Desvarío

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De una manera más reducida sentí miedo, y a ese miedo se le unió uno más, uno más neutral. Sentí el tiempo detenerse, mis pensamientos se creaban con tal rapidez que hizo mi entorno lento. De momento me desconocí ¿Cuándo pasó? ¿Cómo fue que ocurrió? Recordé mi vida antes de terminar en aquel mundo, en estas circunstancias, cuan diferente era. Siempre fui intimidada por los temores de mi infancia, y estaba bien sentir miedo, lo que no estaba bien era dejarme derrotar por este. Me sentí más fuerte, con euforia. Desencadené al valor, le permití que tomara las riendas de mi cuerpo, de mi mente, de mi alma. La adrenalina viajaba en mi sangre, encendía mi arrojo y me hacía distinta. Botón de invierno, flor en primavera.

Jimmy observaba con pánico en sus ojos y con tensión en su postura. Vi que trataba de pensar en algo, dibujaba en su mente un esquema que sirviese a la situación.

− ¿Jimmy, tienes contigo la pistola de bengalas? –

Sus ojos se quedaron fijos en los míos, y de inmediato entendió lo que vendría después.

− Sí – con tono idóneo.

Tomó su maleta con afán y la abrió, sujetó la pistola empacada en un estuche al que después abrió; en el interior estaba la pistola y tres bengalas. Perfecto, tres serían más útiles.

− ¿Quieres que las dispare seguidas? –

− No, en cuanto se disipe el humo de la primera disparas la otra, y del mismo modo la tercera – expliqué.

− ¿Tendremos que correr hacia él?

− Tú no. Me haré unos metros más cerca al lugar, entonces cuando dispares iré por Tom. La bengala no les hará nada, pero las chispas y el ruido espero los ahuyente o al menos que se retiren del lugar – ideé.

− ¿Pero si corren hacia todos lados cómo saldrás de ahí sin que te vean?

− No sé. La neblina confunde el camino de regreso.

− ¿A tu derecha? – caviló.

− Sí, a la derecha y que Dios nos acompañe.

− Bien – mientras asentía con su cabeza.

− En cuanto dispares la tercera corre hacia allí. No te preocupes por mí, tú solo vete – lo contemplé con aflicción – espero no nos perdamos.

− Esta bien, pero... has todo lo posible por venir tras de mí.

− Lo haré. Por lo pronto preocúpate por ti. Si ves que ellos vienen hacia acá, no esperes a disparar la tercera, solo corre.

− Tom va tener que amarnos por esto – comentó.

− El alcance es de trecientos pies... noventa y un metros. Así que debes hacerte un poco más lejos.

− ¿Mas o menos dónde?

Con mis ojos observé el terreno, haciendo medidas en la mente.

− Desde aquella roca – indiqué mientras le señalaba con mi índice.

− Esta bien. Hagámoslo – animó.

Me deslicé con cautela escondiendo mi cuerpo tras las piedras, entonces me hallé a cinco metros del lugar, esperé con inercia y temeridad, dejándome arrastrar por mis arrebatos.

Tom gritó una vez más, dejando en el aire rastros de su dolor, cuando su voz se perdió en el eco sonó el estallido del arma al dispararse y las chispas incandescentes irrumpir en las monturas, desatando sonidos espectrales de pavor, reaccionando de manera caótica para retirarse del lugar, el humo cubrió mi rastro y me apresuré a adentrarme.

Enigma 2 (Los Ante Portam)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora