#4: Esto es genial.

863 51 3
                                    

La profesora nos mira con desafío marcado en sus ojos, para ver lo que pone en la nota. ¡Maldita sea! Debería haberla roto cuando tuve la oportunidad. ¡Ahora no puedo romperla en su cara! Me castigaría...pero un castigo sería mejor que tener que leer en clase lo que él ha puesto en esa maldita nota. Si no hubiese puesto lo de los baños, yo se la hubiera dado sin rechistar, cabeza gacha y enfadada, pero se la hubiera dado. Ahora sabiendo lo que hay escrito de esa nota, no tengo el valor de dársela a la Srta. Miller. ¿Cómo? Sería humillante. Y más la profesora. Ahora que lo pienso: ¿le pondría un castigo al idiota de Ian? Si es así, no pasaría tanto ya que yo podría decir que inocentemente lo he rechazado. Sip. Se llevaría un buen chasco su gran ego. Pero cuando voy a darle la nota—pensando que si Miller ve lo que el imbécil del chico a mi lado ha escrito, me cambiará de compañero—, una mano grande y fuerte la coge antes y la rompe. Miro a mi derecha y veo como Ian rompe las pruebas que tengo contra él. ¡Nooo! Resoplo. Ahora que me había hecho a la idea de la humillación del principio y de herir su maldito ego, va y la rompe. ¡Malditoo! Me cruzo de brazos, indignada. Ahora no me lo podré sacar de encima...

—Señor Davis, ¿qué acaba de hacer?—pregunta la Srta. Miller con cara de pocos amigos.

Él la mira, pero no le contesta. Y yo pienso: ¡Le quieres contestar de una vez! Lo conozco desde hace solo una hora, y no lo aguanto. ¡Es un maleducado! Y además, un engreído. Le miro fijamente, con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.

—Señor Davis, conteste cuando le hablan. ¿Acaba de romper la nota?

Ian sonríe, y me mira pícaro. ¡Cabrón! Sabe porqué quería darle la nota a la profesora, y ha decidido que no. Es un, es un...

—Imbécil.

Se queda un silencio sepulcral, y sé que he dicho algo. Mierda. Kate, deja de hablar sin querer. Miro a la Srta. Miller, y veo que me mira extrañada. Y entonces desvío la mirada a mi lado, y veo que Ian se está aguantando la risa. No lo soporto, en serio.

—Señorita Flynn, ¿verdad?—yo asiento, y bajo la cabeza, mirando mis mustang. Mierda, mierda, mierda...—Pues entonces, señorita Flynn: ¿he oído bien? ¿Me ha insultado?

Yo la miro alarmada. El insulto no iba para ella. Iba para el gilipollas a mi lado.

—¡No, no! No iba para usted, Sra. Miller. Es que ha sido tanta la falta de respeto de mi compañero que se me ha escapado el insulto. Para él. A usted nunca se me ocurriría insultarla, profesora Miller.

Ella entrecierra los ojos, y asiente despacio. Se va separando un poco de nuestras mesas.

—Bueno, tengo dudas, pero ya que es el primer día, lo dejaré pasar. Por hoy—dice mirándonos a los dos. Ian está sonriendo intentando controlar la risa. ¿Qué tendrá tanta jodida gracia? ¡Me ataca los nervios!—. Pero no pueden quedar impunes, ninguno de los dos.—Termina cuando ve que empiezo a protestar.

—Pero profesora, yo no he hecho...

—Los dos castigados, he dicho.—Sentencia, y sé que nada me salvará de quedarme castigada. Al menos espero que sea a una hora diferente que la del gorila. Sí, es un gorila. Lo he decidido.

Yo bufo en cuando se da la vuelta para seguir con la clase, y pongo mi cara entre mis manos.

Cuando termina la clase, salgo disparada de mi asiento hacia la puerta donde están Amy y Kyle esperándome para ir a la siguiente clase. Pero cuando estoy casi a su lado, la voz de la Srta. Miller me detiene. Mierda. Que se haya olvidado, que se haya olvidado que se haya...

—El señor Davis y usted, señorita Flynn, esta tarde se quedarán aquí desde las cinco y media hasta las siete, ¿está claro?

—Pero profesora, lo del insulto ha sido un malentendido, yo no quería insultarla a usted—miro a Ian—, sino al señor Davis. De verdad, ¿y si hago un trabajo?

No quiero amarte, pero lo hago (EN PAUSA INDEFINIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora