hijo, yo intenté protegerte.

- Eres un mentiroso. Pero no importa. Si tanto te preocupas por mí, ¿Qué hace Armin aquí?- Esperó, pero Joseph guardo silencio-. Veo que no puedes responder. Adiós, Joseph. Ojalá no vuelva a verte jamás.

Apoyó la mano en el picaporte y entonces el otro dijo en un murmullo: - Armin Zola está enamorado de ti. Vino a pedirme que te convenciera y le diera tu mano. Odiaba a su padre. No se parece a Johann Schmidt.

Steve experimento una sensación de revuelto en el estómago y después movió la cabeza. Jamás olvidaría esa noche terrible en que Schmidt le obligó a complacer a su hijo. Aún podía oír los gemidos de Armin, sentir los dedos enredados en su cabello, mientras lo apretaba contra su carne. Steve estaba temblando.

- No – dijo, y abrió bruscamente la puerta –. No, ¡maldito sea!

- Steve, te has vuelto un omega muy frío – dijo Joseph –. Pobre Armin, ahora no tiene a nadie.

Solo miró a Joseph una última vez.
- No merece a nadie. Adiós Joseph.

Él no dijo nada y vio al omega atravesar la salida hasta el auto hablando con Clint en voz baja. Joseph no se sintió completamente derrotado, había percibido el miedo en su hijo y ahora tenía que pensar la mejor manera de controlar eso.
Se dirigió silbando al cuarto de Armin.

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- ¿Y bien, muchacho?

- Egoísta – dijo Steve –, mi padre es muy egoísta.
Clint percibió un leve temblor en su voz que lo hizo fruncir el entrecejo, pero no dijo nada.
- Clint, ¿sabes que me agradaría hacer?

- ¿Qué sería eso?

- Quiero ir al río.

- ¿Se refiere al pequeño arroyo?

- Si, cascarrabias, me refiero a eso. Si alguien te escuchara creería que hablas de un riacho lodoso y minúsculo.
El beta no respondió. Steve se burlaba de él y sonreía. No era la sonrisa más grande que podía dar, pero era una sonrisa. Quizá el haber aclarado las cosas con Joseph lo había ayudado a limpiar un poco la amargura y comenzar el proceso de curación.

Al llegar a la casa Steve y Dodge bajaron del auto, su perrito ya estaba más grande, pero seguía siendo alegre y enérgico. Cuando tuvo que casarse Schmidt lo obligó a deshacerse de él, por supuesto que se aseguró de dejarlo en una casa donde lo cuidaran muy bien, y cuando por fin fue libre lo recuperó, aun recordaba cuando este lo tumbó al piso de tanta felicidad, subiéndosele encima y llenándolo de lamidas.
Tomó la correa, que aunque nunca la usaba siempre la llevaba por si fuera necesaria, y partió.

Steve caminaba lentamente hacia el río cuando sintió un aroma un poco picante por sobre los otros, agradable, con mezcla de café y canela.
Dodge se detuvo y atento miró al otro lado del río.

Entonces Steve vio a un hombre. No pudo identificarlo; pero reconoció a la yegua, era Friday.
Anthony Edward Stark había regresado.

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Bueno, acá estamos... alguien quiere matarme por dejarlo ahí? 
VOLVIÓ TONYYYYY!!!! sean felices!!!
Tienen preguntas? Como se imaginan el momento de ellos al hablar? Eh eh???
Yo estoy super emocionadaaaaa!!!! *-*
 Muchas gracias por todo el apoyo. Sus comentarios me alientan a seguir escribiendo.
Voy a poner otro capi como guía del omegaverse que se utilizará en este fic porque ahora va a empezar a notarse más. 
Nos leemos pronto =D     besitoooos!

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