#10: Reflexiones sobre la virginidad.

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10: Reflexiones sobre la virginidad.

      —¡Ya he vuelto, mamá! –grito al entrar en mi casa y corro hacia la cocina.

      Mi madre está viendo la tele tranquilamente sentada frente a la mesa del comedor, comiendo unos cereales de esos adelgazantes de salvado de trigo, cosa que veo estúpida porque está estupenda para los años que ya tiene, por muy gorda que ella piense que está. Me mira de reojo cuando me ve pasar como una bala hacia los armarios de la comida donde pienso arrasar con todo lo que pille.

      —Cariño, ¿qué ha pasado? –me pregunta.

      Yo evito mirarla mientras busco las malditas lenguas multicolor de azúcar. ¿Dónde están las malditas chuches cuando las necesitas?

      —Nada, mamá. ¿Por qué?

      La oigo suspirar a mi espalda.

      —Cielo, cuando te pasa algo siempre vienes a por algo de picar.

      Yo frunzo el ceño.

      —Eso no es cierto –la verdad es que sí, pero prefiero no ser consciente de mis problemas con la comida basura.

      Ella suelta una carcajada.

      —Sí que lo es. Desde que eras una pequeñaja siempre has hecho lo mismo. ¿Te caías de la bici? A comer golosinas. ¿Te dejaban atrás papá y Adam cuando jugaban al baloncesto? A por golosinas. ¿Qué no te dejaba comer más golosinas? Ibas a tu hermano para que te las consiguiera – con eso yo paro de rebuscar y la miro.

      —¿Cómo sabes que se las pedía a Adam?

      Ella ríe.

      —Cariño, tu hermano coopera muy rápido cuando le ofreces chocolate con lacasitos.

      Yo pongo los ojos en blanco. ¿Cómo no? Mi hermano es un traidor de mierda.

      Vuelvo a mi tarea de rebuscar algo que comer. Busco y...¡bingo! Una bolsa de palomitas de ketchup y una tableta de chocolate blanco listas para ser devoradas por servidora. Cierro el armarito cuando ya tengo lo que necesito y paso por delante de mi madre para ir a mi habitación, pero me siento insatisfecha así que vuelvo sobre mis pasos y me pongo frente a mi madre.

      —Mmm...¿Mami? –le pregunto.

      —En el cajón al lado del horno –responde.

      Yo sonrío ampliamente y voy en esa dirección. Abro el cajón y ahí encuentro lo que buscaba. Mis queridos cereales Special K integrales. Mi madre siempre sabe lo que  busco.

      Voy de camino a la puerta de la cocina con las palomitas y los cereales en los brazos y el chocolate sujetado por mis dientes.

      —¡Gracias, mamá! –digo, aunque se entiende más:

      ¡Grshiá, mmá!

      Subo las escaleras y oigo que desde abajo mi madre me responde.

      —¡De nada, cariño! Pero lleva cuidado con comerlo todo. ¡Sabes que luego salen granos! Con la cara tan bonita que tienes y tú comiendo toda esa basura para que se llene de granos asquerosos... –y llego a mi habitación mientras ella sigue despotricando contra mí por comer tanta comida basura y llenarme la cara de granos. ¡Por favor, si ya apenas tengo! Mi madre es una exagerada.

      Cierro la puerta de mi habitación y hecho las cosas en la cama. Me quito los zapatos y me acuesto dejando mi cabeza y mis pies fuera de la cama, ya que me he puesto como siempre a lo ancho. Cojo aire y lo suelto, cerrando los ojos. No sé que me ha pasado en ese pasillo, no tengo ni idea. Al recordar como se han sentido sus labios contra mi piel, mis mejillas vuelven a arder y mi corazón late más rápido. Sacudo mi cabeza intentando que esos recuerdos, que esas sensaciones, desaparezcan.

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2016 ⏰

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No quiero amarte, pero lo hago (EN PAUSA INDEFINIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora