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Estoy yendo para Jones Inc. Hoy es mi primer día y no quiero pasar inadvertida para mi jefe; llevo una falda tubo que resalta mis caderas y mi curvilínea figura con una blusa azul marino con un decente escote —no es para parecer mojigata, pero tampoco para parecer zorra—.
Recibo un mensaje de mi amiga Oriko, deseándome suerte... o algo parecido...

"Acaba con el ego de ese patán, amiga.
Yo te apoyo."

En fin, aquí estoy, subiendo a mi auto rumbo a mi destino y propósito: destruir el corazón de Oleg Jones.
Entro al enorme edificio que será testigo de mi venganza.
La secretaria de derechos humanos me guía hacia mi escritorio, explicándome mis funciones: asistir al Señor Jones en las reuniones y manejar y estar al día con su agenda.
Asiento a todo automáticamente para dejarla satisfecha y me siento en mi silla, husmeando un poco en la decoración de mi escritorio, revisando las actividades para el día de hoy.

Estoy tan ensimismada en mis tareas, que no veo llegar al hombre de mis pesadillas.

—Señorita Efendi, a mi despacho. —ordena sin miramientos y entra tranquilamente a su oficina.

¿Qué podrá querer?

—Es tu jefe —me digo —¿Qué va a querer? ¡Que le sirvas y no cuestiones sus órdenes!

Entro a la espaciosa sala cubierta en tonalidades blancas, grises y negras, con una gran vista, gracias a la pared de vidrio que la cubre.
Mi nuevo jefe está apoyado en la mesa, observando, como queriendo descifrarme, entre hostil y divertido.

—¡Acérquese! —me insta a que lo obedezca.

—¿Perdón? —respondo a la defensiva.

Parece enfadarle mi respuesta apremiante, por lo que opta por acercarse lentamente a mí, como midiendo cada paso que va a dar, se detiene, dejándonos frente a frente;
peligrosamente cerca...

—Cuando yo hablo, tú callas. Cuando yo ordeno, tú obedeces... ¿Está claro? —me susurra al oído, tan cerca, que me da escalofríos y me pone colorada como un tomate. Es tan intimidante cuando quiere hacer su voluntad.

¡Madre Mía! Esto va a ser más difícil de lo que pensé.

***

El resto del día lo pasé de aquí para allá llevando y trayendo documentos para tipear. Ahora estoy tranquila en lo mío, sentada frente al ordenador, cuando una rubia despampanante y con un vestido negro revelador entra al piso con aires de superioridad.

-¡Hey, tú! Avísale a tu jefe que estoy aquí.

-Perdone, Señorita... pero el Señor Jones se encuentra ocupado en este momento -le digo, poniendo mi mejor cara de póker.

-¿Me oyes cuando te digo que lo llames ahora, o acaso eres sorda, además de estúpida?

-¿Qué es ese escándalo? -Nos divisa Jones, saliendo abruptamente de su oficina.

-Disculpe, Señor... es que la "Señorita" no entiende que no puede recibir a nadie como me dijo hoy temprano. -exclamo, segura de que va a afirmar mis palabras dichas por él mismo con antelación.

-Nadie. Excepto que sea Carla.

>>Entra, preciosa... Y usted, Efendi... no nos moleste. - expira lo más campante y entra con la rubia, encerrándose en su despacho.

Media hora después, sale la chica, con el cabello algo revuelto y acomodando su ahora arrugado vestido.

Pero... ¡¿Qué es esto?!

-Debí imaginarlo; él no tendría vergüenza en restregar a todo el mundo sus sucios vicios...

Maldito miserable, no sabes lo que te espera.

...

Después de un día agotador de trabajo, me estoy preparando para salir a la una de la madrugada del edificio Jones Inc. El maldito de mi jefe, me dio una pila de documentos que tendrían que estar listos para mañana sin falta... y lo terminé, pero a esta hora. Ahora lo único que quiero es darme una buena ducha y fundirme en mis sábanas y dormir.
Quién iba a decir que este "magnífico plan" traería consigo semejante carga horaria... Debería ser ilegal tener a alguien "trabajando hasta deshoras". Sin embargo, parece que el Señor Jones se toma muy en serio su lugar de jefe; después de una tarde de "revoltoso sexo" con la tal Carla, se puso de ánimos para trabajar hasta bien entrada la madrugada. Él, aún seguía en su oficina haciendo no sé qué cosa.
Pero, la cuestión es que yo ya estoy yendo rumbo a mi auto para salir por unas horas de este infierno.

Todo va de maravilla, hasta que giro las llaves de mi viejo Mustang negro, y éste no responde: está muerto. ¡Dios! Tenía que haberle hecho caso a mi mecánico cuando dijo que necesitaba cambiar urgentemente el motor, o pasaría lo que está pasando justo ahora; me encuentro plantada en el estacionamiento de la empresa, tratando de comunicarme con el seguro para que recoja mi auto... Y como toda ave de mal agüero que me quiere rogando en la mierda... mi celular se queda sin batería antes de que logre comunicarme con el maldito seguro.
Ahora no sé qué haré aquí parada. Supongo que caminar hasta encontrar un taxi.

Estoy saliendo a pie del estacionamiento, cuando escucho una voz grave que me llama por mi apellido. Volteo, para ver un lujoso BMW negro que para a centímetros de mí.

-¿Necesitas que te lleve a casa? -me propone esa voz que me quita el sueño con la ilusión de poder hacerle pagar la muerte y sufrimiento de Luce.

-No. Gracias. Buscaré un taxi; por aquí debe parar alguno...

-Déjame decirte, cariño, que ningún taxi pararía a estas horas por aquí. Lo sé -exclama, muy seguro de lo que dice.

-Descuide, Señor Jones... Yo puedo hallar la forma de llegar a mi casa, sola.

Soy muy mal educada y tajante; pero que sepa de una vez que yo no soy como la puta que vino hoy a su oficina. Al menos conmigo: tendrá que suplicar antes de intentar siquiera llevarme a la cama... o a la mesa de su escritorio. ¡Ugh!

-Si no subes, te subiré yo mismo... y mira que no querrás que lo haga.

-¡Estás loco si piensas que te dejaré hacer eso! -grito como un camionero peleando en el tráfico.

Este hombre está loco si piensa que voy a dejar que ponga sus asquerosas manos sobre mí.

-No te dejaré a mitad de la calle para que seas violada y asesinada... -sigue diciendo, yendo a paso lento con su auto, tratando de que deje de caminar sola, "estando en peligro" siendo la presa fácil de algún maniático psicópata.

-Lo siento. Pero creo que correría más riesgo si me subo allí. -Señalo su carro y a él despectivamente.

-No lo creo, Efendi... En serio; no eres mi tipo. No me gustan los ratones de biblioteca.

¡¿Qué?! ¡Así es como me considera!

-Está bien... Igual, tú, tampoco eres mi tipo. -Se sorprende con mi respuesta. Seguramente no esperaba que hiriera su "ego".

Subo al carro, tapizado de cuero negro brillante y pulcro.
No decimos ni una sola palabra. No hasta que el "Señor soberbia" rompe el silencio.

-¿Te molestó lo de Carla? Te veías furiosa cuando entramos al despacho...

-Yo... -Se me corta la respiración justo cuando el muy maldito posa sus labios suavemente en los míos.

-Querías que hiciera eso, ¿cierto, Efendi?

-¡Patán! No vuelvas a intentarlo de nuevo... o...

-¿O qué? -me calla desafiante.

Silencio absoluto. Llego a destino. Bajo sin mirar atrás y él se va.

El final (Libro 1, Saga Broken)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora