Sexto

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—Deberías descansar —dijo Silver a la vez que apretaba el hombro de su hijo adoptivo—. Dijiste que ahora la máquina tenía que trabajar sola.

—No quería que fuera así como pasaras tu aniversario —recordó sabiendo que había sido el día de su captura.

— ¿Bromeas? —palmeó su espalda— Si ha sido inolvidable. Y no me cambies de tema —le dirigió la expresión que utilizaba en pocas ocasiones con él para ponerse severo—. Duerme un poco, Gray.

Aunque sabía que Silver tenía razón, el muchacho no podía declinar en su atención. Llevaba dos noches sin dormir seguidas y notaba el agotamiento que le pesaba. Sin embargo, cuando su mente entraba en modo profesional pirateando las defensas, no podía evitar focalizarse tanto que perdía la noción del tiempo. Probablemente no habría comido de no ser porque Silver estaba a su lado acompañándolo, e incluso haciendo algo tan odioso como dándole de comer a la boca como un bebé.

Resultaba evidente que Silver había desempeñado un rol paternal desde que vivían juntos, que incluso podría retrotraerse al momento en el que se vieron por primera vez. En su primer encuentro, Silver ya se había sacrificado por él, lo había protegido, le había dirigido consejos y lo había llevado con sus pdres.

Poco importaba para el hombre deseado por varones y féminas que la diferencia de edad de poco más de una década no fuera suficiente para ello, siendo más lógico que su relación fuera del tipo fraternal.

Quizás se debiera a la auténtica edad que Silver tenía en su interior, y no a la mera cronológica. Después de todo, si bien ostentaba una personalidad más infantil y juguetona que la de Gray, resultaba evidente que el Silver de quince años ya había ganado suficiente experiencia en su vida como para poder afrontarla con la madurez de alfuien de cuarenta. Por esa razón, el hacker le seguía pidiendo consejo en la actualidad.

Decidió que debía cerrar los ojos y probar de dormir un par de horas, lo que calculaba que tardaría la computadora de la nave a la que tenía acceso.

Le habían dado el voto de confianza una vez habían sabido del interés de Gray en hacer caer el régimen, especialmente cuando el pirata informático había completado la información que la ex esclava del Cónsul había ofrecido acerca de la razón que le había llevado a ser apresado. Que desde los diez años estuviera reventando las defensas cibernéticas de Edolas, daba a entender que su aversión hacia el sistema era firme y consolidado.

La propuesta que le habían hecho de contribuir a su causa lo había motivado a lograr su objetivo de forma más rotunda, especialmente cuando había sabido que cabía la posibilidad de sobrevivir fuera de la cúpula, habiendo sido engañados de nuevo los ciudadanos por el Pretoral y el Cónsul en aras a dominar la sociedad que había constituido la comunidad de Edolas.

Estaba cumpliendo su sueño y no se lo creía todavía que iba a poder acceder al nucléodo de Edolas. Durante años había deseado vengar la muerte de sus padres, así como darle a Silver una vida mejor, tal como se merecía. Aunque él le repetía con una sonrisa que estaba conforme con su ocupación laboral, Gray era conocedor de lo cansado que llegaba al terminar la jornada de un empleo que no le agradaba, y que esa misma sonrisa flaqueaba en pequeños momentos, cuando creía que no estaba siendo observado. La prostitución era la profesión que podía dotarte de una mayor economía cuando estabas colocado en la posición más baja de la escala social, y eras un auténtico incapacitado para desarrollar otro lugar.

Aunque no lo pareciera, la Zona Succubus había significado la salvación para todos aquéllos que, como Silver, habían sido declaradoos discapacitados sociales de Edolas, abandonados por sus padres para huir de la vergüenza genética y del gasto económico que suponían los fármacos para gente con taras como él. Silver había descendido de la planta cuarenta y nueve a la más baja como método eutanásico, esperando su muerte por la teoría de la selección de la especie. Y, en su lugar, el pequeño de siete años había elegido la vida.

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