El casero

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Belle y Gideon temen conocer a su casero, el terrible señor Gold.

La puerta del frente del restaurante abrió y por ella entraron Belle y Gideon, quien corrió rápidamente a la última mesa con sillones. Se apeó de rodillas y corrió la cortina para ver por la ventana. Belle lo siguió sonriendo al ver a Ruby, la esbelta camarera vestida en rojo, de negro y largo cabello, quien se acercaba también a la mesa con un par de menús en las manos.

-¡Vaya! Alguien tiene hambre -dijo sonriendo mientras Belle dejaba su bolso a un lado y se deslizaba en el asiento. Ruby les entregó los menús.

-Gid, por favor, siéntate -el niño obedeció y le dedicó una enorme sonrisa a Ruby.

-¡Woo! ¡Pero qué diablos! ¿Qué te pasó? -exclamó Ruby al notar la gasa sobre su ojo. Gideon al principio solo se encogió de hombros, volvió la vista hacia su madre, quien con un movimiento de cabeza lo animó a relatar lo sucedido. Belle se sonrió mientras Gideon contaba su aventura por salvar un gatito de otros niños, evitando mencionar lo sucedido después, pero su mamá pareció estar satisfecha con su censurada historia pues no dijo nada -¡Vaya! Eres todo un héroe, ¿Huh? ¡Eso amerita un gran helado! ¿No lo crees, Belle?

-Sí - asintió ella, mirándolo con orgullo - Pero después de que comamos algo.

-¿Vendrás con nosotros, Ruby? -preguntó Gideon rápidamente. La morena le sonrió.

-Claro que sí. Mi turno está por terminar. Qué tal si ordenan algo y una vez que terminen, nos vamos.

En ese instante, Granny se acercó con dos bebidas en las manos, puso un té helado frente Belle y un jugo de naranja frente a Gideon, quien se sentó sobre sus rodillas para poder darle un sorbo a la pajilla.

-Dos hamburguesas trabajando -dijo Granny a modo de saludo -Sí, la tuya sin cebolla y pepinillos extra, caballerito- añadió al ver que Gideon abría la boca, quién en lugar de cerrarla se sonrió, agradeciéndole.

-Muchas gracias, Granny -dijo Belle apretando los labios en una sonrisa dirigida a la mujer. Granny y Ruby. Un par de polos opuestos. Ellas habían sido las primeras en presentarse aquella fría mañana en qué llegaron a Storybrooke. Gideon permanecía dormido en el pequeño auto rentado, la mudanza no llegaría hasta medio día y ella debía presentarse en la oficina de la Alcaldesa Mills a la 9 en punto, pero el reloj marcaba solo las 8.

Granny la hizo tomar a su hijo en brazos, encaminándola hacia el hostal, donde estarían cómodos y calientitos mientras esperaban. Ruby había cuidado de Gideon, que parecía que no despertaría nunca, mientras ella se presentaba a la alcaldía. Una vez que regresó se encontró a su hijo tomando un enorme tarro de chocolate. Desde entonces aquellas dos amables mujeres se habían ganado un lugar especial en el corazón de Belle y su hijo. Una pequeña porción de calor familiar.

-Granny- comenzó Ruby, dirigiéndose a su abuela, trayendo a Belle de regreso al presente -Una vez que Belle y Gideon hayan terminado iremos por un helado, ¿quieres que te traiga uno? – Ruby hablaba lentamente, Granny solo iba levantando una ceja en divertida mueca sarcástica.

-Tú turno aún no termina, Ruby.

-¡Ash! Granny, ¡lo sé! ¡No es como que me esté yendo ya! -Ruby alzó los ojos al techo, cruzando los brazos sobre su pecho. -Solo pregunto si quieres algo o no. ¿No necesitas nada de fuera?

Granny solo meneó la cabeza mirando a su nieta por sobre sus anteojos, apretando la boca hasta que Gideon intervino con una suave súplica, entonces la comisura de su boca comenzó curvarse en una resignada sonrisa.

How LuckyWhere stories live. Discover now