#1: Primer día, ¿por qué?

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   Después de desayunar esas dulces y deliciosas tortitas, me levanto y me voy a mi habitación, donde elijo la ropa que me pondré hoy. Cuando ya está encima de la cama, me voy al baño para darme mi buena ducha matutina. Me voy quitando la ropa y cuando termino, me meto en la ducha y regulo la temperatura hasta que no está ni muy fría, ni muy caliente. Mientras estoy en la ducha, pienso: ¿Por qué tenía que ser hoy el primer día? ¿No podían esperar un mes más? ¿Tres meses más? ¿Indefinidamente? Para mi eso sería genial. No tenía ganas de volver a ver las mismas caras de siempre, las mismas caras que siempre hacían lo mismo y que ya estaba harta de ver. ¿Antipática? Puede que lo sea, un poco, pero no creo ser mala. La verdad es que mis únicos amigos son: mi hermano, Amy y Kyle. Ok, está bien, no son muchos pero son mis amigos y los amo, aunque mi hermano me jode a base de bien a veces, no es mala persona. Lo que pasa es que como vivimos bajo el mismo techo, sabe cada una de las maneras para hacerme rabiar, y eso cuenta a su favor. Pero como buena hermana que soy, también yo me sé las suyas y no dudo en utilizarlas.

   Mmm...qué gusto. Estoy tan a gusto que no escucho a mi madre gritarme desde el otro lado de la puerta que tengo que irme ya al instituto, así que sigo felizmente con mi ducha. Cuando salgo por fin, miro la ropa, y me la pongo, aunque cambio las mustang  azules por unas negras, porque como es el primer día, decido hacer un esfuerzo y molestarme un poco en arreglarme. Solo un poco, no hay que ilusionarse. No se verá el día en el que Kate Flynn se ponga un vestido rosa, se monte en unos súper tacones de diez centímetros y vaya maquillada. No señor, va en contra de mis principios. Cuando llevo mi camiseta blanca con el número 48 en negro, mis vaqueros desgastados y mis mustang negras, vuelvo a meterme en el baño y me hago una coleta alta con el pelo mojado. Estamos en septiembre y todavía no hace ningún frío, así que no hace falta que me seque el pelo. Bueno, es lo que tiene vivir en el sur. No me gusta secarlo con el secador, porque a parte que se me cansa el brazo, quema mi pelo y me molesta. Ah, sí: y se me bufa, mucho. Así que lo normal para mi es dejarlo secarse  al natural, hasta en invierno. Cuando creo que ya estoy preparada, busco la mochila y cuando la encuentro debajo de la cama, la cuelgo sobre mi hombro derecho y salgo. Cuando bajo, mi madre me mira con el ceño fruncido. Hasta con el ceño fruncido, Mónica Flynn es guapa. Rubia, como mis hermanos, de ojos verdes y de estatura media, con un cuerpo de escándalo para los cuarenta y tres años que ya tiene. Sí, soy la única en la familia con el pelo castaño claro y los ojos azules. Aunque no lo parezca, no soy adoptada, solo es que he salido a mi padre, un hombre atractivo, de gran altura y con una expresiva cara con unos grandes ojos azules. Mi hermana es completa y enteramente mi madre, pero en versión joven. También a las dos les gusta el rollo del maquillaje y la ropa de cachemir, pero me acepta tal como soy, aunque yo sé que se muere de ganas de que un día le diga “Mamá, ¿tienes pintalabios rosa por ahí?”, pero como eso no va a ocurrir, y se lo hago saber muchas veces, ni lo intenta. ¿Para qué? Seguiré usando mis zapatillas y mis camisas anchas. No me cambiarán. 

   Mis hermanos salen por la puerta por delante de mi. Amber me mira de reojo y mi hermano me revuelve el pelo cariñosamente, que tanto me ha costado ponerme en una coleta. Pero como sé que es cariñosamente, no me enfado, le sonrío y le revuelvo el suyo. Él me lanza una mirada de fingido asombro, y me empieza a hacer cosquillas. Yo me río como una descosida e intento pararlo, pero es imposible. El muy cabrón es más fuerte que yo. Oímos un carraspeo y nos quedamos quietos, yo con la mano en su pelo intentando pararlo, y él todavía con las manos en mi barriga. Miramos a papá, que nos devuelve la mirada, divertido. Suelta un suspiro resignado. Sonríe.

   —Chicos, al final vais a llegar tarde. Vamos, al instituto a estudiar.—A eso le hacemos unos pucheros, a ver si cuela.

   No, no cuela. Mi padre nos sonríe y le da un pequeño empujón a Adam, y un beso en la coronilla a mi. Mira hacía fuera y dice:

No quiero amarte, pero lo hago (EN PAUSA INDEFINIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora