Quería gritar.
Hace unos momentos recibí la mejor noticia de mi vida. Todavía no lo puedo creer.
Papá había llegado del muelle pasada la media noche y su ruido al llegar me despertó. Había dejado el Netflix prendido así que también eso me ayudó a despertar.
Se le veía cansado, y suspiró derrotado. Tenía una carta en la mano. Me imaginé lo peor.
No reparó en mi hasta que le pregunté qué sucedía. Dio un pequeño brinco al darse cuenta de que estaba despierta. Solo sonrió cariñosamente y me dijo que no pasaba nada pero, obviamente, no le creí. Repetí la pregunta y esta vez se dio por vencido.
Me indicó que me acercara y así lo hice. Dejó la carta en la mesa, libre a mi disposición. La tomé con cautela como si de una serpiente se tratara. Mi corazón latía desembocado mientras la desdoblaba con cuidado.
Empecé a leer imaginandome las palabras que usarían para dar malas noticias. Pero no fue nada de eso. Nada.
Abrí los ojos hasta que parecieran saltarse y empecé a brincar con emoción, aguantando las ganas de gritar. Mi padre me sonrió y rió por mi espectáculo.
Por fin iría a una escuela normal. Con niños de mi edad, más importante, con otros niños y niñas. Seré normal.
Papá me envió a dormir porque al siguiente día tendría que preparar todas mis cosas. Pero obviamente eso no iba a ocurrir. Quedé mucho tiempo despierta preguntándome cono sería todo: mis compañeros, mis amigos, el lugar, los maestros, todo.
En mi estómago comenzó a instalarse un nudo molesto e incómodo que me hacía querer retorcer y tratar de sacarlo a como diera lugar; me hacía cosquillas molestas.
Pasé toda la noche practicando la entrada, los saludos, las presentaciones, como serían mis amigos. La emoción me invadía tanto que no pude pegar el ojo ni una sola vez.
No descansé; era obvio que si me había dormido en algún punto, pero mi mente no dejó de maquinar situaciones entre otras cosas. Los dos días pasaron de lo más lento entre miradas al reloj, Netflix, útiles, libros, cuadernos y más miradas al reloj; en todo ese tiempo el nudo en mi estómago seguía ahí, indispuesto a irse. Casi no dormía.
Me levanté temprano, muy temprano el lunes por la mañana. Había escuchado en muchos medios, que todos se bañan en la mañana así que hice lo mismo.
Cuando salí, me vestí con unos jeans y una playera negra, algo olgada, junto con botas negras y mi cabello en una coleta alta - me dejé un mechón fuera.
Para terminar me puse mis viejos lentes negros que tanto odiaba, mi padre dijo que solo por seguridad me los pusiera pero como yo no quise se convirtió en una condición. Los lentes tenían aspecto a fondos de botella; eran anchos, grandes y muy redondos.Me los acomodé muy bien para que no se cayeran, como solía hacerlo antes. Tenían muy poco aumento, casi nada, y por lo mismo no me molestaron.
Papá gritó que era hora de salir y que si no llegaríamos tarde, y eso nunca. Tomé mi mochila, me la colgué al hombro y me di un último vistazo. El nudo se tensó más y tuve que obligarme a respirar profundamente para no vomitar - Al menos no fuera de un baño.
Era hora.
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la capitán
Novela JuvenilAhlaya es una chica que proviene de una familia, secretamente, pirata de gran estima. Su futuro como hija única es liderar a todos los hombres de su padre en cuanto cumpla dieciséis. Su gran carácter la identifica a cualquier lugar que vaya: es test...