10. La pachanga (último capítulo)

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La casa de Rayita se asemejaba mucho a una de esas mansiones que solía ver en las pelícylas pero que Brooke nunca había pisado en su vida porque era una chica de clase media-baja. Aparentemente no había nadie más que ellas en el interior del lugar.

El piso relucía, habían jarrones y cuadros de aspectos caros y estaba segura de que la casa era del mismo tamaño que su colegio.

—¿Tus papás son narcos? —preguntó con curiosidad mientras era guiada escaleras arriba.

—No, no. —La pelirroja ingresó a uno de los cuartos y encendió la luz. Parecía ser la pieza de ella—. Mis papás adoptivos son millonarios y mi hermano mayor es Ashton Irwin. El verano pasado fui a unas clases de verano en la universidad y fui adoptada por una fraternidad en la que estaban sus compañeros de banda. Cuestión que Harry Styles estaba en la fraternidad enemiga pero nos enamoramos y nos casamos en secreto, pero nos tuvimos que divorciar porque me di cuenta de que amaba a Anacleto y en el proceso me quedé con la mitad de su plata jaja

—Ahre

—Bueno, mirá —Rayita se acercó a otra puerta, dentro del cuarto, y desapareció detrás de ella. Salió unos segundos después y tiró unos vestidos sobre la enorme cama—. Probate uno de estos y yo me voy a la cocina para darte tiempo a reflexionar frente al espejo sobre lo mucho que cambió tu vida desde que empezó la historia y lo orgullosa que estás de tu progreso.

Brooke se inclinó sobre la cama y examinó los vestidos.

—Uy, bueno, dale.

Apenas la muchacha salió del cuarto, ella se sentó sobre la cama y suspiró. Era la primera vez en horas que estaba sola. Podría intentar escapar, pero para qué. Seguramente terminaría ahí de vuelta. Ya era el momento del día de aceptar que estaba pasando algo que no podía y no tenía tiempo de explicar.

Lo más sensato era hacer lo que rayita le dijera, porque ni siquiera podía confiar en que podría librarse de todo yendo a la policía.

Llamó a sus padres por última vez, sólo para que volvieran a dejarla en el buzón de llamadas, y se preparó mentalmente para comenzar a cambiarse. Tendría que ir al baile ese de mierda y darle la corona a la pelirroja.

Se encontraba subiendo el cierre del primer vestido cuando el grito de rayita la alertó desde el comedor. Se sentó sobre la cama y se dispuso a colocarse los zapatos para bajar a ver qué sucedía, pero entonces la otra muchacha entró llorando al cuarto, con una tarjeta en su mano y la sombra de ojos corrida.

Broke se preguntó cómo hizo para corrérselo en menos de dos segundos.

—¡Tengo un nombre!

—Qué.

—¡Un nombre, mirá!

Rayita le enseñó la tarjeta, que en realidad era un documento con sus datos personales.

—Eu, pensé que tu nombre era Rayita.

—No. —La aludida se sorbió los mocos—. Me dicen Rayita porque cuando aparezco en una historia en vez de mi nombre ponen una raya hecha con guiones bajos.

Brooke pensó una manera de consolarla. No quería aguantársela llorando hasta la hora del baile.

—Uh, bueno, pero mirá: tu nombré está piola. Es re canchero, Analisa Melano.

Analisa rompió en llanto de nuevo.

—Yo ni siquiera sé si me llamo Brooke o Broke —volvió a probar la castaña.

—¡Eso es porque te estás convirtiendo en rayita, pelotuda! —Tiró su documento al suelo con fuerza y se fue directo hacia la puerta—. ¡¿Dónde hay un parque cuando necesito llorar?!

Clicheland High SchoolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora