Don pacho

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Don pacho fue un señor muy uraño y la gente decía que era muy malo, siempre que pregunté a mi madre el porqué la gente lo tachaba de esa forma ella simplemente hacia un gesto con sus cejas y poniendo su dedo índice en los labios me pedía que no habláramos de eso... Simple mente porque según ella; "las paredes tenían oídos".
No sin antes rogarme con su mirada suplicante que por favor no me acercara «a ese señor». Sin embargo a mi me daba mucha curiosidad.
San Juan de las cruces era un pueblito pequeño en el que se desarrollaba actividad meramente de agricultura y ganadera. No se podía escuchar otro tipo de conversación en el que su tema principal no fueran: las vacas, terrenos, y cultivos; excepto cuando alguna mujer del pueblo quedaba embarazada sin antes haberse casado, las viejas chismosas del pueblo regaban el cuento y se santiguaban como si traer un hijo al mundo sin la bendición de un sacerdote fuera un pecado mortal, esos eran otros tiempos. Un día me acerque a un grupo de ellas y para mi sorpresa no hablaban de sus maridos, ni de sus vacas o cultivos y mucho menos de alguna "joven pecadora"... Hablaban de don Pacho, pero sus rostros parecían aterrorizados, me acerqué para escuchar un poco y me entere que el susodicho había fallecido y que su esposa ni se había enterado. Ella era una mujer menuda con cuerpo más bien desgalamido, una pobre mujer que se veía sufrida y acongojada por alguna razón que nadie en el pueblo sabia a ciencia cierta que podía ser.

Ese día don Pacho estaba en la carnicería donde el mismo atendía, él era un hombre muy rudo que se levantaba a las tres de la madrugada y con sus propias manos sacrificaba los animales que luego se convertirían en la carne del almuerzo en el pueblo.
El día de su muerte se levantó a la misma hora de siempre y pasando muchas horas la gente se dio cuenta que no abrían la carnicería, cuando fueron a su casa a preguntarle a su esposa ella dijo que suponía que el estaba en el negocio, pero al decirle que estaba cerrado ella corrió con sus llaves de repuesto, y al abrir una escena de terror se presentó frente a ella y a todos los curiosos: Don Pacho yacía colgado en uno de los ganchos de acero en los que solía colgar la carne, sus cuatro extremidades estaban en la mesa donde él partía los huesos con una especie de hacha. Todo el pueblo no hacia más que hablar del suceso y con el enigma sobre quien podía ser el asesino.

Ese mismo día se dispuso todo para la velación y el sepelio de el viejo carnicero, y aunque no era muy querido en el pueblo; todos los vecinos se ofrecieron ante la viuda para lo que hiciera falta.
El cura presto un cuarto al lado de la iglesia para que se hiciera la velación y casi todos los "grandes" estaban acompañando al muerto en su velorio.
Mi madre como buena cristiana estaba en ese lugar ayudando a la viuda a repartir los tintos y aguas aromáticas. Los pueblerinos acostumbran a acompañar al muerto toda la noche pero a los niños los mandan a acostarse temprano.
Y como yo era niño, mi madre me envió a mi casa que quedaba a unas siete calles del lugar de velación.
Yendo por el camino me detuve en un local donde jugaban billar algunos muchachos y mi curiosidad de niño me retuvo por una hora más o menos. Cuándo retome mi camino, pasando por una casa donde tenían en el patio delantero un horno de leña hecho de arcilla para hacer pan, a esa hora había una señora preparando la leña del horno y la salude: -¡doña Soila como esta usted!... En ese instante escuche como si una carretilla halada por caballo viniera detrás de mi y la señora me gritó desesperada que me quitara del camino. Me hice a un lado para socorrerme pero al mirar hacia atrás no vi ningún caballo, ni ninguna carretilla. Doña Soila me halo de una mano y me metió en la casa diciéndome: -es mejor que esperes aquí por un momento.
Yo accedí porque el ruido era bastante perturbador, pero me pare a mirar por una rendija de la puerta principal que era de madera vieja y lo que vi nadie me lo ha creído hasta hoy...
Una turba de "seres extraños" iba precediendo a una carretilla halada por don Pacho y otros hombres con el rostro y la espaldas ensangrentadas, en la carretilla iba una especie de ogro, pues era un hombre muy alto de raza negra que tenía la cara deforme; orejas muy grandes y nariz chata. Este ser iba golpeando y desgarrando carne sin piedad con un azote de púas a los hombres que halaban la carretilla con cadenas sujetadas a sus manos y pies por grilletes. Entre ellos pude ver muy bien a Don Pacho, pues en la parte delantera de la carretilla habían dos antorchas. También pude ver unos hombrecillos que más bien parecían duendes que iban punzando los pies de aquellas pobres almas con unos tenedores infernales. Mientras otras almas en pena los seguían haciendo gemidos desgarradores. No se muy bien cuánto tiempo demoró en pasar la turba de ánimas condenadas. La señora que me auxilio solo escucho el estruendo pero tuvo miedo de mirar, y me dijo que no le contara lo que vi porque ella quería dormir bien. Luego de eso me amanecí en esa casa porque tenía mucho miedo de salir, al otro día al contar a mis padres lo sucedido no me creyeron, pues habían estado con el muerto toda la noche.

PÁNICO DE MEDIA NOCHE  (cuentos del Abuelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora