Cap 1: Perdido en las tinieblas.

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La puerta se abre. Es No. 46, el de siempre. Es un hombre alto. Lleva el típico uniforme negro que me atormenta desde hace años, y el mismo que yo llevaré hasta que muera. Además, lleva una máscara de color gris que me impide diferenciarlo de cualquier otro. Salvo por, obviamente, el número que llevan etiquetado en la camisa.

—¡Levanta ya, holgazán—! Me dice. Tan sólo para mostrarme desprecio o burla la voz de un numerado parece tener alguna emoción.

—Mierda—. Pienso­—. Otra vez ese pesado—. No es lo típico que uno piensa cuando ven a una persona irrumpir en su monótona existencia, pero con 46 tengo motivos más que de sobra. No se limita a tan solo humillarme como los demás numerados, sino que además se encarga de que yo lo haga todo con total perfección. De no ser así, podría dejarme sin comer todo el día y retrasar el experimento unos minutos. No sé cual es peor. Experimento que, por cierto, todavía no sé en qué consiste. Todo el trabajo que me dan está tan fragmentado que no me dejan manera alguna de saberlo. No se han molestado en disimular que desconfían de mí y esconden algo, ya que una cosa siempre lleva a la otra. Pero dejémonos de explicaciones y volvamos al sitio donde estoy. En vez de expresar mis irritantes pensamientos, le digo:

—Sí, señor.

Y le sigo por los siempre iguales pasillos grises. Ya estoy acostumbrado a moverme por el edificio, así que tampoco sé de qué me quejo, pero hacer esas quejas es la única forma de no perder mi vacilante cordura.

Al cabo de andar unos minutos llego al laboratorio. Es el espacio más grande que conozco, si bien me mantengo en la ignorancia de cómo es este sitio.

—Venga, a trabajar—. Me dice 46 con una voz que casi parece artificial.

Como no tengo otra opción, me siento enfrente del ordenador y comienzo mi tarea. Mi trabajo es tan simple como entretenido y odioso. Tengo que enlazar las líneas para crear una única imagen. Visto desde fuera no parece tener sentido, y mucho menos cuando se lo cuento a alguien; pero cuando me conecto al programa de repente lo ves todo, y te dan ganas de seguir más, y más, y más... estar allí trabajando es lo mejor de mi vida, pero sigue sin ser gran cosa. Me siento, me pongo las gafas de realidad virtual y espero.

Entro en el mundo donde no soy el más pequeño, sino que tengo el absoluto control de todo lo que pasa. Los archivos pasan a una velocidad endiablada, pero yo soy más rápido, y selecciono los que necesito para trabajar. Acto seguido empiezo. A alguien que no está acostumbrado a programar tan sólo se le aparecerá una línea de unos y ceros, pero yo soy consciente de lo que significan, lo que hacen, quién los usa todo. Es extrañamente fácil para mí colarme en un archivo y ver su contenido, pero no sin que lo sepan los de arriba. Si hay alguien que sabe más que los que me controlan y es capaz de tratarlos como escoria desechable, aunque en ningún caso enfrente mío.

De repente veo que ya no tengo la habilidad de hace cinco segundos.

—¿Qué está pasando?—Me pregunto. Es la primera vez que me pasa algo así, y como sé que los numerados no saben programar como yo lo hago ni los posibles jefes intentarían contactar conmigo, llego a una conclusión:

—Alguien se ha colado en el sistema e intenta estorbarme—. Digo en voz baja.

Eso me sorprende un poco. Hasta ahora no conocía de la existencia más que de los numerados, y de repente veo a un tercero colarse e intentar sacarme del sistema.

—No sabe con quién se mete­—. Me digo, y acto seguido contraataco. Me libero de la parálisis y enseguida localizo al usuario. Tras una pequeña bomba de variables y un virus improvisado, le echo fuera.

—Con esto no volverá por aquí en un tiempo—. Me digo, mitad satisfecho, mitad triste por perder el contacto con ese tercero.

Acabo el turno sin más problemas y me voy a comer a mi habitación. La comida es una extraña masa de color amarillo y sabe salado. Los numerados lo llaman puré y honestamente esa comida me repugna, pero es mejor que nada (lo sé por experiencia), así que me lo como. Eso y agua es casi lo único que como, y siempre lo mejor. Me pregunto si eso lo comen también los numerados o es algo que hacen solo para fastidiarme. Salgo de la habitación y me encuentro a 52, otro numerado.

—Hoy has tardado más en completar la tarea de lo que sueles y debes. ¿Ha sucedido alguna anomalía o es tan solo tu habitual incompetencia? Responde si sabes lo que te conviene.

52. No sé que significa ese número. De dónde sale y por qué no otro. De él sé que tengo que contestar la pregunta. Preferiblemente la verdad.

—Y un cuerno—. Dice una voz en mi cabeza. Le hago caso. No quiero que nadie más lo sepa. Contesto a la pregunta:

-No señor. Los sistemas han funcionado correctamente y la tarea se ha desarrollado con normalidad. Habrá sido un fallo mío y me lamento haberme retrasado esos minutos de más—. Le miento sabiendo que no sería capaz de averiguar la verdad, y esos retrasos ya eran habituales en mí, si bien es porque pruebo una secuencia que no conozco o me quedo atascado en la tarea. Estando acostumbrado ya a esa pregunta, se lo digo con toda la naturalidad del mundo y tratando de emular su fría voz, con un poco de éxito.

—Espero que sea cierto. No admito mentiras ahora, ni nunca. No quieras que pase lo peor. Estás sobre aviso.

—Sí, señor. No volverá a pasar, señor.

52 se pierde por los pasillos—- Escoria mentirosa— Le oigo susurrar. El insulto no me hace efecto. Estoy acostumbrado a las insistentes humillaciones de los numerados, y sé que lo dice por decir y en ningún momento dudan de mis palabras. ¿Por qué iban a hacerlo?

Me voy a mi habitación y enciendo el portátil. Es un modelo estropeado y que se reinicia cada vez que lo apago, así que llevo unos meses intentando solucionar ese error, causado por un virus seguramente. Aparte de eso los numerados están conectados a mi ordenador y son plenamente capaces de saber lo que hago sin esfuerzo. Podían. Hace ya tiempo que creé una rutina falsa que es la que les llega a los numerados. El ordenador está conectado al servidor del laboratorio, pero sólo me deja entrar en ciertos archivos y se me priva de casi toda la información. Ayer descubrí el nombre clave del proyecto, HOT. Ignoro lo que significa. Seguramente fue una broma de los numerados para hacerme ver que aunque tenga la información no soy capaz de interpretarla. Cansado de tanto pensar, camino un poco por la habitación y decido mirarme un poco en el espejo. Soy un chico alto y bastante delgado, ojos marrones con un toque dorado y pelo de color negro que recojo en una coleta. Llevo una camisa verde a cuadros, una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros.. No hay nada más que destacar, salvo mi mala alimentación. Estoy muy delgado. Me tumbo en la cama y empiezo a soñar despierto en el eterno silencio de mi habitación.

Sueño con un mundo mío, una versión de lo que para mí sería el paraíso. Un mundo imperfecto pero donde aún así soy feliz. No sueño con el mundo en realidad, sino sueño en el mundo. El mundo que yo mismo llamo el mundo de Alma. Un mundo donde soy libre, donde hago un esfuerzo por liberarme de este edificio que me niego a llamar hogar. Pero también un mundo donde existe la necesidad; Donde si no comes te debilitas y si no bebes te deshidratas, si no conoces a nadie te sientes solo y soy el único que vive allí. Cuando me aburro, que es casi siempre, me divierte crear mi avatar e ir creando las aventuras basándome en lo que me falta, lo que anhelo. Según crezco, Alma crece, y con ella, o él, las aventuras de mi otro yo: Navi. Ésta vez estoy tan solo sentado mirando lo que creo que es el cielo. Soy una persona curiosa, que sabe lo que es la felicidad y no para quieta. Envidio a Navi por eso. Pensando en alma y en Navi, me duermo silenciosamente. Hoy ha sido un día un poco más extraño que los demás, pero tampoco puedo decir que se salga de lo que es normal. Sin embargo, ha cambiado algo. He establecido conexión con algo. Tengo dos impresiones:

La primera es que algo ha cambiado, nada volverá a ser lo mismo. No sé por qué. La segunda es que no me equivoco. Con eso en mente sueño en silencio.

Blue MagmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora