#9: Un castigo con bolitas de papel.

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Solo quedan cinco minutos para que el castigo termine y lo único que he hecho en toda la hora que he estado aquí presa ha sido escuchar música e intentar no pensar mucho en la mirada verde esmeralda que siento observándome. Estoy muy pendiente del reloj de mi muñeca, deseando salir de aquí y volver a casa. O tal vez llame a Amy. Sí, quizás la llame. Hasta las ocho tengo tiempo. Vuelvo a mirar mi reloj digital rojo de lado desde mi posición recostada en la mesa, y veo que solo faltan dos minutos. La verdad es que si no pienso en el idiota que tengo a mi lado, el tiempo pasa rápido. Levanto mi cabeza un poco apoyándola en mis brazos cruzados y miro hacia delante, donde la profesora se encuentra corrigiendo unos exámenes. Frunzo el ceño. No nos ha querido dejar salir por mucho que se lo he pedido. Nada. Dice que si el castigo es hasta las seis y media es hasta esa hora, ni un minuto más y ni un minuto menos. Y siempre recalcando esto último. Me quedo mirándola fijamente, solo para que se sienta incómoda y deje que me largue de aquí.

-Chtss –escucho. Yo no hago caso y sigo en mi tarea–. Chtsss –lo vuelvo a escuchar y mi tic en el ojo casi revive–. Hey, Flynn.

Yo no tengo mucho aguante, así que miro de reojo a Ian.

-¿Qué quieres, estúpido? –le pregunto.

Él pone cara dolida y se lleva la mano al corazón. Yo ruedo los ojos.

-Oh, Flynn. Eso ha dolido. ¿Estúpido?

Yo noto como mi pierna se mueve como siempre que espero. Desde que era pequeña mi madre siempre me dice que tengo azogue. Supongo que es verdad, no puedo estarme quieta. Y soy muy impaciente.

-Davis, o lo sueltas o ya puedes cerrar el pico para siemrpe y parar con tus estupideces.

-Ou, Flynn, ¿eso es lo que piensas de mí? ¿Que hago estupideces? Eso me duele, amor –yo arrugo la nariz. Él suelta una carcajada y se acomoda mejor en su silla–. Que caras más hermosas pones, de verdad.

Yo sonrío cínicamente.

-Sí, y son sólo para ti –él se carcajea otra vez –. ¿Y? ¿Me lo dices ya o no?

Él suelta aire y me mira.

-¿Cuánto queda? –pregunta al fin.

-¿De qué?

Vuelve a suspirar.

-¿De qué va a ser? Del castigo –me responde con un deje de suficiencia.

Ruedo los ojos pero miro mi reloj.

-Sólo un minuto.

Él me dirige una sonrisa.

-Gracias, Flynn – y con las mismas coje sus cosas y se levanta.

Yo frunzo el ceño.

-¿Dónde...? –empiezo a preguntar, pero la voz de la profesora me interrumpe.

Miro al frente y veo que Miller levanta la cabeza como un resorte y le mira fijamente.

-¿Dónde va usted, señor Davis? –pregunta, aunque eso lleva la orden implícita “Siéntese ahora mismo”.

Ian para a medio camino y gira la cabeza para mirarla.

-A mi casa, señora Miller.

Ella sigue igual de impérrita que antes.

-Siéntese, señor Davis. El castigo aún no ha terminado.

Él rueda los ojos.

-Profesora, solo quedan segundos.

-Me da igual. Hasta que éste reloj de aquí no suene, usted no se irá a ninguna parte –dice señalando el reloj despertador que tiene a su lado sobre la mesa.

No quiero amarte, pero lo hago (EN PAUSA INDEFINIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora