Jordan Parrish

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Un día en la comisaría de Beacon

Siendo la hermana mayor de Lydia, tenía una carga demasiado grande sobre sus hombros. No tanto por la personalidad de la joven, en realidad tenía una sana relación con ella, más bien era el hecho de tener que tomar una desición; buscar la excelencia tanto académica como social con sesiones de estudio intensivas y practica de sus expresiones faciales frente al espejo o decidir su puesto como la hermana vaga y fracasada de la familia.

Así que, como había fingido toda su vida, seguía haciendo del rol de la hermana mayor responsable e inteligente, cursando sus últimos años de universidad y, para variar, tomando sus vacaciones de verano regresando a su ciudad natal para comenzar a bosquejar su tesis para poder graduarse. Faltaba un tiempo para que aquello llegará, pero le gustaba adelantarse a la problemática y solucionarla antes de que se volviera un verdadero inconveniente.

Cómo buena comunicóloga, quería demostrar el día a día de la vida de una persona que se ganaba la vida en este sistema capitalista en el que todos vivimos, las dificultades que suelen presentarse y la negligencia que se podría tener con la clase proletaria. Si, tenía todo para ser la oveja negra de la familia.

Se dedicó a observar a la gente de Beacon Hills para poder elegir a algún profesionista o trabajador mientras hacía sus tareas diarias: recogiendo a su hermana a la escuela, llendo a por las compras y haciendo ejercicio. No tenía idea de por dónde empezar, hasta que un día, esperando por Lydia en la comodidad de su auto, Stiles salto dentro de la camioneta y le rogó que hablara de la dura tarea de ser un policía, argumentando que le encantaría la idea de demostrar el bien que su padre haría por la comunidad. Algo dentro de sí misma le indicaba que se debía a qué el agente especial, el padre de Scott, llevaba una investigación contra el sheriff Stilinski, así que aceptó. El trabajo del señor McCall apestaba.

—Así que para ser periodista tienes que hacer ensayos sobre la estación de policía de Beacon—una voz conocida la obligó a levantar la cabeza desde la silla en su "oficina", aquel recoveco polvoriento dónde cualquiera que pasará tumbaba sus cosas. La mesita de madera que funcionaba como escritorio rechinaba cada dos por tres y se había visto obligada a poner una bolita de papel debajo de una de sus patas para que esta dejara de balancearse.

—Si, bueno, se debe trabajar duro para llegar a donde quieres—soltó dejando de buscar coherencia alguna al texto que estaba escribiendo, se había rendido de intentarlo. Tiró la pluma a un costado para llevarse las manos a los cansados ojos y frotarlos.

Jordan jaló una silla con rueditas que estaba por ahí y se sentó al otro extremo de la mesa, con una sonrisa que reflejaba pena por su estado. Un oficial pasó por su lado dándole un golpe en el hombro, pero cuando se volteó a reclamarle el tipo ni siquiera se detuvo a disculparse. Con un ademán hizo de menos la situación y volvió a girarse hacia su persona.

Llevaba un vasito térmico en cada mano y luchaba por mantener el equilibrio, así que aquel empujón no lo había hecho muy feliz.

—Pensé que un poco de café te ayudaría—extendió el brazo y al momento en que se rozaron sus manos, una sonrisa tímida apareció en su rostro.

—Uf, muchas gracias. Hace un par de litros dije que era lo último que tomaría, pero...—le señaló con la cabeza el bote de basura lleno de filtros para el café usados—. ¿Te dejan andar por ahí sirviendo café a las personas?

Su corazón dió un brinco al escuchar la risa de Parrish y rogó por qué el otro no llegara a escuchar aquello.

—Es mi hora de comer.

—¿Y decidiste pasar este preciado tiempo conmigo?—bromeó llevándose una mano al pecho, aunque en el fondo el asentimiento del contrario hizo que la sensación cálida se extendiera de nuevo por su pecho—, estoy conmovida. Espera, aquí tengo otro sandwich de queso, algo me dijo que lo iba a necesitar.

ONE SHOTS (TEEN WOLF)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora