Capítulo 5

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Auschwitz,18 de noviembre de 1942

Cada día seguían llegando nuevos prisioneros a Birkenau, y otros tantos morían a diario en las cámaras de gas. Había una guardiana, llamada Irma Grese, que era de las personas más crueles que han pisado el planeta. Parecía que había salido del mismísimo infierno, como la mayoría de guardianes y cargos de las SS.

Un día, mientras iban de camino al barracón tras salir de las letrinas, la propia Irma Grese paró a Caroline, y le dijo que debía acompañarla. Erika y los niños fueron al barracón y Caroline siguió con paso rápido a Irma. ¿Qué iba a hacer con ella? Irma la dirigió hacia los hornos crematorios y el terror se apoderó de ella. Vio las altas chimeneas, que en ese momento estaban inactivas, pero que tal vez ella sería la próxima desgraciada víctima. Morir quemada viva.Se le hizo un nudo en el estómago al pensarlo. Sabía que los nazis eran crueles, pero ¿eran capaces de llegar a ese punto?

-Schnell, Arschloch!!-gruñó Irma, empujando a Caroline. (Traducido del alemán: rápido, hija de p...)


Caroline aceleró el paso y entró en el gran edificio de ladrillo, que la recibió con olor a azufre y cenizas. Irma accionó el suministro eléctrico y la estancia se iluminó. Solamente los hornos crematorios y el hospital tenían electricidad en Birkenau. Ante los ojos de Caroline se formó una visión horrible: una pila de cadáveres esqueléticos esperaban a ser incinerados.

-Tu trabajo será, a partir de ahora, incinerar los cuerpos de los sucios judíos que lleguen aquí. Empieza con esos-le dijo Irma, señalando el montón.


Caroline se acercó a encender dos de los hornos y arrastró uno de los cuerpos hacia el primer horno, el que tenía más cerca. Al tocarlo,sintió como si la propia Muerte la abrazase, y tuvo que girarse para evitar vomitar, aunque no tenía mucho que echar.

Cuando Irma se fue, Caroline se deslizó hasta el suelo con la espalda apoyada en la pared y no pudo contener las lágrimas. No quería terminar como esos pobres desgraciados.

Al final del día, volvió al barracón 7. Se dejó caer en la cama y le contó a Erika sobre su nuevo "trabajo". Era un espectáculo grotesco, pero al menos tendría una ración de comida más decente.Por la noche, fueron a las letrinas, ellas, Joanne y Stana. Los niños iban corriendo y saltando, mientras ellas miraban las estrellas.

-Tienen que estar muy tristes por vernos así-dijo Joanne.

-Jo es autista-le susurró Stana a Caroline y Erika-la pobre tuvo la mala suerte de nacer así, y además en una familia judía-

-Vaya-dijo Erika-he oído que los que tienen enfermedades mentales son los más explotados, los que peor expectativa de supervivencia tienen-

-No hace falta que habléis en voz baja, 89567, 94588, 94589-murmuró Jo.

-Son nuestros números...-comentó Erika, fascinada-


-Será mejor que nos demos prisa, si no queremos que nos pillen-dijo Caroline. 

Ángeles entre las cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora