Clicheland High School

2. Anacleto. Agachate y conocelo.

Dylan la arrastó los tres pisos de escaleras sin detenerse en ningún momento, demasiado emocionado como para darse cuenta de que Brooke había tropezado un par de veces.

Cuando llegaron al salón, su compañero abrió la puerta de una patada y entró. El estruendo que provocó resonó en todo el salón, pero nadie lo miró. Ella, en cambio, recibió la atención de todo el mundo en cuanto puso un pie dentro.

—Tarde —dijo el profesor desde el pizarrón.

Ella lo ignoró, al igual que ignoró sus ganas de vivir esa mañana, y fue hacia la parte trasera del salón para sentarse. Dylan palmeó un asiento libre a su lado con emoción y Brooke pasó de largo. Acabó por ocupar un lugar junto a un chico vestido de negro, que parecía estar aburrido.

La clase comenzó y el chico la miró, irritado.

—Nadie se sienta conmigo.

Abrió la mochilla y dejó su cuaderno sobre la mesa. Entonces, se giró un poco para verlo.

—Te felicito

El profesor comenzó a escribir en el pizarrón, y ella copió. Dylan no dejaba de intentar llamar su atención y se esforzó considerablemente para no mirarlo. El chico rudo y misterioso pareció irritarse más con eso, pero no dijo nada.

—Rayitaaaa…

Ella bajó la cabeza y siguió escribiendo con furia. Dylan comenzó a chasquearle la lengua como si se tratara de un perro, pero nadie más parecía darse cuenta. Luego de unos minutos, se fue agotando y dejó de molestarla. Brooke suspiró, aliviada, y entonces algo golpeó su cabeza con fuerza.

Cerró los ojos por el impacto y bajó la vista para ver con qué la había golpeado Dylan.

Una caja de preservativos.

Despegó la nota que había pegado y la leyó.

《Tené cuidado con Anacleto》.

Miró al chico a su lado y se percató de que él seguía observándola.

—¿Vos sos Anacleto?

Él sonrió.

—Agachate y conocelo —la sonrisa se borró de su rostro—. Ah, no, eso no era. Bueno, sí, soy Anacleto. ¿Vos cómo te llamás?

El timbre del receso tocó y los estudiantes se levantaron para marcharse. Ella se paró y comenzó aguardar sus cosas.

—Roberto.

Anacleto, quien no había sacado ni hecho nada en toda la hora, puso los pies sobre la mesa y se estiró un poco.

—¿Roberto?

—El que te dejó el culo abierto.

Dicho esto, se colgó la mochila al hombro y salió lo más rápido que pudo para esquivar a Dylan.