Eres dinamita, nena.

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Era extraño como todo el mundo parecía gritarle que se rindiera, que dejara lo de Vanessa en paz, pero por algún extraño motivo él no quería rendirse tan fácil, y mucho menos ante Bill Cipher.

Incluso si el hecho de que Bill y Vanessa ya fueran amigos, y muy buenos amigos, lo hiciera aún más complicado, él no quería que Bill se quedará con ella, y eso lo tenía en claro, sin importarle lo difícil que fuera, él no se rendiría con tanta facilidad.

Suspiró antes de tocar el timbre de la casa del rubio, acomodando un poco su cabello en lo que esperaba que le abriesen.

—¡Y ahí está el hombre que sueña conmigo! —exclamó el rubio.

El castaño rodó los ojos pasando a la casa, la acción que más solía hacer ahora que tenía que pasar casi todos los días con el rubio, era asombrosa la numerosas veces que Bill le hacía rodar los ojos con sus estupideces.

—Tienes toda la razón —aceptó con una sonrisa sarcastica—. Apareces en cada pesadilla que tengo.

—Y te rescato del peligro joven damisela —Bill le dijo orgulloso guiñandole el ojo, y Dipper no pudo evitar rodar los ojos de nuevo.

—Como sea —murmuró Dipper cruzándose de brazos.

—¿Y mi regalo? —el rubio preguntó con un puchero.

—¿Qué regalo? —cuestionó Dipper con sorpresa.

—Mi regalo —contestó con una sonrisa burlona grabada en su rostro—. Shooting Star me contó que me tenías un regalo.

Dipper sintió su rostro llenarse de calor, ¡Mabel debía aprender a controlar sus locuras! El castaño sólo esperaba que su hermana no hubiera entrado en detalles al momento de contrale a Bill sobre el "regalo" que ella quería que Dipper le dé, pero él jamás, pero jamás de los jamases le daría una mamada a Bill Cipher, ni en sus peores pesadillas. Mabel tenía que empezar a controlarse un poco con las cosas que decía y las que hacía.

El castaño sólo podía rogar internamente que Bill superará el asunto, y que Mabel no siguiera con sus cosas.

—No hay ningún regalo, y nunca lo habrá —Dipper contestó con firmeza—, no le hagas caso a Mabel, está loca.

—No Pino, ahora quiero mi regalo —contestó el rubio infantilmente—, y hasta que no me lo des, no te dejaré en paz.

—Sólo déjalo ir —respondió Dipper.

—Bueno, en lo que te haces al que no me vas a regalar nada, ¿qué quieres hacer? —le preguntó sonriendo.

—Lo que tú quieras.

—¿Qué te parece ir a comer a un lugar restaurante?

—No, porque tendría que platicar contigo —dijo serio—, y hoy no tengo ganas de soportar tus idioteces.

Bill rió un poco antes de continuar.

—Amas mis idioteces —le dijo—, ¿al cine entonces, cariño?

—No quiero salir, justo acabo de llegar.

—¿Entonces qué quieres? —le preguntó el rubio.

—¡Lo que quieras! —exclamó haciendo a Bill reír por lo raro que era el castaño.

—¡Sólo vean una película en Netflix y pidan pizza! —les gritó Will desde la sala.

—Mi hermano tiene razón —Dipper asintió antes de sentir un celular en sus manos—, pide la pizza mientras buscamos que ver ahí.

El castaño tomó el celular del rubio marcando a una pizzería, mientras el rubio lo guiaba hasta su habitación.

—¡Will cuando llegue la pizza nos la llevas! —Le gritó el rubio a su hermano mientras escuchaba al chico ordenar la pizza—, bueno Pino, bienvenido al lugar donde pronto te encontraras gimiendo... en otras palabras la Bill-cueva.

Peleando por la misma mujer [Billdip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora