Retumbos

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La nieve de otro tosco y helado invierno había apagado el color de las flores en el jardín olvidado de lo que un día fue una imponente mansión. Los copos de nieve cubrían el suelo y todo a su esplendor.

Caminé hasta la fuente y la rodeé mientras observaba la esculpida figura que dibujaba la piedra caliza, la madre de Tom, Emily Van Vladoisqui. Sobre el agua había una capa de hielo que escondía el reflejo de mi rostro. Me senté sobre el borde y pensé acerca de lo que ocurría, tenía la desilusionante sensación de que nada de aquello haría una diferencia, tal vez era un primer paso hacia un millar de enredos, que solo era un pedacito de algo muy grande.

Miré nuevamente mi reloj, las manecillas indicaban que el tiempo que Tom había dicho demorarse acababa. Caminé de regreso al pozo, donde estaban Lewis y Jimmy. Cuando llegué no estaban, así que quizás también hubiesen dejado el lugar para dar un vistazo. Y así fue, luego de unos minutos regresaron.

− ¿Aún no llega? − Pregunto Jimmy tras recorrer con sus ojos el lugar.

− No ¿Creen que pudo haberle ocurrido algo? − inquirí.

− Solo han pasado quince minutos de más. Quizá ya esté cerca de aquí − opinó Lewis.

− Sí, pero ya son las diez de la mañana. Estamos perdiendo tiempo. Deberíamos adelantarnos −

− Tenemos mucho tiempo aún − contradijo Lewis.

− Sí lo esperamos más tiempo no alcanzará para regresar − insistió Jimmy.

− El descenso será mucho más corto. No hay problema −

− Adelantémonos algunos metros − Propuso.

− No seas impaciente – acalló Lewis.

Permanecimos en cabal silencio algunos minutos, observando reiteradamente el reloj. Entonces una brisa helada atravesó el lugar, esa brisa me produjo un escalofrío que franqueó todo mi cuerpo. Estaba acompaña de un silbido, como si ese sonido viniera desde la profundidades del bosque y trajera consigo los quejidos y retumbos espectrales desde allí, como gritos anormales muy lejanos que había traído la brisa hacia nosotros. Más que helada era una brisa maligna y cruda, algo paranormal transformando la atmosfera. Noté que la reacción en ellos fue igual a la mía, y con asombro y temor vigilaron el lugar. Con sorpresa descubrí que al intentar pronunciar algo mi habla se había quedado muda.

− ¡¿Qué demonios fue eso?! − Inquirió Jimmy con tono tembloroso.

− Maldad viajando en el aire. Eso nunca lo había visto antes − definió Lewis.

− ¿Creen que Tom este bien? − Preguntó Jimmy con sus ojos idos en el bosque.

Su pregunta hizo que se estrujara mis huesos y de manera instantánea el miedo se cambió por desespero. Observé con angustia el bosque; sentí una mano ponerse sobre mi hombro seguido de la voz.

− Estará bien − apaciguó Lewis − Es riesgoso para nosotros, no para él −

Observé con anhelo el lugar por el que Tom entró, esperaba que regresara por allí mismo. Apreté mis puños y mi rostro alterado a melancólico, coloqué mi mano en mi pecho, sobre el medallón. Recordé todo lo que me inquietaba, ese maligno lugar al que había partido, las criaturas mencionadas en aquel texto de leyendas pretéritas, Azrael en las recónditas sombras, el riesgo de que vinieran por él y lo raptara para siempre. Estaba frenética y el reloj lo empeoraba, mostraba veinticinco minutos más tarde de lo él había especificado tardar.

− Está tardando demasiado. Deberíamos buscarlo − consideré.

− Sí, andando − se apresuró Jimmy.

Enigma 2 (Los Ante Portam)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora