Cada decisión que he tomado fue elegida por mi destino, he estado siguiendo los pasos de mi propio final.
Caminábamos por la avenida que indicaba el papel, buscábamos la dirección que indicara la casa del profesor Lewis, en ese mismo momento vimos una presencia femenina vagabundear por la calle desértica, otra entidad marginada, pues su alma representaba las heridas de su muerte, un disparo en la zona de su clavícula y otro en su frente. De inmediato notó mi miedo, pero con Tom a mi lado pude disminuirlo hasta el punto en que dejó de llamarle la atención. Tom se mostró a la ofensiva, su gesto de barbarie le intimidó.
Estaba ansiosa, corrientes impacientes atravesaban mi cuerpo, pero por otro lado me producía pavor suponer que tal vez me encontrara con algo peor. La caridad iluminaba la mañana mientras el sol lo ocultaban las nubes y la brisa helada de fin de otoño cruzaba por las calles, de pronto vimos las casa del profesor Lewis; una casa grande de dos pisos y de colores apagados, con un jardín desierto y las ventanas cerradas; tal vez no se encontrase allí. Corrí el cerrojo de la cerca de madera y entramos con sigilo hasta la puerta por el camino labrado en piedra que llevaba hasta el pórtico, una vez ahí me tomé unos segundos para relajar mis músculos, sentí que no debía hacer eso, pero al mismo tiempo sentía que debía hacerlo. Tom aguardó paciente hasta que pudiese atreverme a tocar el timbre.
La brisa sopló una vez más, su frío me provocó escalofríos, y los árboles se sacudieron en torno a ella. Tom se desplazó del lado derecho de la puerta y quiso decir algo que se quedó atrapado entre sus labios, pero no esperé a escucharlo y deslicé mi mano por un lado de su brazo y toqué el timbre con indecisión; nadie respondió luego de varios segundos, de modo que me esforcé por intentarlo una vez más y lo toqué consecutivamente, pero otra vez nadie salió.
− No hay nadie − dije.
Me di vuelta y bajé algunos escalones.
− No, allí dentro está − contradijo.
Entonces escuché unos pasos caminar allí dentro y que aumentaban su volumen a medida de que se acercaban. Caminé de nuevo hacia la puerta y respiré hondo, me armé de valor; esperé a que la puerta se abriera y entonces lo hizo. Lucía pálido y con las mismas ojeras marcadas bajo sus ojos, sus parpados estaban hinchados; estaba muy bien arreglado, llevaba una gabardina negra hasta sus rodillas y debajo de este un abrigo del mismo color y una camisa blanca con corbata negra, usaba un pantalón azul marino oscuro y zapatos oscuros. Sonrío de repente.
− Sabía que tarde o temprano vendrías a buscarme. Hoy es cuando. Adelante − con tono serio, mientras con su mano me invitó a seguir.
Sus palabras sonaron malignas, tensionaron mi cuerpo y me hicieron dudar, Tom también percibió una segunda intención en su voz y se movió de forma rápida a mi lado y lo miró fijamente con expresión seria. El profesor Lewis formó en su rostro sorpresa y se aparató de forma defensiva de la puerta. En ese momento pensé que debía intentarlo, confiada en que Tom no permitiría que me ocurriera nada.
− Viene conmigo − expliqué.
Tom continúo mirándolo de mala gana y luego Lewis borró su expresión y la cambió por una más apagada a la que aligeró con una sonrisa al hablar.
− No todos los días se tiene la suerte de encontrase con una presencia pura − Comentó –. Por favor sigan − invitó.
Cruzamos la puerta y allí dentro todo era muy espacioso, había una mesa circular de madera en el centro cubierta con un mantel de ceda bajo un florero en arcilla moldeada y esculpida, y bajo la mesa un tapete circular de un color opaco; en el rededor habían estantes esquineros con esculturas, enfrente una escalera de madrea con las balustradas talladas con figuras y dos antecámaras a cada lado.
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Enigma 2 (Los Ante Portam)
ParanormalCaroline desenvolvió la trama Van Vladoisqui, ahora debe de ocuparse de ella, de su descendencia, de su maldición y hallar lo que tanto ansia, una cura, pero tropezará con verdades que hubiese querido que se quedaran en la tumba. Se verá frente a...