Gabo
—Gabo, tenemos que hablar.
Me giro hacia atrás, todavía abrochándome los últimos botones de la camisa, a la vez que fijo los ojos en la dueña de la voz.
Me hace un gesto para que tome asiento a su lado y, después de hacer una fingida mueca de duda en el rostro, hago lo propio.
—No eres tú, soy yo —comienza. Bueno, veamos, esto no es totalmente nuevo para mí. Básicamente es como el pan de cada día desde hace aproximadamente un año.
Tengo una estúpida regla: no continúes una relación si ves que no lleva a buen puerto. Puede parecer ridículo, pero ¿para qué continuar viviendo una mentira con la persona incorrecta, si es posible que la indicada te esté esperando en la puerta?
Pero soy incapaz de romper con ellas, de hecho jamás lo hice. A decir verdad, creo que no sabría ni cómo empezar. Bueno, sí, con el endiablado «tenemos que hablar».
Cuando veo que la cosa no cuaja, me dejo llevar por mis instintos, dejando así que la relación se extinga por su propio peso. Con Rebeca no fue difícil, solo tuve que dejar que el verdadero Gabo fluyera. Estaba claro que no le gustaría que trastocara toda su maldita cocina, cambiando cada cosa de su nevera. ¡Pero tampoco es mi culpa que no sepa colocar la leche en su lugar correspondiente! Eso lo sabe hasta un niño de primaria.
Su mirada me demuestra que tenía razón. Una vez más. «Buen trabajo» me premio mentalmente. Tendré que celebrarlo con una cerveza a la salida de su casa, sin ninguna duda.
Observo cómo se revuelve el pelo con disimulo, como buscando las palabras adecuadas para no romper mi ya de por sí quebrado corazón.
—Tal vez es que no estamos hechos el uno para el otro.
Eso está más que claro. Ni en diez vidas estaríamos hechos para estar juntos, guapa.
Me llevo la mano derecha a la cabeza, y presiono los labios.
—Lo entiendo —respondo, intentando quitarle tensión al momento.
Me hace un favor rompiendo conmigo, ¿quién soy yo para ponérselo todavía más difícil a la pobre?
Observo atentamente como presiona un labio contra el otro, y después de simular una ridícula sonrisa que no llega a nada, se comienza a levantar.
—Será mejor que no nos veamos más —sentencia, colocándose bien la bata.
¡A sus órdenes, señoría! Para que luego digan que no soy obediente.
—No me lo pongas más difícil, por favor —susurra, tapándose la cara con sus dos manos.
Madre mía del amor hermoso, ¿más difícil, cariño? Si te estoy dando todas las facilidades del mundo. No estamos hechos para estar juntos, mejor no darle más vueltas a las cosas.
Me acerco todo lo rápido que puedo a mis zapatos y me los pongo a la velocidad del rayo.
—Espero que te vaya todo bien —le digo con total sinceridad justo antes de salir por la puerta de su casa.
Veo como eleva la vista hacia mí y con un pequeño gesto me despacha. Sé que se siente tan aliviada como yo de perderme de vista, y no es para menos.
Arrivederci, preciosa.
La verdad es que cuando la conocí jamás pensé que la cosa terminaría así. Realmente nunca lo pienso. No soy una persona a la que le guste tener un amor en cada puerto, pero tampoco me gusta perder el tiempo con la persona equivocada.
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Flechazo imprudente (primeros cinco capítulos)
RomanceGema tiene claro que su estilo de vida no es el correcto para muchos, pero sí es el que la hace feliz. Con su filosofía de «haz lo que te dé la gana sin importar lo que digan de ti mañana» y una sonrisa por uniforme, va derribando muros. Por otro la...