MOSCÚ, RUSIA 1800.
En una habitación, ubicada en un precioso palacio, una mujer gritaba, intentando con todas sus fuerzas no ceder al dolor. Ya habían pasado horas desde que el parto había iniciado y parecía no tener fin la agonía de ella, el sudor recorría su frente, empañando y haciendo que sus mechones rubios se pegaran a su frente mientras las fuerzas casi la abandonaban.—¡Mi señora, usted puede! —alentaba la partera, una mujer que no pasaba de la treintena con cabello oscuro y piel pálida como leche —Veo la cabeza del bebé, ¡puje ahora!
Mila Bulgákov soltó un último grito desgarrador, sintiendo como la criatura por fin abandonaba su cuerpo pero en la habitación no se escuchó ningún llanto.
—¿Por qué no llora? ¡¿POR QUÉ NO LLORA MI BEBÉ?! —gritó desesperada.
La partera reviso a la criatura notando que no respiraba y comenzó a darle aire ella misma con su boca. Lo hizo una y otra vez pero el bebé no reaccionaba, mientras que la madre comenzaba a sollozar.
“No puedes llevártelo, por favor bastardo cruel. ¡Mi señora necesita a este bebé!”. —rezaba en silencio la partera.
Para sorpresa de ella y de la madre, la criatura liberó un fuerte llanto casi volviendo a la vida que le iba a ser arrebatada. Limpiaron al bebé en agua limpia y la cubrieron con una toalla, dándosela a la madre la cual aún derrama lágrimas.
—Es una niña, mi señora —informó la partera, mientras Mila Bulgákov estaba fascinada con su pequeña.
—Mírala… es tan pequeña —dijo con una gran sonrisa en sus labios.
—¡Pero su marido esperaba un varón! —la puerta de la habitación fue abierta, mostrando a lord Daemon Bulgákov uno de los grandes embajadores de Austria, quien tenía un semblante serio en su rostro.
—¿Qué es? —preguntó directamente a la partera.
—Una niña, Milord.
—Una niña... —repitió el imponente hombre mientras se acercaba a su delgada y exhausta mujer.
—¿Quieres cargarla? —preguntó Mila, inocentemente.
Daemon sostuvo el delicado cuerpecito de la niña entre sus brazos, pero muchos pensamientos comenzaban a inundar su cabeza.
“Quería un niño. Necesitaba un niño y su esposa definitivamente morirá si se embaraza de nuevo, ¡maldición!...”
Debía aceptar que por más que lo intentara no obtendría el varón que quería para preservar su apellido. Él observaba al bebé, detallando cada parte de ella. Piel sumamente pálida, nariz pequeña, labios delgados y chiquitos, todo en su hija era delicado y sumamente bello pero le extrañó ver que el poco cabello que cubría su cabeza, era de un color rubio platinado, casi blanco.
La bebé tenía sus ojos cerrados, los cuales se abren de poco en poco dejando estupefacto al lord Daemon. Nunca había visto algo parecido, sus ojos eran rojos un color para nada peculiar, incluso ni siquiera sabía que existía pero lejos de asustarte o crearse dudas de una posible infidelidad de parte de Mila, quedó todavía más maravillado con la pequeña.
—Tasya. Su nombre será Tasya Bulgákov… mi hija —dijo el hombre con gran orgullo en su voz.
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Cinco años después 1805.
La niña veía la luz de sol filtrarse por la ventana del gran estudio, quería salir y disfrutar de ese día tan precioso pero...—¡Miss Bulgákov siga con la música —le riñó esa señora cara de sapo, fea y amargada.
—¿Por qué no puedo salir a jugar? ¡El día está muy lindo afuera!
—Su padre le tiene extremadamente prohibido salir, es perjudicial para su salud. Siga tocando el piano, no pasé por alto ese error en la última nota. —la niña gruñó ganándose otro regaño, preguntándose: ¿acaso su padre nunca le permitiría estar con otros niños?
Desde que tiene uso de razón la han tenido encerrada entre esas paredes que se vuelven una prisión.
—Por favor miss Gelóv, solo cinco minutos afuera. Me duelen los dedos de tanto practicar —“también las nalgas de estar tanto tiempo sentada en esa bendita silla” —dijo para sus adentros.
—Ya dije que no, no insista señorita, no quiero problemas con su padre —la pequeña Tasya sin poder protestar más, obedeció sin replicar.
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Seis años después. 1811.
—¡Esto es muy injusto! —gritó Tasya Bulgakov, ahora de once años, corriendo directo a su habitación.¡No podía salir!
¡No podía jugar!
¡No podía estar con otros niños!
¡¿Qué más no podía hacer?!
Solo faltaba pedirle que dejara de respirar.
Entró a su habitación de un portazo escuchando los pasos de su padre detrás de ella. Tasya corrió hacia su armario y se escondió en aquel armario, era como su refugio donde su padre no entraba porque era muy grande para entrar ahí con ella.
“Se quedaría atorado” –pensó divertida.
Escuchó como él entraba a su dormitorio.
—Tasya te estas comportando de una manera muy irrespetuosa, te sugiero que salgas a menos que quieras que te obligue y te castigue —dijo con un tono serio. Eso no asustó a Tasya, porque sabía que su padre nunca le pondría una mano encima.
—¡¿Por qué no me dejas salir a jugar con los demás?! —preguntó entre lágrimas y su padre suspiro cansado.
—Tú eres diferente a los demás. Lo menos que quiero es que te hagan sufrir y sabes lo que haría si te hacen eso.
—¿En qué soy diferente? —pregunto Tasya.
Ella no se creía diferente, en lo que respecta a su comportamiento y pensamientos era normal a su parecer. Puede que no haya visto a muchos niños o niñas que tuvieran el color blanco de su cabello, ni un tono de piel tan pálido u ojos rojos ¡pero ella era una niña tan normal como cualquiera!
Su padre siempre buscaba una explicación a su extraño aspecto pero nunca la encontraba, los doctores que veían a su hija decían: que Tasya era de naturaleza débil, muy propensa a enfermarse, su piel no podía estar al contacto con el sol; ya que era muy delicada y se quemaba con facilidad. Esas y muchas otras razones lo hicieron mantener a su hija encerrada del mundo y ahora que ella pedía un poco de libertad, no quería dársela por temor a que ella sufriera.
Daemon Bulgákov era un hombre insensible y para nada caritativo, pero su único punto débil es era su pequeña de ojos rojos.
—Me canso padre. Aborrezco estar todo el día encerrada, leyendo historias, lecciones tras lecciones, ¡escuchando a esos profesores que me aburren mucho! —escucharla decir eso hizo reír Daemon.
—Sal de ese armario y hablemos como personas civilizadas, Tasya Bulgákov.
Poco a poco la puerta del armario se abrió, mostrando esa pálida y pequeña figura con la mirada gacha y las mejillas bañadas en lágrimas secas.
—Perdón padre —Tasya se acercó a él y Daemon la envolvió en un dulce abrazo que solamente tenía para ella ya que ni a la madre de la niña, trataba con tanto cariño y amor como lo hacía con ella.
—Tasya no eres ni serás nunca como lo demás niños por eso tengo que protegerte de los que quieren hacerte daño.
—¡Pero nadie quiere hacerme daño! —replicó.
—Eso no lo sabes. Todos traicionan, no puedes confiar en nadie solo en ti misma a la primera debilidad que noten se aferran a ella como sanguijuelas y te destruyen. —esas palabras sembraron en Tasya un miedo al mundo exterior, justo lo que su padre quería y estaba consiguiendo casi sin ningún esfuerzo.
Primer capítulo ya corregido! ✨👏❤️ ¿Les gustó? 🥺
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La lady de ojos Rojos. © Precuela: Galanes Imperfectos
Historical Fiction❦︎ 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐚 𝐡𝐞𝐜𝐡𝐚 𝐩𝐨𝐫: EvelynCampos488 ❦︎ "Se cuenta que hay una dama en especial que al mirarte te atrapa con su belleza, frágil, cautivante, delicada y etérea. Todos los que la han visto dicen que es imposible no reconocer...