Reserva - 1

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El regreso no fue nada fácil

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El regreso no fue nada fácil. Lucía logró alejarse vacilante de la casa de los Quireipán doscientos o trescientos metros, lo bastante para tener señal en el teléfono y llamar un remís. En el estado en que estaba, no tenía otra alternativa para volver a su casa.

Se sentó sobre una casilla de luz y cerró los ojos con una inspiración temblorosa. Evitó volver a mirar su mano derecha. Sentirla era suficiente. La Cruz había rechazado el veneno, pero la carne de la palma estaba oscura e inflamada. Pulsaba, picaba, dolía todo el tiempo. El brazo izquierdo estaba completamente entumecido. Se las había ingeniado para ajustarse un torniquete con su propio cinturón por debajo del hombro y había detenido un poco la hemorragia. Y también la circulación de todo el brazo. Las puntas de los dedos le habían hormigueado al principio, después ya ni eso. Había conseguido sacar el brazo de la campera para mantenerlo cubierto y disimular un poco la sangre por si se cruzaba con alguien. Como todo adicto irreversible a la nicotina, encontró la forma de fumar mientras esperaba el auto, que se tomó su media hora para llegar.

Apenas se subió, se derrumbó en el asiento trasero y murmuró su dirección. Sabía que el conductor la observaba por el retrovisor y sacaba sus conclusiones obvias y erróneas: violencia doméstica, huida a casa de un pariente, no era la primera vez. Como si le importara.

Se sintió profundamente agradecida al encontrar a Ariel dormido. Se encerró en el baño y abrió la ducha para disimular sus gemidos ahogados mientras se desvestía. Tomó dos calmantes, rezando para que hicieran efecto pronto. No tenía fuerzas para mantenerse parada, y se sentó bajo la lluvia tibia hasta que se terminó el agua caliente. Consiguió volver a ponerse de pie y llegar a su pieza, y le costó mantener los ojos abiertos lo suficiente para curarse y vendarse. Apenas alcanzó a taparse antes de desmayarse más que dormirse.

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