Scott McCall

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Te lo apuesto

—Quien haga más puntos, pagará la comida esta noche—sugirió la chica mirando retadoramente a Scott. Aunque era unos centímetros mas baja, no se dejó intimidar ante la sonrisita burlesca del chico.

—¿Yo también puedo jugar?

—No, Stiles, tu perdiste la apuesta del videojuego y tienes que rentar la película—respondió al joven pelinegro, sin despegar la vista de los ojos chocolate frente a ella.

El humano refunfuñó y, golpeando su palo de lacrosse, se fue a sentar al lado de Malia, quien lo ignoró mientras seguía leyendo su libro y apuntes de matemáticas. Ultimamente la chica había mejorado mucho gracias a la inteligencia de Lydia y a la paciencia de su nueva mejor amiga que, cuando no estaba haciendo apuestas con sus compañeros como en este momento, le dedicaba gran parte de su tiempo.

—Soy un hombre lobo, tengo más fuerza—se burló seguro de su victoria, ganándose unos ojos en blanco.

—Yo también, tonto—hizo brillar estos mismos de color dorado, muy segura de sí misma.

El chico cambió el peso de pierna y se apoyó sobre la red de su palo de entrenamiento, aún con una sonrisa pretenciosa.

—Yo un alfa—él le devolvió el gesto al hacer que sus ojos se tornaran rojos.

La muchacha se separó de él llendo directo a la portería y, casi tomándolo por sorpresa, le lanzó la pelota con más fuerza de la que una humana normal habría aplicado.

—Si podía patear tu trasero cuando éramos humanos, ahora también lo haré.

Conforme el tiempo pasaba, los goles sumaban cantidades ridículas, muy acordes a lo que sería un partido entre un par de cambiaformas con la fuerza y destreza de un lobo. Scott era fuerte, pero su amiga le estaba dando un momento difícil a la hora de competir, pero juzgando por la respiración agitada y los latidos veloces del corazón ajeno, ya deducía que ella se estaba cansando. Aún así, sabía que no se la dejaría tan fácil.

En un momento en el que la joven se detuvo a tomar un respiro, acomodando su equipo deportivo, escuchó sin querer espiar, la conversación que Malia llevaba con Stiles.

—Ella sabe que Scott la está dejando ganar ¿no?

—No lo creo, desde que él se volvió más fuerte, se esfuerza en complacerla y no dejar que ella lo note.

Eso la tomó por sorpresa, pero aquello no impidió que la molestia se hiciera presente. ¿Desde hace cuánto tiempo que Scott estaba mintiendole? Quizás no debió haber escuchado aquella ajena conversación, porque la inseguridad atacó desde el fondo de su ser hasta casi sentir que le cosquilleaban físicamente los dedos.

No podía aceptar aquello, queriendo demostrarse a sí misma que era capaz de ganarle al moreno por su cuenta, así que, sin un aviso, colocó rápido su casco y echó a correr a toda velocidad para atacar al chico. Este respondió por mero impulso o quizás instinto intercediendo en su camino para evitar que anotarán otro gol en su contra, logrando que ambos chocaran y cayeran al piso.

—Hola—dijo Scott con en susurros después de soltar algunos quejidos debido al impacto, viéndola desde abajo. Agradeció que los cascos estuvieran de por medio y evitaran un mayor acercamiento y por consecuencia, que él no notara sus mejillas rojas. No se preocupaba por delatarse con los latidos de su acelerado corazón, porque estos podían fácilmente confundirse con la agitación del momento.

—Contesta, McCall ¡Y no mientas! ¿Me has dejado ganar todo este tiempo?

El muchacho apenas y pudo sostenerle la mirada, atrapado en su propia telaraña de mentiras, quizás buscando una buena excusa para darle.

—Am... yo...

Le dió una dura palmada en el pecho, aún enfadada.

—¡Idiota!

Y no había necesitado de palabra alguna para tener una respuesta, puesto que la mirada de cachorro regañado que le regalaba, ya le daba una idea.

Dió un gruñido animal involuntario y resignada decidió que no tenía nada más que hacer ahí, por lo que intentó levantarse al darse cuenta por fin de la incómoda posición en la que tenía acorralado a Scott. No se había logrado despegar ni dos centímetros cuando el joven la tomo de las muñecas y se estrelló contra su pecho.

—¿Qué haces?—los nervios atacaron inevitablemente cuando la mano morena se acercó a su rostro para retirar el casco y luego el propio. McCall se llevó una palma hasta donde estaba el corazón. "Perdón", interpretó la joven y se confundió más.

Pero él no estaba seguro de que la disculpa fuera por la mentira piadosa que mantenía desde hace tiempo o por lo que había decidido hacer. Los largos dedos fueron a parar a la acalorada nuca contraria y se enredadon en los largos mechones de cabello castaño, embargandose de una sensación que anhelaba desde hace tiempo, mientras la observaba sonriente.

—¿Scott?—alcanzó a decir antes de que fuera jalada contra el cuerpo bajo ella y entonces pasó. Scott la estaba besando y, aunque la sorpresa fue grande, la sensación placentera era mayor, por lo que se apuró a responder casi con necesidad.

Desde las bancas, un sorprendido Stiles los veía con la boca abierta mientras que su pareja, a su lado, tenía una expresión que podría se podría interpretar como un "por fin" mudo. Malia se giró cuando el otro le llamó golpeando su hombro y este dijo:

—¿Escuchaste lo que dijeron?

—Si.

Se miraron y el chico hizo un ademán, frustrado de que su novia aún no entendiera algunas cosas.

—¿Me dirás qué fue?

—No—y antes de que el otro se quejara, se apuró a responder—: incluso yo, entiendo que esas cosas son privadas.

Y se volvió a interesar en sus estudios, tendrían exámenes pronto y la verdad era que le faltaba mucho por entender de la escuela.

ONE SHOTS (TEEN WOLF)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora