PORTIA

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Alice se instaló en su habitación.

La decoración le pareció acorde a sus gustos aunque un poco recargado el estilo barroco del mobiliario.

Por petición expresa de Kaoru se instaló en la habitación contigua a la suya. Y el motivo, pensó, se debía a que las dos habitaciones estaban conectadas por una puerta. En caso de necesitar hablar la una con la otra, no había más que cruzar la puerta y mantener la discreción del resto de la familia.

La cama era inmensa, la más grande que había visto, o por lo menos eso creía. Kaoru le dijo que si necesitaba compañía aquella noche no tenía más que pedirlo y dormirían juntas.

Alice sabía que aquella vampira notaba a la perfección la crispación de sus nervios y, por tanto, se mostraba más pendiente a sus necesidades de lo que ella recordaba. En esos momentos es lo que necesitaba, la compañía de alguien en quien confiar sus miedos e inquietudes.

Su padre le dijo que en cuanto estuviese instalada y con ánimos bajase a la biblioteca.

Se vistió con un vestido sencillo de gasa blanca y se recogió el pelo en una cola. Inspiró cerrando los ojos y le llegó ese olor a flores que inundó su alma calmándola y reconfortándola.

Las manos frías de Kaoru se posaron en sus hombros y Alice no se sobresaltó. Siguió con los ojos cerrados disfrutando de ese momento de paz.

—Ilye da nosh tusserah Alisse*—le dijo Kaoru de forma serena.

Alice no entendió lo que había dicho, aunque intuía que era el lenguaje de los vampeires.

—¿Y eso es...? —respondió a la vampira abriendo los ojos en ese mismo instante.

—Algo sin importancia mi pequeña. —contestó de forma escueta Kaoru—Ahora si no me necesitas iré a preparar té. Lo serviré en la biblioteca en breve, por lo que te aconsejo que bajes y te relajes con algo de lectura.

Alice se giró para darle las gracias por todo y la vampira ya se había marchado. Pensó que le costaría acostumbrarse a la forma de ser de aquellos peculiares vampiros, pero no le quedaba otra que hacerlo.

Bajó a la biblioteca donde ya había estado con Portia una vez y allí estaba su padre y su tío Karel. El primero reía viendo al segundo, que aparentemente leía con unos ridículos anteojos que subía constantemente con el dedo cuando estos eran vencidos por la gravedad al inclinar la cabeza hacia el libro.

Jaroh la miró en el instante que entró por la puerta sin perder la sonrisa.

—¿Desde cuándo...? —le preguntó sin emitir un sonido señalando a Karel.

Su padre divertido, movió el dedo en círculos sobre su sien dándole a entender que eran cosas locas de su tío.

—Sé que os estáis riendo a mi costa. Pero seguid, no me importa. — dijo Karel aparentando seriedad.

Jaroh carraspeó y se levantó del sillón yendo hasta donde se encontraba Alice. Le cogió las manos y le dio un beso en la mejilla.

—Te pedí que vinieses aquí por un motivo mi pequeña. En esta habitación esta todo el conocimiento y saber de nuestra gente y del mundo humano. Ambos unidos en un único lugar solo para tus ojos. —Jaroh la miró intensamente— Creemos que ya es hora de que aprendas todo sobre nosotros para ayudarte a conocer a quien nos enfrentamos.

Alice le devolvió la mirada y asintió. Nunca se había encontrado más perdida que en aquel preciso instante. Los ojos violeta de su padre mostraban una ternura tan intensa que tuvo que aguantar unas lágrimas que pugnaban por salir, pero que por nada del mundo dejaría que escapasen mostrando lo vulnerable que era en ese momento.

Vampeires: JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora