Retos.

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Tal como habían acordado con la rubia, Bill y Dipper estaban teniendo su última cita antes de "su pequeño descanso" por la semana de exámenes.

Era lunes por la tarde, y el rubio había decidido llevar a Dipper a una cita en un restaurante que sabía que el castaño deseaba visitar desde hacía tiempo.

La idea emocionaba a ambos, aunque preferían pensar que era solo porque estaban hartos de pasar tanto tiempo encerrados.

Al llegar al restaurante, los dos se veían notablemente relajados, muy diferentes a sus primeras salidas. Era evidente que, con el paso de las semanas, la incomodidad y el conflicto constante entre ellos habían comenzado a desvanecerse. Aún estaba ahí, pero cada vez era menos notorio, y eso ya era un avance.

Los dos caminaron por el restaurante, con Bill siguiendo al castaño mientras este decidía dónde quería sentarse. Cuando Dipper finalmente eligió una mesa, ambos se acomodaron uno frente al otro, justo ante un gran cuadro que, en realidad, había sido el motivo por el cual el más joven había escogido ese lugar.

La señorita que los atendió en la puerta que, originalmente debía mostrarles la mesa que les correspondía, pero terminó siguiendo al castaño de igual manera, cuando ambos se sentaron le entregó un menú a cada uno y les indicó que en un momento el mesero vendría a tomarles la orden, a lo que ambos chicos agradecieron amablemente, mientras se acomodaban en sus lugares.

Dipper tuvo que admitir que el lugar estaba cumpliendo con todas sus expectativas. Aunque solo llevaba unos minutos allí, el restaurante era tan hermoso como había imaginado, un sitio que había deseado visitar desde hacía tiempo pero al que nunca había tenido la oportunidad de ir. Mientras ojeaba el menú en sus manos, cada platillo le parecía más apetitoso que el anterior, y supo que realmente había valido la pena ir.

El castaño levantó la mirada cuando escuchó al mesero pararse frente a su mesa y presentarse; era un chico joven, alto y atractivo, que aparentaba tan sólo unos años más que ellos.

—¿Puedo ofrecerles algo te tomar? —preguntó el joven, quien luego al ver a Bill, inhaló sorprendido—. Oh, ¡yo te conozco! Eres el chico del video que le cantó a su novio enfrente del estadio en un partido de basquetbol.

Dipper miró rápido al chico antes de negar muchas veces, algo desperado.

—No, no y no. No somos novios —dijo velozmente—. Él sólo es un idiota al que le gusta burlarse de mí y le pareció chistoso hacerlo en medio de un estadio.

El mesero miró al castaño de reojo sin apartarse del lado de Bill, el rubio soltó una pequeña carcajada.

—Él lo ha dicho —respondió Bill, dándole la razón al castaño—. Pero tiene que admitir que fue bastante genial.

—Oh... —dijo el mesero regalándole una mirada despectiva al de ojos castaños—, así que fuiste a quién le canto.

Dipper frunció el ceño al notar la negatividad en la mirada del joven mesero, sintiéndose inmediatamente juzgado. Molesto, volvió su atención al menú, tratando de sofocar la irritación que empezaba a arder en su pecho. Rodó los ojos, intentando ignorar el hecho de que el mesero seguía hablando con Bill... o más bien, coqueteándole descaradamente. Las preguntas incesantes y los cumplidos baratos dirigidos al rubio le parecían cada vez más insoportables.

¿Lo peor de todo? Que el de ojos ambarinos, no hacía nada por detenerlo, ni parecía tener la intención de hacerlo. Esa indiferencia sólo logró que Dipper perdiera la paciencia. Después de todo, él realmente tenía hambre, y esto no estaba ayudando en absoluto.

—¿Bill, vas a pedir algo? —le preguntó con una sonrisa forzada—. Porque yo quiero una Sprite, por ahora, por favor.

El mesero entonces apartó la mirada del rubio y anotó la orden, luego miró de nuevo a Bill.

Peleando por la misma mujer [Billdip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora