Sabes a Pino.

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Dipper estaba terriblemente nervioso por llamar a la puerta.

Había pasado una semana entera desde aquel ataque de impulsividad, y aún así, Dipper no se sentía capaz de enfrentar a Bill. La duda lo consumía, y su impulso de actuar sin pensar ahora lo abrumaba con cada segundo que pasaba.

A veces, Dipper se odiaba por ser tan impulsivo.

Llevaba al menos cinco minutos de pie frente a la puerta de los Cipher, sin atreverse a llamar. Su mente no descansaba ni un sólo segundo, llena de preguntas sin respuesta: ¿Qué podía decir? ¿Qué debería hacer? ¿Cómo debía comportarse después de eso? La idea de actuar como si nada hubiera pasado le parecía demasiado atractiva, pero ¿podría realmente fingir tan bien? ¡Dipper no era un buen actor! 

La sola idea de hablar del beso lo aterrorizaba, pero fingir que todo seguía igual parecía igual de imposible. El castaño deseaba con todas sus fuerzas que esta pesadilla terminara de una vez. No sabía cómo seguir adelante, pero también sabía que no podía seguir evitando a Bill para siempre.

Dipper soltó un suspiro rendido, aún bastante aterrado y paralizado Mientras permanecía frente a la puerta, rogaba en silencio que, como en tantas otras ocasiones, fuera el hermano mayor de los Cipher quien le abriera y retrasar, aunque sea por unos momentos más, su inevitable encuentro con Bill.

Pero la suerte no estaba de su lado, de hecho, la suerte nunca estaba del lado de Dipper.

La puerta se abrió y, para su miseria, se encontró frente a Bill, quien lo recibió con una pequeña sonrisa en el rostro.

—¡Pino! ¿Cuánto tiempo sin verte? —saludó el rubio con una calidez que sólo hizo que el corazón de Dipper latiera con más fuerza.

El castaño intentó mantener la compostura, rodando los ojos con una mezcla de alivio y nerviosismo mientras una risa involuntaria se escapaba de sus labios.

—Nos vimos esta mañana, Bill —respondió, intentando sonar lo más casual que podía, aunque su corazón no dejaba de martillar en su pecho.

La familiaridad del momento, la ligereza en la voz del rubio, todo parecía casi normal... pero Dipper sabía que nada era normal. No después de lo que había pasado. 

—Sí, pero no es lo mismo si me estás evitando —respondió Bill, con una mezcla de reproche y juego en su tono, aunque sus ojos mostraban una chispa de algo más, algo incierto.

—Yo no... —Dipper comenzó a replicar, pero su voz se apagó por un segundo, sintiendo cómo las palabras se le atorraban en la garganta—. No te estaba evitando.

—Si tú lo dices... —Bill rió suavemente, pero había una nota de duda en su risa que Dipper no pudo ignorar.

El silencio que siguió estaba cargado de una incómoda tensión. Dipper sentía como si el aire entre ellos se volviera más denso, incapaz de encontrar las palabras que rompieran esa barrera invisible. No sabía qué decir, ni cómo actuar, y cada segundo que pasaba lo hacía sentir más atrapado en su propia torpeza. Definitivamente eso no contaba cómo actuar natural.

El castaño se rascó la nuca, un gesto nervioso que sólo hacía más evidente su incomodidad. Bill, al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, también empezó a sentir el peso de la situación. La calidez inicial que había intentado proyectar se desvaneció lentamente, sustituida por una ligera incomodidad que no podía disimular del todo.

El ambiente entre ambos se tensó aún más, y Bill, normalmente tan seguro de sí mismo, se encontró sin saber cómo proceder. Las palabras que solían fluir con facilidad para él ahora parecían enredarse en el aire, dejándolos a ambos en una posición extraña.

Peleando por la misma mujer [Billdip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora