III Parte. Nubes

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Parte III. Nubes

Viernes.

Hay personas con magia te lo prometo, que te hablan y te cuentan cosas impresionantes

sobre mundos que nunca has visto, personas que guardan en su mente sensaciones o

escalofríos de esos que ya no se sienten, que te miran a los ojos y te sumergen en océanos

llenos de tesoros, en prados cubiertos de rojas amapolas, en senderos con miles de caminos

que no sabes cuál tomar, infinitos cielos azules y nubes de blanco algodón, personas de esas

que sólo conoces una vez en la vida, que te enseñan a vivir, que te enseñan lo importante,

lo que importa, de esas que conocen y desaparecen. Por eso me gustaba escucharla hablar,

porque, aunque a veces pareciera que era una mujer triste, estaba llena de vida, por su

manera que tenía a veces de ver la vida. Sin miedos, capaz de cruzar los ríos más

embravecidos que existan, sin salvavidas y nadando a contracorriente, así era ella. Una

mujer nadando a contracorriente. Me gustaba verla contar sus historias, sus pensamientos,

tenía una manera de ver las cosas que la hacían muy especial, sólo había que escucharla con

paciencia, con amor. Veía un mundo diferente que nadie podía entender, unas sensaciones

que la hacían diferente.





Viernes por la tarde, regreso de un mercado de comprar manzanas para hacer una tarta,

enciendo incienso olor romero y me voy descalzando por el salón. Mientras se hace el café

recojo la ropa tendida en el jardín, es verano, pero en el cielo se ven unas nubes oscuras

acercándose, Alessandro juega en la hierba del jardín con sus cromos. Dentro suena el

teléfono, es ella, habla sollozando, se calla y silencio.

-Mia dime, ¿Estás bien?, me ha parecido escucharte entrecortada. ¿Qué tal te sentó el paseo

de ayer? ¿Has podido descansar mejor?

(Demasiadas preguntas para una mente nublada, pienso.)

-Alba estoy mal, me duele la cabeza, anoche apenas pegué ojo, di mil vueltas en la cama.

No recuerdo una noche tan mala en mucho tiempo. Tuve un sueño muy raro donde

abrazaba a un ángel, le tocaba el pelo y todas las estrellas del firmamento brillaban con más

luz, todavía puedo sentir el suave roce de sus mejillas. Blanca seda me rozaba las piernas,

me desperté cuando quise abrazarlo con todas mis fuerzas, parecía tan real...

Lo siento, otra vez con mi mente puesta en las nubes, dando vueltas al abismo, lo siento,

pero necesito desahogarme y tú me escuchas. Perdóname, pero es que con mi marido no

puedo hablar de estas cosas.

-Tranquila Mia no pasa nada ¿Has comido?, recuerda que si no comes te duele la cabeza.

Llevas días que estás comiendo muy poco. (Le digo mientras veo por la ventana como

empieza a llover)

Siete días con Mia (Libro Publicado!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora