Capítulo 6

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Dumbledore estaba parado en el umbral de la puerta, vestía una túnica lavanda. En sus ojos azules estaba ese brillo particular de alegría que siempre poseía.

— ¡Buenos días a ambos! — dijo con una amplia sonrisa en el rostro, pasando su mirada de Severus a Harry.

Harry terminó de ponerse sus anteojos y giró un poco para poder observar al director. Severus, por su parte, no esperaba la visita de Dumbledore a sus aposentos, por lo menos no a esas horas.

—Profesor...

—Albus... 

Hablaron al mismo tiempo.

Dumbledore mantuvo su sonrisa y se acercó a Harry, pasando de largo a Snape. Harry estaba a punto de decir que lo llevase a la enfermería, pero el director empezó a hablar.

—Veo que amaneciste bien muchacho— Potter se ladeo hasta quedar de frente a Dumbledore, — No hace falta que expliques lo sucedido, el profesor Snape lo aclaró todo anoche.

Sintiéndose excluido de la conversación, Severus salió de la habitación, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria.

—Profesor Dumbledore... ¿No hay forma en la que se me pueda trasladar a la enfermería? 

—Madame Pomfrey está pasando las vacaciones navideñas con su familia, Harry— las escasas esperanzas de Potter se esfumaron, — Pero, no creo que sea necesaria en esta ocasión muchacho—, Albus entrelazo las manos, mirando de una manera reflexiva a Harry.

—Pero, Profesor... Snape y yo no

—El profesor Snape, Harry—, lo corrigió el mayor.

—El profesor Snape y yo no congeniamos muy bien.

—No veo cual es el problema en eso— Dumbledore se sentó en la cama, —Es más, pienso que sería una gran oportunidad para limar las asperezas entre ustedes dos—, se levantó y se dirigió a la puerta. Entretanto, Harry trataba de acomodar las palabras para hacer una protesta adecuada.

Antes de tocar el pomo de la puerta, el director giró sobre sí mismo hasta mirar de nuevo a Harry, — Casi lo olvido— dijo mientras sacaba su varita. Con un movimiento hizo aparecer un servicio de desayuno. Tostadas, huevos duros, fruta, tocino, jugo de calabaza, leche tibia... lo que comúnmente encontraría en el gran comedor para el desayuno.

Dumbledore cerró la puerta tras de sí, y con el estómago exigiéndole comida, Harry comenzó a desayunar.

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—Sigo sin comprender porque no te llevas al mocoso a la enfermería— replicó el pocionista, apartando todas las cosas que había en su escritorio: un libro pesado con forro de cuero, en cuya portada ponía en letras grandes y doradas "Propiedades y usos de cuerno de unicornio", un tintero casi vacío de tinta escarlata brillante, la respectiva pluma del tintero, y una pila de ensayos sobre el manejo cuidadoso de vértebras de jirafa, varios con múltiples correcciones y notas preocupantes.

—¿Por qué no acompañas a Harry en el desayuno, Severus? — el director estaba de pie, en frente del profesor de pociones.

—Aunque te sorprenda, Albus, no quiero convivir con ese malcriado—, dijo de forma sarcástica —Es igual que su padre—, esto lo dijo que un tono mucho más bajo, casi como un susurro.

¿Cuántas veces habían tenido esa discusión? ¿Cuántas veces Snape daba los mismos argumentos? ¿Cuántas veces Dumbledore le diría lo mismo?...

Por suerte, el de cabello plateado tenía una nueva estrategia.

Lo que una foto puede hacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora