PARTE IV. Pensamientos

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Parte IV.  Pensamientos.

Sábado.

A veces cuándo ves a alguien que llora por dentro no sabes si animarle a que vea las cosas

de otra manera o sentarte a llorar a su lado. Pues con ella pasaba totalmente lo contrario,

porque era ella la que terminaba animándome a mí, con su sonrisa, con sus ojos, con sus

flores. Porque yo también tenía días malos y muy malos, no sólo era ella la que tenía días de

vacío, donde no se quería levantar ni de la cama. Me animaba en todos los aspectos que te

puede animar una persona, desde dentro, dándote su fuerza (la que no tenía). Ayudando

siempre a los demás, implicándose en el caso, dando lo mejor de ella, su tiempo, su

fuerza, su vida.

Mia ayudaba a vecinas a acoplarse en el día a día, en problemas diarios y contratiempos del

trabajo. Aparcaba su vida y te dedicaba su tiempo, te resolvía cualquier nudo que tuvieras

atravesado en la garganta. Remolino de energía que te impulsaba a luchar y a vivir con

todas sus fuerzas, quizás la que ella no tenía. Ayudaba a mujeres necesitadas a cuidar de sus

hijos y lo hacía como si fueran suyos. Recuerdo una temporada que trabajaba menos horas

y se quedaba con mi hijo todos las mañanas y lo llevaba al colegio, para que yo pudiera ir a

mi trabajo. Pasé una mala racha en mi vida y ahí estuvo ella. Lo hizo sin pedirme nada a

cambio, lo hacía porque le salía del corazón. Gracias a ella pude salir adelante con mi hijo y

no perder mi trabajo, no lo olvidaré nunca y por ello le estaré eternamente agradecida.





Sábado por la tarde, el sol brilla en lo más alto. Mientras guardo la fruta que compré en la

mañana del mercado, prendo una varita de incienso con olor a sándalo, el sándalo tiene

propiedades relajantes y da calidez en el ambiente, el humo empieza ya a perfumar toda la

casa. Enciendo el horno para preparar unas galletas de mantequilla que a Alessandro le

encantan, el gato secuestrado me roza los pies, (parece que no quiere irse de aquí el muy

glotón), no quiere volver a su casa porque le damos comida y tranquilidad.  Mia lleva toda

la mañana trabajando y sus hijas se quedaron a dormir con Alessandro, juegan fuera en el

jardín con el gatito y sus risas se escuchan desde dentro de la casa.  Miro el reloj de la

cocina y pienso que a Mia le quedan todavía unas horas para salir, en ese momento suena el

teléfono.

-Alba esta noche salgo de trabajar sobre las ocho, ¿Puedes venir a recogerme? Ayer perdí el

autobús y ya sabes que no tengo a nadie con quien volver.

-Sí, no te preocupes, te recojo después de duchar a las niñas.

Y aunque no me apetece conducir toda la tarde, no puedo dejarla sola. Es que ella no tiene

a nadie que pueda ayudarla en el día a día, su matrimonio no pasa por un buen momento y

su marido, quizás por su misma pena, sobrelleva también a su manera su angustia interna.

Siete días con Mia (Libro Publicado!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora