10. Robada y perdida.

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A la mañana siguiente hizo un recuento de actividades. Primero, ir a la universidad. Segundo, hablar con Gael. Tercero, regresar a casa.

Al menos vas a hacer algo diferente esta vez, pensó. Como todos los días, su rutina era ir a la universidad y regresar a casa, su pequeño nuevo hogar.

Si mamá supiera. Se volvería loca.

Su espacio era reducido pero al menos era femenino. Tenía una sala de estar, cocina y dos habitaciones, una donde almacenaba cajas con sus pertenencias que habían llegado desde Estados Unidos. Siempre fue muy ordenada y pulcra, tanto que ni una mota de polvo tenía que cubrir el suelo o la mesa. Todo estaba exactamente donde tenía que estar.

Una vez que terminó de alistarse tomó sus cosas y fue a la cafetería del campus para un desayuno temprano.

—Es muy temprano para que estés aquí.

Estaba esperando su pedido cuando la voz de Layla flotó hacia ella.

—Todo lo que quiero es algo que me mantenga despierta y me dé fuerzas para lidiar con el nuevo profesor —dijo.

La miró por el rabillo del ojo. Ella estaba radiante. Con un brillo a su alrededor y supo que su ánimo estaba en altos niveles.

—Ya lo sabes, no es necesario. Gael puede ser como un café bien fuerte si lo necesitas.

Amelie frunció el ceño. No quería pensar en las cosas que ella hacía con Gael. Y menos cuando estaba por comerse una deliciosa dona.

—Borra eso, sólo digo que parece que te mantendría despierta incluso si estás agotada.

Ella volvió a reconsiderar su sugerencia. —Olvídalo. Puedo ver en tus ojos que estas malinterpretando la situación.

¿Cómo no malinterpretar si habían estado juntos íntimamente?

—Sería interesante si puedo saltarme la clase —dijo Amelie.

No podía, porque la materia era básicamente el centro de su formación como actriz.

—¿Qué es eso de lidiar con él? —Layla inquirió con curiosidad.

Amelie volvió a pensar en lo que iba a decirle a Gael cuando tuviera una pequeña oportunidad.

—Ayer volvió a Jefferson Studio.

Layla abrió los ojos. —¿Qué?

—Lo escuché hablar por teléfono con una mujer —dijo.

Layla se relajó y sus ojos lucieron pensativos.

—¿Lo escuchaste decir que iba allí?

—Bueno, no, pero estaba apurado por algo.

Layla negó. —Puede haber otros motivos, ya lo sabes.

Amelie replanteó la situación. Él parecía alguien sin muchos problemas, un poco como el tipo de chico temperamental sí. Un poco egocéntrico, desinteresado en ciertos casos y muy intenso a veces.

Se encogió de hombros, no queriendo meter las manos en el fuego por él.

Se sentaron en una mesa y desayunaron hablando de cosas que les gustaban hacer. Hasta ese momento se dio cuenta de lo fácil que era mantener una conversación trivial con Layla y de lo mucho que tenían en común.

Cinco minutos después la puerta de la cafetería se abrió y Amelie levantó la vista riendo de algo que había dicho Layla sobre Camille teniendo tetas más grandes que el globo terráqueo. El cabello desordenado del hermoso hombre se apartó de sus ojos y se encontraron con los de ella. Él sonrió a medias y caminó al mostrador pidiendo un expresso doble para llevar, agarró unos cuantos caramelos del mostrador y los metió en su bolsillo.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2017 ⏰

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