Capítulo 4: Secretos de la familia Foster

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Narra Brian

Por lo menos Sarah también odiaba a Gretchen. Desde que se me había subido a la cabeza, y burlado de mí por el hechizo improvisado que ni siquiera sabía que podía hacer supe que no me llevaría bien con la Harpu.

Según Sarah, los fuertes no tienen entrada, se pasaba volando por encima de los muros. Y para complicar las cosas un río rodeaba el perímetro.

—Mis alas no sirven, ¿cómo se supone que entraremos? —mencionó Sarah.

—Puedo excavar, ir con tu padre y que él llegue, pero me tardaría mucho —dijo Gretchen.

—¿No hay un hechizo? —me preguntó Sarah.

—¿Qué te parece pedirme a mí, hermanita? —dijo una voz femenina desde el bosque.

Una silueta delgada, alta y de muchas curvas salió de la oscuridad. La chica llevaba unas botas altas de tiras de cuero que le llegaban debajo de la rodilla. Una falda de color rojo sangre, muy corta para mi gusto, que deja a la vista sólo sus muslos y rodillas. Por arriba un saco carmesí, abotonado por arriba, y cayendo en forma de triángulo, dejando a la vista el ombligo perforado por un piercing negro. Cabello rojo y negro en las puntas, completamente liso y hasta la cintura.

Era gótica obviamente, supuse que un vampiro por su blanca piel. Pero no se parecía en nada a Sarah, y lo más curioso era que la había llamado «hermana».

—¿Erika? —no sabría descifrar el tono de Sarah. Si repulsión, felicidad o sorpresa al ver a su hermana. Supongo que las tres—. ¿Q-qué haces aquí? Creí que te habías quedado en la cabaña y rechazado la compañía.

La mirada de Erika sí era fácil de descifrar. Puso inmediatamente una máscara gentil sobre su cara hostil. Sin embargo, la veía escudriñar en el alma de mi amiga.

Esperaba que Sarah también viera su hipocresía, porque obviamente había rivalidad entre ambas, y algo más malvado de parte de Erika.

—Papá me pidió que le trajera algunas cosas que dejó en casa. ¿Quieren que los lleve?

Extiendió sus alas, unas enormes alas de murciélago, con púas en la punta de cada hueso.

—No sabía que... se podían... —tartamudeé intimidado— personalizar las alas. —Terminé rápido.

—No se puede —respondió con orgullo—. Es interesante, pero un día desperté con púas en las alas. ¿Los llevo o no?

Sarah se puso a la defensiva. Miraba a su hermana con desdén y volteó a su lado, imagino que estaba hablando con Charlie, su amigo invisible. Pareció sorprendida y a la vez enojada, pero lo que tuviera que decir se lo guardó.

—No —Su tono es seco y agresivo, se está conteniendo de algo—, ve tú y trae a papá, nosotros te esperamos aquí... Erika.

—Como quieran.

Emprendió vuelo muy rápido, nunca había visto a un vampiro volar como lo hacía ella. Había visto volar a Sarah, y a algunos otros en visiones... los vampiros eran pacifistas, se preocupaban más por alimentarse ellos mismos que atacar otros pueblos, por lo que no solía verlos en los bosques.

¿Acaso estoy recuperando la memoria? No pensé que fuese tan simple, sin embargo solo eran fugaces recuerdos borrosos. Una razón más para encontrar a mi hermano.

—Sarah.

Carraspeó para luego verme. Creo que la he sacado de un trance.

—¿Sí? —internamente, sé que seguía uniendo las piezas de algún rompecabezas que no conozco... aún.

Guerra de colmillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora