Cuando llegaron al lugar, era evidente por el hedor a heces y orina de caballo que no era precisamente el mejor lugar en el que estar. Llamarlo calle era excesivo. Un gran espacio entre dos edificios era la entrada, adoquinada parcialmente y rellenada en sus huecos faltantes por tierra compactada. El camino se bifurcaba hacia la derecha, dejando a la izquierda unas caballerizas o establos donde se podía intuir el lugar de la escena del crimen, dada la gran cantidad de candiles de mano que alumbraban el lugar.
—Bonito lugar para morir—dijo Milos irónicamente tapándose su olfativa nariz con un pañuelo.
—No seas llorón. Venga, vamos.—dijo Alice intentando arrastrar con sus palabras al remiso vampiro.
Se acercaron y en ese momento, los agentes se apartaron dejando ver el cuerpo de una mujer que yacía boca abajo. Solo un agente se mantuvo cerca del cuerpo alumbrando con su luz el cuerpo.
—¿Es usted quien descubrió el cuerpo?— pregunto Alice al hombre.
—Así es. Soy el agente John Neil.— El hombre esperó pacientemente a que el inspector que le había preguntado examinase el cuerpo.
Alice acercó su cara a la cabeza de la victima y pudo distinguir un evidente tajo en la garganta de la mujer. Sacó los guantes de tela que usaba para tocar pruebas y se los puso. Pidió que el agente Neil acercase la luz para ver mejor. Éste solicito cumplió sus órdenes alumbrando más intensamente el lugar.
Alice tocó el tajo y pudo comprobar que todavía se encontraba algo de sangre sin terminar de coagular, por lo que dedujo que la muerte había sido recientemente. Separó con los dedos la herida y pudo distinguir casi con certeza dos pequeños orificios entre el corte. Ya no había dudas. Esto era obra de un vampiro.
Miró a Milos que ya debía saber sus sospechas. Aquellos ojos ocultos bajo las lentes negras debían estar sopesando esa posibilidad. Volvió de nuevo hacia el cuerpo y con delicadeza giró la cabeza en su dirección dejando ver el rostro de la mujer. No parecía tener más de cuarenta y cinco años, aunque no podía asegurarlo, debido a lo castigadas por la vida que solían ser las prostitutas del East End. Tenía los ojos abiertos, aquellos que posiblemente vieron la cara de su asesino y que andaba suelto, quien sabe, por esos lugares.
Abrió la boca de la mujer ante la confusión de los agentes, que no entendían ese proceder, y metió los dedos en la misma, hurgando por toda la cavidad hasta sacar unos pequeños trozos de uva. Se los acercó a la nariz y lo olfateó. No había duda, se trataba de láudano. Ya no es que tuviese la certeza de que aquella muerte fuese causada por un vampiro, sino que se trataba del mismo que había asesinado a Martha Tabram.
Se levantó disimulando el enojo que sentía por haber sido aparcada del caso y dejar a un ser despreciable libre, aunque se consoló pensando que el destino la volvía a colocar otra vez sobre la pista del criminal.
—Agente Neil. Deje su reporte, lo antes posible, de todo lo acontecido, en la recepción de la comisaria. Ya la recogeré cuando vuelva. El agente asintió. Se acercó a Milos y le dijo que allí poco podían hacer. Deberían esperar a la autopsia y ver si alguna pista podía indicarle como proseguir en el caso.
Milos asintió y acostumbrado como estaba a cumplir órdenes, se acercó a un agente y le indicó que ya podían trasladar el cuerpo a la morgue a la espera de que el forense fuese a buscarlo.
Alice sin saber muy bien porqué, siguió con la mirada al agente que le habían encomendado las instrucciones, y éste se alejó de ellos hacia una zona tan pobremente iluminada que el agente desapareció por unos segundos. Emergió de nuevo de la oscuridad y seguido de este, un hombre tirando de una carreta de mano. Al principio no estaba segura, pero al avanzar en su dirección, supo con certeza de quien se trataba.
De pronto afloró en ella una rabia y desprecio por aquel sujeto y sin poder contenerse, avanzó hasta este a paso rápido. Milos alertado por la reacción de Alice la siguió con la mirada, buscando el motivo de aquel comportamiento. Ella llegó hasta la altura del hombre y lo agarró con furia de la mano, que aun sostenía el manil de la carreta.
—¡Que diablos haces aquí! Dijo entre dientes intentando no elevar la voz.
El hombre la miró y su cara de estupefacción cambió a otra lívida más si cabía de pánico.
—¿Qué haces...?— dijo sin entender un aturdido Jack.
—Aquí las preguntas las hago yo, no se te olvide. ¡Respóndeme!— dijo Alice intentando contener las ganas de abofetearlo.
—Tengo dos trabajos. La carnicería solo dos veces a la semana y el resto gano algo de dinero como transportista para la morgue municipal. — respondió avergonzado— Tengo que pagar mi estancia y con lo que gano en la carnicería no me llega. ¿Satisfecha?
Alice le soltó la mano y dejó que prosiguiese su camino. Jack la miró al pasar visiblemente afectado por aquel encuentro fortuito con la mujer de sus desgracias. No sabía el porqué se encontraba terriblemente atraído por ella y eso lo volvía loco. Aunque allí parecía un hombre, no pudo evitar recordar la hermosa mujer que tuvo en su lecho y que había sido suya una sola vez. Se sorprendió deseando poseerla de nuevo.
Ella se acercó de nuevo a Milos intentando disimular el torrente de sentimientos que le recorría todo el cuerpo. El vampiro parecía estar jugueteando con el pie, removiendo una pequeña piedra del suelo. Parecía despreocupado.
Al llegar a su altura preguntó.
—¿Todo bien?
Alice respiró profundamente para ganar algo de fuerzas y que no le temblase la voz.
—Todo perfecto. Podemos irnos. Adelántate, yo voy enseguida.
El vampiro se alejó unos metros y ella se acercó a Jack que se hallaba acomodando el cuerpo en la carreta.
—Cuando termines tu labor aquí, nos veremos en tu casa. Deja un mensaje en comisaría para saber cuándo ir.—dudó en decir lo que le rondaba la cabeza— Hay una conversación pendiente entre tu y yo.
Jack algo más repuesto asintió y prosiguió su tarea.
Alice se alejó lo más rápido que pudo intentado contener las lágrimas que pugnaban en salir de sus ojos. Dio alcance a Milos lo bastante repuesta como para preguntar.
—Y bien, ¿Qué sabemos de la mujer?
—Ah, eso. Mientras tú estabas entretenida con el carretero me informaron de la identidad de la víctima.—dijo evidenciando que sabía más de lo que había pasado, de lo que reconocería.— Se llamaba Mary Ann Nichols, aunque aquí en la zona de Spitfills todos la conocían como "Polly". Tenía 42 años.
Milos la miró con curiosidad y forzando un poco la situación preguntó.
—Es él?
—Sí. Él es Jack.
Eso fue todo lo que hablaron en el trayecto de vuelta a la comisaría.
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Vampeires: Jack
VampireEn la Londres victoriana, una serie de asesinatos perturba la paz de la vieja ciudad. Alice Shuttleworth, que siempre quiso ser inspector de policía ha conseguido su sueño disfrazada de hombre ya que la sociedad no ve con buenos ojos que ese cargo l...