Seguridad

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—Lyn.—Murmuro mientras ella me sonríe y decido quedarme con ella un momento más.

—Sabía que no me dejarías sola.—Me responde.

—No pensaba hacerlo.

—Dime cómo sucedió.

—Él desobedeció mis órdenes. La flota estaba fuera de la órbita, no había nada que nos pudiera detectar... pero él decidió adelantarse para acercar a sus tropas y llevarse todo el crédito, pero entró a la órbita y reveló su posición y también la de la flota entera. Un rayo de luz impactó en la nave y destrozó todo a su paso... no hubo sobrevivientes.

—¿Por qué me dijiste que había muerto bajo la mano del comandante de la resistencia angelical?

—Quería que lo vieras con mejores ojos. Necesitaba verte mejor.

—Alto general Aphelion.—Me llama un médico y lo volteo a ver.—El alto general Ambicatus quiere verlo.

—Voy en un momento.—Le respondo y él sale de la habitación.

—Ve con cuidado.—Murmura Lyn.

El médico me guía por los pasillos del hospital para salir de él y en la entrada se detiene.

—¿Cuanto tiempo estará así?—Le pregunto.

—Tal vez un par de meses.—Me responde y sus ojos cambian repentinamente a un color negro.—Y después la asesinaré.—Me dice con una voz grave y rasposa.

Me coloco en posición de ataque y el médico vuelve a tener los mismos ojos de hace un momento, cae e intenta levantarse.

—¿Se encuentra bien?—Le pregunto mientras me agacho para intentar ayudarlo.

—Aléjese.—Me ordena mientras retrocede.—Ya viene. Uxellodunon ya viene.

El médico comienza a correr hacia uno de los campos de en frente del hospital y agarra la daga de un reaper del primer infierno que está recostado, el reaper se levanta y le pide la daga.

—Dámela.—Le dice mientras el médico pone la daga en su propio cuello.—Oye, no quieres hacerlo.

—Uxellodunon ya viene.—Le responde el médico y clava la daga en su propio cuello tan profundamente que el mango da con el cuello.

—Oye, la acababa de limpiar.—Se queja y saca la daga del cuello del médico para volver a limpiarla.

—¿Quién es Uxellodunon?—Le pregunto al reaper, él se detiene y vuelve a guardar su daga.

—Sígame.—Me pide. Ambos entramos al castillo de Satán y nos dirigimos hacia la sala de consejo de los clarividentes, los justicieros que custodian las puertas cruzan sus espadas prohibiéndonos el paso y el reaper se detiene.—Quítense.

—Solo los clarividentes pueden entrar a esta sala.—Le responde uno de los justicieros.

—Soy el general Davos.—Insiste el reaper.—Líder de los reaper del primer infierno y segundo al mando del alto general Ambicatus. Nos encontramos en un código 19.

—¿A cuántos perdimos?—Le pregunta el otro justiciero.

—A un médico. Muchos más van a morir si el alto general Ambicatus no es informado ahora mismo.—Los justicieros vuelven a erguir sus espadas y Davos me pide que entre.

—General Davos.—Llama Ambicatus.—Usted no está autorizado para entrar aquí.

—¿Acaso no lo ha sentido, señor?—Le responde Davos, Ambicatus intenta concentrarse y luego se estremece como si hubiera recibido la peor de las noticias que puede recibir.

—Uxellodunon.—Murmura.

—Tulianum también ha salido de su brecha.—Le responde Dynamo.

—Y Sacrapos.—Continúa Opeth.

—Todos están afuera de sus prisiones.—Anuncia Overkill con una voz débil.—Gobanno también está saliendo de la suya. Debemos evitar que sus cuatro ejércitos se junten.

—Hay que atacar.—Propone Saurom.

—Sacrapos será nuestro blanco.—Le responde Opeth.—Su ejército apenas está comenzando a salir de la brecha que abrió.

—Hay que apresurarnos.—Nos dice Ambicatus.

Los siete salimos de la sala y nos dirigimos a nuestras bases para preparar a nuestras legiones. Al llegar a mi base, Shadow me recibe y saluda.

—Prepara a quince legiones de reconocimiento.—Le ordeno.—Vamos a salir.

Shadow se separa de mí y se va para convocar a los quince generales de reconocimiento más destacados del ejército del cuarto infierno. Yo me dirijo hacia mis aposentos y tomo mis dos pugios para colgarlos en la parte trasera de mi cintura, agarro un cinto que se recarga en mis hombros y tiene dos espadas claymore cruzadas, cuyas hojas recorren desde mi hombro hasta la mitad de mi muslo y una montante en el centro, un cinto más que tiene dos zweihänder a los costados de mi pelvis, guardo dos estiletes adentro de mis botas y guardo dos almaradas en mis hombros.

Salgo de mi habitación y me dirijo hacia una de las plataformas superiores de mis hangares para encontrarme con algunos reaper de reconocimiento subiendo algunas cajas de provisiones para el viaje, a otros subiendo a los juggernaut y a los últimos encendiendo los portales para cruzarlos.

—Hoy sí viene preparado.—Me dice Ventus mientras se coloca a mi lado.—Usted nunca viste así.

—Hay que acabar con las tropas de Sacrapos lo más rápido posible.

—Las únicas veces que vi a su padre tomar esa iniciativa fueron cuando Deus llegó a Anagantios y cuando Demogorgón exterminó a casi toda la orden cuando recién estaba comenzando.

—Mientras más rápido acabemos con los representantes de la oscuridad, más rápido alcanzaremos la paz.

—El campo de batalla siempre va a existir, señor. Que nos vayamos a enfrentar a una bola de aficionados es diferente.

—Entonces vastas legiones de tresmil soldados son una bola de aficionados.

—En esta orden... sí.

Ventus baja de la plataforma y sube a un juggernaut con soldados que tienen grabados de su legión en sus armaduras.

Extiendo mis alas y decido bajar con cuidado, una vez en el suelo, me dirijo hacia otro juggernaut y me dirijo hacia la cabina de los pilotos.

—¿Está seguro de querer partir?—Me pregunta uno de ellos.

—Así es, oficial.—Respondo.—Los clarividentes ya deben estar entrando al campo de batalla.

El juggernaut comienza a alzarse y la cabina se tambalea un poco.

—Todos los artilleros en posición.—Informa uno.

—Cabinas de transporte aseguradas. Estamos listos para entrar a los portales.

—En espera de órdenes.

—Desplieguen a todos los juggernaut disponibles.—Ordeno y el juggernaut cruza el portal.

Renacer #5 - RevelacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora