Hiding Places

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Donde Gideon conoce a Gold, Baedan se siente culpable y Belle se vuelve una fiera loca.

La inauguración había sido un éxito, durante los días siguientes la gente continuaba asistiendo a la biblioteca a todas horas. Regina Mills, alcaldesa de la ciudad, lo tomaba como una cuestión de moda. Conocía lo suficiente a sus conciudadanos para saber que la curiosidad y lo novedoso del lugar pasaría a segundo plano en unas semanas. Orgullosa veía a la gente ir y venir por la calle principal, mientras ella observaba sentada en la parada de autobús, disfrutando de unos minutos de paz fuera de la oficina antes de regresar a trabajar un par de horas más.

No tenía nada que ver claro con que era hora de la salida de algunas de las escuelas locales y desde donde estaba podía ver como el viudo Arrow bajaba de su camioneta a buscar a su pequeño hijo al jardín de infantes. Por supuesto que no.

Regina se volvió hacia su bolso, sacando un pequeño espejo de ésta, comenzó a mirarse disimulada y rápidamente. Se miró los labios, las mejillas, acomodó su cabello y también se aseguró que las noches sin dormir no se notaran tanto bajo sus ojos. De reojo por el reflejo logró ver como unos chicos iban corriendo tras otro más pequeño, giró sobre sí misma pero los chicos no estaban ya.

— ¿Flóh? —La dulce y conocida voz la hizo girar nuevamente, frente ella se encontraba un pequeño niño de ojos grandes, cabello castaño en desordenados rulos ofreciéndole una pequeña flor blanca.

Regina sonrió recibiendo la ofenda. —Gracias, Roland. —Tras él iba llegando su padre a medio trote y disculpándose desde la distancia. —Muy lindo de tu parte—.

—Perdone que la moleste, madame Mayor. Corrió y no pude detenerlo antes. —Se disculpaba el guardabosque, tomando a su hijo por los hombros. La miraba sonriendo, ella correspondió su sonrisa mirándole a los ojos.

—No hay por qué disculparse, señor Arrow. Me gustan las pequeñas flores que Roland tan amablemente corta para mí. —Dijo esto mirando al niño delante de ella acariciándole la mejilla suavemente por un momento. —Gracias. —Le repitió al niño.

—Papi y yo vamo'a almorzá, ¿vienes?—Borboteó Roland entusiasmado a lo que Regina se quedó algo helada, pues no esperaba semejante invitación y el ligero rubor de Robin Arrow indicaba que él tampoco. Sin embargo él fue más rápido para recuperarse, carraspeando asintió sonriendo.

—Iremos a Granny's por un par de emparedados. ¿Qué opina, señorita Alcaldesa? ¿Nos acompaña? —. Ambos, padre e hijo esperaban la respuesta mirándola con avidez. Cuando por fin salió de su estupor, Regina asintió sonriendo a ambos.

—Por supuesto. —Debía llamar a la oficina y cancelar su almuerzo y tal vez las citas siguientes. —Solo si después me permiten invitarlos a tomar un helado—.


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Belle miró una vez más el gran reloj de pared, comprobó su precisión con el de pulso suyo y finalmente con un dejo de desesperación miró a la computadora. Pasaban las horas y no había pista de Gideon. O de Baedan.

Un par de semanas habían pasado sin incidentes con los Niños Perdidos. Y por eso ella estaba agradecida, no había encontrado aún la manera de que la escuela o el orfanato se hicieran responsables de ponerles un freno a esos chicos. Todos los días Gideon y Baedan venían después de la escuela a la biblioteca, algunas veces el muchacho pasaba unos minutos más con ellos antes de irse a su propia casa. Después del primer encuentro que tuvo con él había preguntado sobre el muchacho a las únicas personas que podía considerar amigos en la ciudad: Rubí y Granny. Quienes no tardaron en deshacerse en piropos y alabanzas hacia él. Es un tipo muy lindo, lástima de su edad. Se había lamentado Rubi, mientras Granny le lanzaba una mirada de advertencia.

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⏰ Last updated: Jan 08, 2019 ⏰

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