Gema
Disfrutar del día a día es mi forma de vivir. Todo el mundo que me conoce lo sabe.
Por algún motivo darme este suculento baño me cambia radicalmente. Necesito esa dosis de energía para recordar lo bonita que es la vida. El trabajo es agotador.
Además, ahora cada vez tenemos que trabajar más y más para sacar el periódico adelante. A veces me dan ganas de mandarlo todo al garete, pero ¡bah! Lo que más me gusta de mi trabajo es que me mantiene lejos de casa.
Una pequeña vibración en la mesita de noche me pone rápidamente en alerta. Me acerco a ella, aún a riesgo de empapar toda la habitación. Son dos los mensajes.
El primero es de mi hermano. Entrecierro los ojos antes de animarme a abrirlo.
Te espero mañana a las 5
en el aeropuerto.Tuerzo los labios. En fin, Gema, ¡disfruta de tu último día en el paraíso! Me apresuro a responderle con un emoticono haciendo la señal del «ok» y abro rápidamente el otro mensaje, que claramente me interesa mucho más. No puedo evitar sonreír al apreciar el remitente.
Se llama Luis, tiene treinta y dos años y es mecánico. En el fondo nada de esto me importa, lo realmente importante es que tiene un culo de infarto. ¿Cómo lo conocí? Pues para ser sincera, no lo sé. Yo no tengo coche, no lo necesito para nada; por tener no tengo ni bicicleta. Solo sé que un día, sin más, apareció en mi cuenta de Facebook. Al parecer él me conocía y yo pues... no le pensaba decir que no. El tío está muy bueno, tengo ojos en la cara y una memoria de mosquito, así que es muy posible que realmente sí lo haya conocido en algún lugar, aunque no recuerde dónde.
Te recojo en media hora
Perfecto. Me da tiempo de sobra a ponerme un hermoso vestido, alisarme el pelo y maquillarme. O tal vez no, pero qué más da. ¡Que espere!
No tengo ni idea de que ropa ponerme. Me dirijo rápidamente al armario y comienzo a pasar la vista por todas las prendas que tengo colgadas.
—Necesito una dosis de compras urgentes —mascullo entre dientes.
Sé que mi madre pensaría que estoy loca, que malgasto el dinero en ropa que no necesito, pero para nada. La necesito más que respirar. Solo hay que ver mi deshabitado armario para comprobarlo, por lo menos de ropa interesante.
Finalmente me decanto por un vestido negro, no demasiado corto. Puede que no sea perfecto, pero valdrá para salir del paso.
Me acerco rápidamente a la radio y dejo que Sirenas, de Taburete, inunde toda la casa. Me encanta la música, creo que podría ponerle una banda sonora a cada momento de mi vida.
Busco con la mirada las planchas y me pongo a ello. Es el ritual de cada día.
Sin pensarlo agarro el cepillo y me pongo a bailar al ritmo de la música. Escucho una pequeña carcajada detrás de mí y no puedo evitar girarme para descubrir a Héctor.
Solo hace falta verlo para enamorarse: pelo castaño claro, ojos azules y un cuerpazo increíble. Pero soy yo la única que puedo verlo en paños menores, ¡fastidaos, zorras del mundo!
Lo adoro, es el mejor amigo que me pudo tocar en la lotería. Nuestra relación comenzó entre tonteos por los pasillos de la facultad y terminó compartiendo piso. Cualquiera diría que en algún momento le podremos contar esta preciosa historia a nuestros nietos... si no llega a ser porque Héctor tiene menos interés en mí que yo por los dinosaurios, y eso ya es decir mucho.
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Flechazo imprudente (primeros cinco capítulos)
RomanceGema tiene claro que su estilo de vida no es el correcto para muchos, pero sí es el que la hace feliz. Con su filosofía de «haz lo que te dé la gana sin importar lo que digan de ti mañana» y una sonrisa por uniforme, va derribando muros. Por otro la...