Siempre había sido una buena persona, un buen hijo, un buen estudiante; alguien capaz de llenar las expectativas de sus padres y de todo el mundo.
Ese era su propósito de vida.
Kim Seokjin era el hijo ejemplar que podía hacer todo por sí mismo, que tenía excelentes calificaciones y que no necesitaba de nada ni nadie para poder valerse por sí mismo. Sin embargo le faltaba algo en su vida, algo primordial para cualquier ser humano, algo casi tan importante como el aire.
A Jin le faltaba amor.
Siempre había vivido rodeado de lujos que sus padres se desvivían por darle, pero al parecer olvidaron lo más importante, se olvidaron de darle amor, atención y cariño, básicamente lo que todo niño necesita para ser feliz. Tan ocupados estaban en tener una buena economía satisfaciendo todas las necesidades de su hijo que se olvidaron que tenían a alguien que necesitaba de ellos.
Jin había crecido prácticamente solo, porque para los ojos de sus padres era un niño muy inteligente e independiente, pero debido a ello el joven podía caer muchas veces en la ingenuidad e incluso hacer cosas que por lógica no debería hacerse pero que su corazón le llevaba a hacerlas, como por ejemplo subirse a un árbol de mas de 6 metros de alto y bajar a un gatito aunque en el proceso se hubiera lastimado las manos y caído un par de veces; frenar a un auto casi siendo golpeado en el proceso para que este no atropellara a una familia de patos, o aparcar su camioneta a lado de la cera a mitad de la noche para bajarse a socorrer a un completo desconocido que al parecer se había metido en una pelea con sujetos mas grandes que el.
Esa noche después de ir a comprar algo para hacer su cena, no pensó ni siquiera dos veces en detenerse cuando vio como un chico de aproximadamente 18 años noqueaba al último de los muchachos que aún se mantenía en pie. Se asustó cuando vio como el mastodonte cayo noqueado seguido del muchacho quien se desplomo en el piso retorciéndose de dolor. Salto a los sujetos en el piso llenos de golpes y uno que otro sangrando y tomo al joven entre sus brazos, lo subió a la camioneta con cuidado y salio disparado del lugar en dirección al hospital.
Si, aquí es donde entran las situaciones ilógicas y poco comunes en las que se metía Jin.
El chico desconocido que había rescatado llevaba dormido casi un día completo en su mullida cama, bastante ignorante de donde estaba y que sus heridas habían sido tratadas. Después de ir a la clínica que frecuentaba su familia para que un medico lo revisara, regreso con él aun inconsciente, lo metió a su habitación y se distrajo cocinando y arreglando un poco la casa; horas después cuando fue a revisar el estado del joven, este prácticamente lo había mandado a volar de un puñetazo en la cara.
Gimió de dolor intentando recuperarse del golpe que le dejo aturdido, y cuando enfoco su mirada en el menor le vio asustado y confundido, era como un animal salvaje herido y lleno de dolor.
- ¡¿Quién eres!? -grito, su cuerpo temblaba y su respiración era irregular
- ¡¿Quieres tranquilizarte!? ¡Dios! ¡Mi labio está sangrando! -asustado y algo molesto por el golpe limpio la sangre que caía de su labio a su quijada- ¡¿Así es como agradeces el que te haya salvado el trasero!?... -suspiro exasperado- Muchacho maleducado... -dijo levantándose, limpiando su labio y acercándose con cautela al menor
- Era mejor que me dejaras ahí... -dijo encogiéndose en su lugar desviando la mirada
- Eran aproximadamente 10 personas niño, ¡Mucho más grandes que tú! -recalco aterrado- De haberte dejado ahí, en las condiciones en las que estabas, si venían más o alguno recuperaba el conocimiento hubieras muerto por tantos golpes en tu cabeza, o una de tus costillas pudo haber perforado alguno de tus órganos y ahí se hubiera complicado demasiado la situación, Dios... -suspiro intentando calmarse, las palabras de ese chiquillo solo lograban alterarlo- Por cierto tienes dos costillas astilladas y una contusión leve, con descanso y medicamento estarás mejor...
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Wings: La vida de Kim TaeHyung
Krótkie Opowiadania> Taehyung había nacido para ser infeliz. Algo que había aprendido a lo largo de su desafortunada existencia era el como la vida podía hacer de momentos ordinarios, algo extraordinario. Algo tan simple como reunirse alrededor de una fogata hablando...