IX

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Mis lágrimas quemaron mis mejillas ante la mirada perdida que tenía ante el temor que nació en mi ser al escucharla gritar mientras las paredes se teñían de cada una de sus palabras destructivas que jamás esperé que vinieran dirigidas con tanto veneno hacia mi.

Tomé mis rodillas para ocultar mi rostro entre mi cuerpo que se sentía tan frágil como si el cristal hubiera sido parte de mi alma, cada una de mis lágrimas eran un recuerdo en reproducción infinita de como su mano había retumbado en mi mejilla como una señal  de su desprecio.

Aún sentía como todo mi ser se estremecía al notar como la chica que me miraba como nadie más supo hacer, la misma que me protegía la vela si empezaba a temblar; había sido capaz de quitar cualquier tipo de confianza que pudiese tener dentro de mí.

La chica que me leía cuentos que me hicieron volar ahora se había vuelto en la escritora de mis propias tragedias mientras mis palabras sin voz me escupían todo el dolor que podía existir en cada centímetro de mi corazón.

El sonido de la puerta abriéndose hizo que todos mis sentidos se pusieran en alerta notando como Lauren se encontraba con el rostro enrojecido por todas las lágrimas que se marcaban en su palidez, no supe que decir ante esa imagen, sin embargo, las palabras no fueron necesarias cuando ella no dudó en acercarse a mí con sus ojos verdes siendo naufragos entre sus propias tristezas y todo su cuerpo al pie de la cama quedándose de rodillas buscando mis manos para ponerlas entre sus labios.

Perdóname mi amor —sentenció totalmente arrepentida mientras yo aún seguía con el miedo carcomiendo cada milímetro de mi alma, sin saber como reaccionar frente a sus palabras —Yo no quería hacerlo—mencionó demostrando el miedo que también estaba presente en ella frente lo que había sucedido, ambas estábamos desorientadas sin saber realmente qué decir o que hacer frente a la escena que había sucedido hace tan solo unos minutos pero que aún así parecía que habían sido milenios de distancia con nuestras almas perdidas en el presente —Camz —dijo atragantándose con sus propias lágrimas —Por favor, perdóname —agregó volviendo a posar mi mano derecha entre sus labios —Mi amor, por favor —confirmó—Ésto no volverá a pasar —concretó dejándome sin palabras claras a las cuáles pudiese optar en aquel momento.

—Quiero estar sola, por favor —dije quitando mi mano del camino de sus labios, a pesar de que lo único que deseaba era a ella ofreciéndome todo el cariño que solo ella podía. Mi sentido estaba desorientado y aún tenía miedo de que mis ojos se perdieran ante los suyos, por suerte ella solo asintió con un suspiro siendo parte de las palabras que no dijo mientras salía de la habitación.

Me recosté abrazando mi almohada maldiciendo una y otra vez bajo mi nombre, ya que a pesar de todo, seguía siendo tan cobarde como para seguir queriéndola de la misma forma ciega que siempre había estado dentro de mí.

Las mil palabras que nunca adquirieron voz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora