Contando un sueño

542 12 3
                                    

No te metas el dedo en la nariz, decía siempre mi madre cada vez que la veía hurgándose la nariz.

Ya no sé en qué estaba pensando, protesté.
¡Ben! ¿Cuántas veces tengo que decirte que no te metas el dedo en la nariz? Estás a punto de cumplir dieciséis años, me regañó.
Conozco gente que sigue haciéndolo a los cincuenta, respondí con una gran sonrisa.
No me digas, dijo sarcásticamente.
¡El tío Gerhard!, exclamé riéndome.

Mi mamá me dio la espalda y agarró su bolso; sabía que se estaba riendo. Después de un rato, se volvió hacia mí de nuevo.

No sé cómo se te ocurren esas cosas, me dijo seriamente.
Porque son verdad, respondí.
Siempre tienes que llevarme la contraria, dijo molesta.
Tú le dijiste a papá que el tío Gerhard se comporta a veces como un cerdo. Y eso que no hay cerdos tan viejos, comenté mientras me reía.

Creo que agoté su paciencia, porque mamá suspiró y cambió su tono, el cual usa cuando se pone seria.

Ya basta de perder el tiempo, ponte a hacer los deberes. Cuando llegue tu abuelo, dile que los revise, dijo mientras salía hacia la consulta con el doctor.

Después de que mamá se fue, contemplé el cielo y luego alimenté a Sultán, nuestro perrito. Saqué mi libro de historia decidido a hacer mi tarea, pero no pude evitar distraerme pensando en la chica de mis sueños. Cuando llegó el abuelo, ni siquiera había comenzado a hacer la tarea. Lo bueno es que él me explicó las cosas que no entendía. Después de terminar, lo interrumpí antes de que saliera de la habitación.

¿Abuelo, puedo contarte algo?, pregunte en voz baja.
Claro siempre puedes contarme lo que sea, volvió y se sentó junto a mí.
Me gusta una chica, le dije algo sonrojado.
¿Quién es?¿La conozco?, preguntó sorprendido y emocionado.
Bueno, no sé cómo explicarlo, pero últimamente he estado teniendo sueños con una chica de la Isla de los Perdidos. Siento que es diferente a las otras chicas, comenté algo nervioso.
Al parecer, alguien se ha enamorado, dijo dándome un pequeño golpe.

Después de hablar durante horas, regresó a su habitación y me prometió que no le contaría a nadie, ni siquiera a mis padres.

Nuestro Amor Es Para Siempre | DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora