3. Jodido.

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Gael estaba a un paso de estar jodido, aunque fuera él el que estaba jodiendo a la rubia que no paraba de gritar como si estuviera forzando a sus pulmones que en cualquier momento estallarían si fuera realmente posible. ¿No había un calcetín para metérselo en la boca?

No podía hacer nada que pudiera hacerla callar y eso le estaba dando un horrible dolor de cabeza, por no decir que realmente le daba asco todo lo que estaba haciendo. Su productor sacudía el billete y él lo perseguía sacudiendo el rabo para complacerlo. Quería terminar lo antes posible y regresar a casa para atender a Lily si tenía unas de sus terribles pesadillas. Sin embargo, tenía que terminar el rodaje y así marcharse con el dinero que los mantendría sobreviviendo por unos meses.

Ya había acabado con todo eso. No más actos del infierno. Tendría que buscar un trabajo, no importaba si eso significaba irse todos los días al otro lado de la ciudad.

¿Y dejar a Lily con su drogadicta madre? No, ni pensar.

Golpeó más duro a la chica para así obtener bonos extras por hacerla gritar. En realidad, sólo se mantenía erecto por la droga que habían insertado en su torrente sanguíneo. No duraba mucho, sólo hasta el descanso, y luego volvían a empezar. Atajó el culo de la chica y se trasladó a una posición que no daban calambres a su pierna y no lo aburría como el infierno.

La misma chica había comenzado sólo hace unas pocas semanas y su entusiasmo iban por las nubes. Lo había estado acosando para que hiciera una película con ella, pero él se negó a hacerlo ya que confiaba más en su usual compañera que se retiró sin avisarle personalmente.

Valerie o Cassie, no recordaba el nombre, disfrutaba de una manera exagerada, como si nunca le hubieran dado tan duro y tan a fondo. No había otro en la habitación que disfrutaba más que ella y lo disfrutaba, excepto Jefferson a quien parecía caerse la baba por la barbilla.

Estaba por dejarse ir y al menos sacar provecho a algo de lo que estaba haciendo cuando vio a una chica parada en la puerta.

No entraba del todo a la habitación, pero miraba con una mezcla de todo en sus intensos ojos azules.

Se veía asustada, un poco verde también, francamente, por encima de todo, demasiado atractiva de la manera que una chica que se veía inocente lo haría.

No sabía si de dio cuenta o no, pero la puerta se había abierto un poco más.

Llevaba una bata y sus manos se aferraban al nudo en la parte frontal. Precisamente desde donde estaba, pudo ver sus nudillos volverse blancos y sus rodillas debilitarse un poco. Su cabello castaño caía en ondas por su hombro y quiso por un segundo hacerle un gesto para que se uniera. Estaba siendo irracional y actuando en un modo que nunca lo haría. Todo se lo debía a la cólera que sentía por estar encerrado en ese lugar y depender de alguien que enfocaba la cámara en su culo.

Se dio cuenta de lo caliente que era ella observando desde la distancia y, también, que nunca la había visto por ahí. Quiso darle el show de su vida, algo para asustarla un poco y que le gustase en menor medida, así tendría algo en lo que trabajar en la noche. No parecía del tipo voyeur, y él no era del tipo que le gustaba el exhibicionismo, pero su sangre hervía un poco y quería hacerle ver que lo que estaba haciendo ella ahí no era para ella. Era demasiado hermosa para vivir de aquella manera, para estar en ese infierno de edificio y dedicarse a eso. Pudo haber estado fácilmente en la industria del modelaje o siendo la princesa de algún tipo rico lejos de lo perverso y que tuviera sexo vainilla con ella.

Apenas escuchó cuando Jefferson con una sonrisa comemierda dijo: —Eso es todo.

Se detuvo y salió de ella como si tuviera herpes.

La chica perfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora