La noche

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La fiesta estaba acabando, varios de los invitados habían empezado a irse y otros decidieron quedarse a dormir en ese lugar, la mayoría estaban muy hebrios y no podían ni siquiera caminar. Samuel estaba con su primo en el baño, Joaquín seguía vomitando lo cual era sorprendente. Joaquín se alejó del inodoro y se sentó en la fría baldosa apoyándose contra la pared.
-¿Qué diablos Joaquín?- Preguntó su primo. -¿No bebiste tanto como para terminar así?
-Estaba tomando más en secreto, sabes que me pongo muy nervioso...
-No es escusa.- Lo interrumpió. -Si tu mamá te ve así te matará y a mi también.
-¿Puedo dormir en tu casa?
-Claro que vas a dormir a mi casa, no puedo dejar que mi tía te vea, ahora levántate que ya quiero irme.
Joaquín trató de levantarse pero cayó con una gran fuerza, al tocar el piso empezó a reír como desquiciado.
-Odio cuidar a ebrios.- Dijo Samuel mientras ayudaba a levantarlo.
Caminaron lentamente hasta la salida, Samuel por poco lo cargaba para que no volviera a caer, al verlo al rostro notó que tenía una herida en la frente, seguramente por la caída.
"Mierda"
La música había parado, el DJ ya estaba empacando sus cosas para irse. Aunque todo ya estaba por terminar aún había gente bebiendo y fumando, entre ellos estaba Daniel quien seguía tomando vodka puro y está mucho más hebrio que Joaquín. En una esquina se encontraba Lili y Mateo, Samuel caminó hacia allá arrastrando a su primo.
-¿Qué le sucedió?- Preguntó Lili al ver su herida.
-El muy estupido tropezó en el baño, espero que mi mamá no lo vea.
El teléfono de Lili sonó y ella lo contestó alejándose un poco, Mateo se acercó a su amigo para que lo escuchase mejor.
-¿Cómo vas a regresar a tu casa?
-Voy a llamar a mi hermano para que nos venga a ver. ¿Y los demás dónde están?
-Esteban fue el primero en irse y no he visto a Jésica así que creo que también se fue. Samuel, ¿Será posible que duerma en tu casa hoy? Mi mamá no puede venir a verme y no quiero ir solo a esta hora.
-Claro que sí, sólo deja que se lo diga a mis papás.
-Gracias!- Mateo estaba muy emocionado. -Se lo voy a decir a mi madre.
Mateo se alejó unos pasos para poder realizar la llamada. Samuel sentó a Joaquín en una silla de plástico blanca y el se dejó caer en un pequeño banco de madera. Joaquín lo miró lentamente.
-Quiero comerme a tu amigo.- Dijo en voz baja.
Samuel lo regresó a ver con sorpresa y rió con fuerza.
-¿Mateo?
-Si.- Joaquín volvió a reír. -¿Sabes que me dan ganas de hacerle?
-¡Nada!- Samuel se puso firme. - No vas a hacer nada tonto que después te puedas arrepentir, estas hebrio y no piensas con claridad, ahora guarda silencio.
Lili se acercó a ellos.
-Mis papás están afuera, ¿Necesitan transporte?
-No, tranquila.
Lili se despidió de ambos, aunque no sé acercó a Joaquín, y después se alejó entrando a la casa para poder salir por la puerta principal. Mateo camino hacia ellos después de un minuto, se veía muy contento.
-Mi mamá está de acuerdo.
-Perfecto ahora solo queda esperar. -Samuel regresó a ver a Joaquín esperando que no dijera nada.

Una ola de frío azotó a Jésica, estaba sola caminando por a acera recordando todo lo ocurrido. Estaba arrepentida, los tragos no la hacían pensar con claridad pero ahora estaba mucho más consciente. Estaba decepcionada de si misma ya que ella no sentía nada por Daniel más que despreció ese momento.
"¿Por qué lo hiciste?" Se repetía.
Un auto pasó cerca de ella con luces muy fuertes las cuales la marearon, por un segundo pensó que la harían daño pero solo pasaron de largo. Con asombro comprendió que no le importaba lo que hicieran con ella, se sentía humillada, había llegado muy bajo, o almenos eso pensaba. Se abrazó a sí misma para poder combatir el frío, por suerte su casa no están tan lejos de la de Daniel y ese sector no era peligroso. Al ver su casa a lo lejos corrió con todas sus fuerzas, quería llegar lo antes posible para poder dormir y olvidar almenos por un momento lo que ocurrió esa noche. Llegó a la puerta de metal que llevaba a su jardín y buscó sus llaves para poder entrar.
-No, no, no, no.- Repitió mientras buscaba en sus bolsillos.
Las llaves no estaban, ella no recordaba donde las había dejado, volvió a buscar en sus bolsillos aunque sabía que no estaban ahí. Maldijo en voz alta, casi gritando, se quedó unos diez minutos parada afuera de su casa pensando una manera de entrar sin que sus padres la escucharan. No tenía otra opción más que timbrar, aplastó el timbre con fuerza y durante mucho tiempo, tenía que asegurarse que sus padres la escucharan. Al cabo de un minuto contestó su madre.
-¿Quién es?- Su tono de voz era normal pero Jésica sabía que estaba molesta por despertarla.
-Mamá, soy yo.
-Jésica, como es posible.
Colgó instantáneamente, Jésica escuchó como caminaba por su patio hasta la puerta, su madre la abrió fuertemente y vió a su hija con ira.
-¿Qué pasó, por qué nos despiertas?- Abrió los ojos sorprendida. -Estas mojada, como puedes salir así a estas horas, entra rápido o te vas a resfriar.
Jésica obedeció sin hablar, entró a la sala y encendió la luz, toda la casa estaba a oscuras; su padre bajó las escaleras para encontrarla, estaba menos furioso que su madre por lo que ella estaba agradecida.
-Jésica, te dimos llaves para que no pasara esto.
-Perdón papá, no sé dónde la dejé, llamaré mañana a ver si alguien las encontró.
Su madre entró y cerró la puerta con seguro, llevaba puesto su bata de dormir la cual era muy fina así que Jésica sabía que debía estar con frío.
-¿Por qué estás mojada?- Su madre continuaba muy molesta.
Su padre no lo había notado por la poca luz. Jésica estaba arrepentida, no quería causarle molestias a sus padres, estaba nerviosa no quería que sus padres se enteraran de lo que había hecho esa noche aunque no había forma de que lo sepan.
-Me mentí a la piscina de David.
-Pero no llevaste traje de baño.
Jésica se puso mucho más nerviosa, sus manos le temblaban levemente.
-Diana me prestó el suyo.- Fue lo primero que se le ocurrió. -Ella llevó para nadar pero estaba con gripe así que me lo dio.
Su madre estaba un poco dudosa pero la mentira convenció de inmediato a su padre quien bajó y la abrazó.
-Ve a cambiarte para dormir, asegúrate de estar abrigada.
-Si papá.
Jésica le dió un beso en la mejilla y subió las escaleras en dirección a su cuarto, sabía que sus padres iban a discutir por esta razón, su madre odiaba lo suave que su padre la trataba.
"¿Cómo pude hacerles esto?" Pensó ella.
Estaba muy triste, no lo suficiente como para llorar pero la atormentaba.
Entró a su cuarto e inmediatamente se puso su pijama rosada con dibujos de cerditos azules, su colcha también era rosa y tenía varios peluches encima de ella, había tirado casi todos sus juguetes a excepción de una casa de muñecas de madera la cual tenía en una esquina, su cuarto fácilmente podía ser el de una niña.
"Pero yo ya no lo soy."

Alas De AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora