Capítulo 7

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Auschwitz, 23 de enero de 1943

Empezado el nuevo año, las esperanzas de que la guerra terminase pronto eran prácticamente nulas, tanto para los prisioneros como para los que aún estaban libres. Birkenau estaba casi vacío, porque los nazis seleccionaban a diario a personas al azar y los enviaban a las cámaras de gas. Los hornos no daban abasto. La solución que encontraron los guardianes fue echar los cuerpos directamente a las fosas comunes. A Caroline le cambiaron el trabajo; el nuevo era encargarse de que las sábanas del hospital y del barracón de los guardianes estuviesen limpias. Las recogía por la mañana, ponía unas de repuesto y se llevaba las sucias. Las transportaba en una vieja y pesada vagoneta.

Ese día, mientras salía de Birkenau para ir a la lavandería que estaba cerca, vio un grupo de gente que se acercaba a la puerta.

-Heil Hitler!! Traigo un grupo de prisioneros del primer campo, allí no queda espacio libre-le escuchó decir al oficial de las SS que los acompañaba a un guardián que estaba apostado en la puerta.


El guardián le dejó pasar. Caroline puso rumbo a la lavandería, pues no quería que le echasen la bronca.

-Espere, señora-le dijo el guardián-le va a acompañar esta gente-


Un grupo de gente la siguió. Cuando ya estaban allí, uno de ellos se acercó a Caroline y le dijo:

-Hola-

-Perdona, ¿te conozco?-preguntó ella, confusa-

-¿No reconoces a tu cuñado? Debo estar fatal-contestó él, sonriendo

-¿Ralf?-dijo ella, sorprendida-

-Sí. ¿Qué tal están Erika y los niños?-

-Con hambre pero bien. Estamos en el barracón número 7-


Ralf se acercó a Liesel Fischer y le preguntó si ella sabía en que barracón estaba él. Ella le contestó que estaba en el 7. Él recibió la noticia con gran alegría, y seguidamente se lo comentó a Caroline.

Liesel salió para fumar, y mientras cargaban las sábanas limpias en la vagoneta, un niño sucio de hollín se dio a conocer entre los allí presentes.

-Mi mamá me ha dicho que me ibais a sacar de aquí-dijo el chavalín,temblando.

-¿Cómo te llamas? ¿Y tú mamá?-preguntó una mujer.

-Yo me llamo Dan. Mi mamá se llama Joanne y está en el ba...ba...

-¿Barracón?-sugirió un hombre que se había arrodillado junto a él.

-Sí-se apresuró a decir el chico-el barracón-pronunció la palabra con cierta dificultad-el número era...-contó con las manos y alzó siete dedos-

-Espera, ¿tú mamá está en el barracón número 7?-preguntó Caroline.

-Sí. ¿La conoces?-preguntó Dan acercándose a ella.

-Sí. No ha mencionado nunca que tuviese un hijo-dijo ella, perpleja.

-¿Puedes darle esto?-le entregó una carta y ella la guardó en el interior de la camisa de rayas.

-Ven-le dijo la mujer de antes a Dan. Lo aupó y lo metió en la vagoneta. Lo cubrió con las sábanas, pero le dejó un hueco para que pudiese respirar.


Sacaron la vagoneta de aquel lugar y mientras no miraba ningún guardián, ayudaron a salir a Dan y mientras hacían barrera humana para disimular, Ralf se acercó a él y le dio la mano mientras le decía:

-Suerte,chico-


Dan le dio también la mano y susurró:

-Gracias e igualmente-


Echó a correr y se perdió entre unos matorrales. Ellos entraron en Birkenau y fueron a dejar las sábanas limpias en sus respectivos lugares. Ralf y Caroline se dirigieron al barracón 7; los demás, por su parte, fueron al 11 y al 12.

Al llegar, Ralf fue sorprendido al grito de "¡papá!". Tomó en sus brazos a Ilse, mientras Burke y Louis lo esperaban en el suelo. Se acercaron a la litera donde estaba Erika y ella abrazó a Ralf.

-¿Qué haces aquí?-preguntó ella, nerviosa-¿te has escapado?-

-No, nos han trasladado a algunos aquí-contestó él, sonriente.


Caroline se acercó a Joanne y le entregó la carta. Ella se topó con una escritura irregular y se le humedecieron los ojos.

-Oh,my little boy...¿Entonces, ya es libre?-

-Sí-asintió Caroline, mientras la abrazaba.


-Gracias-murmuró Jo, conmovida.

Ángeles entre las cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora