Capítulo 6

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HENRY
—Esa sonrisa no es muy propia de ti, Henry —bromea Martin.

—Una idea ha estado rondando por mi cabeza estos días. ¿Qué tan difícil seria colarse a la residencia Bulgákov?

—Definitivamente llegó el día en que por fin has perdido el juicio.

—Solo tengo curiosidad.

—Tú no tienes solo “curiosidad”, bastardo arrogante quieres ir detrás de la hija de ese ruso. —me recosté en el espaldar del sillón, recordando sus cabellos platinados y sus ojos extraños.

—Es difícil sacarla de mi cabeza.

—Te meterás en problemas por una desconocida.

—Siempre hay un momento para hacer locuras. Además no estoy pidiendo tu opinión, tú vas  ayudarme a sacar a la pequeña paloma de su jaula.

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TASYA
Elizabeth se disculpó mil y un veces por lo sucedido. Traté de decirle que no necesitaba que se siguiera disculpando, no cuando fui yo quien tomó la decisión de acompañarla a ese lugar. Si antes no podía sacar de mi cabeza al hombre que me había amenazado en la residencia de los Hamilton, ahora que sabía su nombre y había sido besada por él ¡menos podía sacarlo de mis pensamientos!

Mi mente está echa un lio.

—¿Tasya te encuentras bien? No tienes buena cara —dijo mi padre.

—No pude pegar ojo en toda la noche, por eso estoy cansada —al ver el desayuno solo remuevo la comida. “No tengo nada de apetito” —¿Padre tendremos que asistir a otro baile hoy?

—No, hoy será nuestro descanso hasta la próxima semana.

—Te he notado extraña Tasya, ¿qué te sucede en realidad? —pregunta mi madre con un tono lleno de preocupación.

—No tengo nada. Aun trato de acostumbrarme al nuevo entorno, eso es todo —miento con una sonrisa en mis labios.

—Ya lo harás, aunque en esta ciudad no haya el suficiente lujo que teníamos en Rusia servirá de algo durante estos nueve meses.

Casi no escucho lo que dice, porque estoy muchísimo más concentrada en saber cómo volver a verlo a él y así sigo durante toda la comida.

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Los días siguieron y casi nunca salía de la residencia. Pasaba mi tiempo entre libros y mis pinturas, los cuales ya comenzaban a hastiarme.

—¿Aburrida  Tasy? —aparté mi atención del libro.

Mi madre entró a la biblioteca y sentó a mi lado en el mueble.

—Los libros ya no me resultan tan buen método de distracción.

—No has pintado en varios días y eso es raro en ti.

—No tengo nada para que me impulse a pintar.

—Me lo imagino…. sin querer vi una de tus pinturas…

—¿Como? ¿Cuál pintura? —enfaticé nerviosa.

—Era la de un caballero de rostro difuso. Debo decir que no sé de donde saliste tan talentosa. —el corazón comenzó acelerarse.

—¡Madre mis pinturas son privadas! Podrías avisarme la siguiente vez que quieras verlas, me avergüenza.

—¿Por qué te avergonzaría? —las mejillas se me calentaban.

—Así como a nadie le gusta que lean sus cartas o diarios por ser demasiado personales, lo mismo pasa con mis pinturas. ¡No las muestro o dejo ver a menos que yo quiera! —mi madre me miró sorprendida y vi una expresión de disculpa en su rostro.

—De acuerdo. Para la próxima te preguntare —espetó.

—Gracias.

El silencio reinó en la estancia y sentía que la tranquilidad de hace unos minutos no iba regresar.

—¿Padre se seguirá ausentando todo el día? —pregunte queriendo entablar una conversación, deseaba corta el momento de tensión entre ambas.

—Sí, es necesario su posición se lo pide.

—Y a ti no te interesa tenerlo a tu lado más que lo mínimamente necesario. —dije sin ningún tipo de emoción, más bien era un tono sereno que no tenía ningún tipo de represalia.

—Sabes que tu padre y yo nunca estuvimos enamorados, ni te hemos vendido una imagen diferente a esa. Él y yo nos comportamos, tratamos de mantener las apariencias como debe ser.

—¿El matrimonio siempre es así? ¿Lo será incluso para mí?

—No sé qué decirte para no rompa alguno de tus sueños idílicos. Es casi ficticio el amor entre matrimonios en personas de nuestra posición, aunque cabe la posibilidad que tu padre te meta aun convento antes de permitir que un hombre te haga infeliz —mi cara debió tener una expresión de horror porque ella se empezó a reír.

—¡No quiero ir a un convento, madre!

—Eso lo veremos, dependerá de tu padre si llevarte o no.

—¡Si a Daemon Bulgákov se le ocurre meterme en un convento, no le vuelvo a dirigir la palabra!  —repliqué y ella empezó a reírse casi a carcajadas divirtiéndose de mis desgracias. “Que estupenda madre era Mila Bulgákova.

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Mi padre siempre estaba para la hora de cenar y esa noche no fue la excepción aunque tenía la cabeza en otro sitio como para prestar atención a lo que decían. Subí a mi dormitorio y encontré  encima de mi cama una nota que decía:

“¿Quieres escapar de tu jaula por segunda vez, pequeña paloma?....”

El corazón se me aceleró y sin proponérmelo me encontraba sonriendo leyendo el resto de lo que había escrito mi caballero oscuro.

Insensata” .grito mi sentido común y lo ignoré porque mis ganas de escaparme para sentir la emoción de estar cerca de él nuevamente eran más grandes…

Me castañeaban mis dientes del frio por esperar afuera de la casa, mientras todos dormitaban. Quise gritar cundo sentí la mano cubrir mi boca pero mi captor susurró a mi oído:

—De verdad quieres huir, pequeña paloma. —retiró su mano, apenas me di la vuelta para enfrentarlo, no me dio ni oportunidad de abrir la boca cuando ya lo tenía besando mis labios. —Su boca sigue igual de dulce, como lo recordaba.

—No sé si indignarme por esto o pedirle que me vuelva a besar —confesé y él se rio.

—Por dios, nunca pensé que encontraría a una mujer tan elocuente como usted.  ¿No temes que te saque de tu jaula dorada para meterte en otra?

—No le temo y tomaré la decisión de confiar en usted.

—Eso sería un error. —sonreí.

—Será uno de muchos que ansío cometer.

—Que muchacha más singular me he encontrado, poseedora de lindos ojos rojos. Vámonos miladi el carruaje nos espera… —con miedo y expectación tomé su mano sintiendo de nuevo la euforia, el mismo sentimiento que sentí la primera vez que lo tuve cerca.

La lady de ojos Rojos. © Precuela: Galanes Imperfectos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora