Mamá.

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20 septiembre, 2012.

Mamá.

Aquél día era el cumpleaños número dieciocho de Alelí, era nuestro último año en el colegio, y empezaríamos una nueva vida. Yo aún no tenía planes, pero ella tenía su vida planeada desde los doce años. Era inevitable, el hecho de que nos tendríamos que distanciar, pero intentábamos no pensar en ello mucho.

Mi regalo, por muy atrevido que fuera, sería algo que Alelí necesitaba con toda su alma para empezar una nueva vida, pero que no se atrevía a confesar.

Localizar a su madre no fue tarea fácil, de hecho me llevó meses, y mucha ayuda de su padre, quien todo el tiempo me repetía:

-Si logras encontrar un fantasma, entonces juro que tendrás mis respetos.

Antonio siempre fue un hombre muy serio y distante, pero con el paso del tiempo sentí que me dejaba de odiar tanto. Recuerdo con añoranza, cómo en el momento en que la localicé, lo abracé, y el de inmediato me fulminó con la mirada.

-¿Pero qué te pasa?

Le conté, y el aseguró que no me llamaría "Hijo" ni se reiría de mis chistes en la mesa.

-Sólo necesito la mano de su hija, algún día.- le respondí yo.

Y a pesar de que nunca lo admitió, en su cara se dibujó una expresión jocosa, que disimuló al instante.

-¡Déjate de juegos! Dime dónde está.

Aunque localizarla, no fue fácil, mucho menos lo fue lograr convencerla de que se viera con Alelí. Pero, de eso, se lleva todo el crédito Antonio. Él fue quien logró convencerla, para que finalmente, una tarde, después de muchos años, se reuniera de nuevo con su hija.

Y allí estaba Alelí, sin ninguna idea de lo que ocurriría, al frente de una cafetería que le encantaba, con una gran sonrisa.

-¿Vamos entrando?

-No, adelántate un poco más, yo cuadraré tu sorpresa de cumpleaños.

Me soltó de la mano y entró. Su madre ya la debería estar esperando allí, así que todo lo que tenía que hacer, era esperar.

No sé exactamente cuánto tiempo pasó, tal vez una hora o más, pero recuerdo muy bien el rostro empapado de lágrimas de Alelí al salir.

-¿Tú hiciste esto?- preguntó con resentimiento.

-Sí, Alelí, pero, lo hice porque creo que lo necesitabas.- Mal elección de palabras, ella soltó una carcajada sarcástica.

-Entonces, ¿te crees con derecho de saber lo que necesito y lo que no y manejar mi vida a tu antojo? Will, te confié esto porque sabía que nunca podrías lastimarme... Ahora me arrepiento tanto.

Seguía llorando, y lo único que pude hacer fue intentar abrazarla, pero ella me apartó y se fue. Pronunciando unas últimas palabras:

-No quiero verte más.

A través de un lente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora