13 (pasado)

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Ahí se encontraba el.

No tenía el mejor corazón pero este si podía amar. Sin embargo su cobardía lo había llevado a su actual situación; ¿Sería capaz de mirar a sus compañeros a la cara?

Aún tenía entre sus dedos la medalla pesada, la acariciaba con la yema esperando que aquel dolor en el pecho se detuviese.

Su cuerpo temblando de impotencia, su cara húmeda por martirios, los malos ratos apareciendo. "Clink", algo que interrumpió el silencio.

La puerta azotada, corriendo y a la vez gritando, ¿Por que se callaba? ¿Por que reprimía sus sentimientos? Ignorarlos nunca significó que desapareciesen.

Corrió por los pasillos, entretanto la segunda oleada de fuegos artificiales rugían en el cielo, iluminándolo de forma efímera. Y aunque ese corto periodo de iluminación se apagase, se podrían ver reflejadas en las lágrimas de aquel adolescente con el corazón roto.

No le dolió no llegar a ser un héroe, le dolió el rostro de decepción que le mostró Izuku. El fracaso, haberle fallado le dolió.

¡Dios si que había luchado! Si lo intento, pero su mente fue un enemigo  insuperable. Tropezó, y detuvo.

Se sumergía en la oscuridad, abrazando su cuerpo pareciendo encogerse en si mismo, pensando que esa mirada que amaba no lo mirase así.

La única forma que existía era matar aquellos sentimientos constantes. Pero lucia imposible.

Entonces... Sin ser visto ante nadie, remplazo el celular que se encontraba en el bolsillo por la medalla dorada; Marco a su madre para que la pasase a buscar.

Camino aspirando la melancólica que abundaba en los pasillos de su escuela, que va, jamás pisaría de nuevo estos suelos.

Miraba de reojo a la multitud reunida en el patio desde el tercer piso, se detuvo, abrió una ventana y una pequeña ventisca fría revolvió sus cabellos; Era abrazadora, aún con el olor a pólvora.

Aquellos fuegos artificiales salían y decoraban él ambiente. Su mirada bajo y los vio a todos reunidos en un círculo junto a sus padres y profesores brindando por El Progreso.

Sonreían, ¿Por que no podía sentir lo mismo que ellos en esos momentos?

Su piernas flaqueaban, sentían celos de no poder estar allí como todos los demás. Su corazón daba vuelcos, respirar era como punzadas para este.

Con pequeños espasmos sintiendo algo caer en su mano. Estaba mojado, como su rostro.

Por más que intento detenerlas con sus manos o la manga de su ropa estas cayeron como las mismas gotas de lluvia.

La referencia era similar, después de todo, llueve cuando la nube no puede aguantar más el peso.

Apoyado contra la pared que se ubicaba la ventana recibió un mensaje, luego, se levantó y se fue.

Nunca lloro.
Nunca le dolió.

—¿Hijo, ¿Te encuentras bien?— Pregunto bajo su madre al ver a su hijo callado, recostado sobre su mano mirando fijo as la ventana que daba directo a la A.U.

—Si...— Constesto cortante, no quería hablar ni con su madre.

Arrancando el auto se dirigieron a su casa, el rubio ignoro a su madre y fue directo a su cuarto. Cerró con seguro, y corrió hacia la cama tirando se encima de ella sabiendo que las cosas no serían como antes.

Levantarse, estirarse, lavarse los dientes, desayunar; Todo se sentía diferente, por un acto de obligación.

Sus pequeñas ojeras y ojos hinchados desaparecían al tacto del agua fría. Frotando el agua contra su rostro.

Salir del baño y buscar un curso especializado que le ayudaría más tarde, consultarlo con su madre.

Solo quería una cafetería por el capricho de su corazón.

Días después, exactamente 3 días después de la graduación recibió llamadas de sus compañeros. Las ignoro completamente mientras empacaba; El curso era en el extranjero.

Nadie tenía saber que se iría lejos, ni siquiera el. Apagó su celular cuando él molestoso tono del celular corrompía el silencio de su habitación.

No le daba importancia a quienes exactamente estaban llamando, quería terminar su maleta rápido ya que en una horas saldría su vuelo a Canadá. El idioma no sería un problema, allí también hablaban japonés.

Suspiro con frustración, cerró y bajo todas las maletas –que solo eran dos– y las coloco frente a la entrada.

Miro a sus padres y sonrío para sentarse con ellos y disfrutar de los minutos que le quedaban con ellos.

Unos momentos de risas y recuerdos no hicieron mal... Sim embargo eran demasiado cortos.

Caminar, llegar e irse.

No le gustaba el aeropuerto, esas máquinas gigantescas que eran la principal causa de la destrucción de la capa de ozono, y también que fueran cargados de gente qué tal vez mueran. Las probabilidades de morir en un avión era intermedias.

Suspiro, dejo la maletas en su costado y abrazo a sus padres por última vez en el día. Vio a su madre que luchaba por mantener la compostura.

—Te quiero, Má.— Soltó el hijo a su madre.
—Yo más— Respondió.

Le dedico una última mirada a su padre y este lo vio con aprobación. Asintiendo se retiró y estando de espaldas su mano derecha levantó.

—Volveré— Le susurró al viento, entrando por un largo pasillo rojo.

Inefable; 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora